Opinion

Columnas de opinión publicadas en la sección 'La capoladora' del periódico LA COMARCA


La última columna (6-6-11)

Un periodista depende de dos cosas para su trabajo: de lo que los demás le quieran contar y de su propio talento. Lo segundo ignoro si lo poseo y son los demás quienes deben juzgarlo. En el momento del adiós, sirvan estas líneas de despedida a todos los que he conocido y me han ayudado durante este tiempo.

Adiós a Carlos Manrique; a Miguel Perdiguer y las últimas fotos que nos quedan por hacer; a Juan Carlos Bosque y los sueños por cumplir; a José María Fuster; a José María Tremps; a Antonio Gasión; a Ana Belén Andreu, a Chema Allué, Berta Zapater, a María Herrero y Andrés Abad; a Carlos Abril, José Mari Pascual, Yolanda Vallés, Teresa Ros, Miguel Navarro y Miguel Batanero; a Nacho Carbó, Esparrells, a los hermanos Suso, a Joaquín Alquézar, Javier Martínez y los demás. A Santiago Sedeño.

A Amor Pascual, Raúl Andreu, Miguel Ángel Gracia, Liliana y Cristina Biel; a Manolo Ponz, Ángel Lacueva, Carmen Pilar, Concha Tello, Merche, Ángela, Rufino Foz, Jesús Rodríguez, José Maria Andreu y Carmen Portolés; a Jorge, Miguel Ángel y José Miguel Abril; a Miguel Ángel Herranz; a los hermanos Navarro; a Javier Tello; a Virginia Gascón, a Cristóbal Navarro, a Alejo Lorén y Luis Ignacio Tapia; a José Ramón Villanueva; a Fernando Used.

A Ignacio Urquizu, a Joaquín Galindo, Juan Navarro y Ángel Tremps; a José Antonio Benavente, Eduardo Diez de Pinos y Santi Martínez; a Tere Thomson y Paco Climent; a Julio y Juan Mulet; a Ignacio Micolau; a Tere Sancho; a Marcos Navarro; a Maribel Sancho Timoneda; a Violeta; a Luis Pitarque; a Óscar Buetas; a Vicente y Ana Dobato; a Darío Vidal, maestro de periodistas y padre de ausencias; a Rogelio Meseguer y su humanidad; a Alberto Lahoz; a Jesús Ponz Zapater; a Miguel Ángel y José Ángel Gil; a José Ramón Lasuén; a José Gil y Jesús Baquero; a Juan Inglés.

A las capoladoras buenas y a las malas; a los artículos decentes y a los infumables; a mis enemigos, que tanto me han ayudado; a las amantes pacientes y a las imposibles; a los amigos de La Tasca, el Camel, el Avanti, el Dalys y los demás; a Fernando Gómez y José Ciprés; a Chema Usón y Fran Pegenaute; a José Puche; al club de fans; a los sextos y séptimos concejales y los que vengan a partir de ahora; a Rubén Boltaña; a Eduardo Querol; a Julia Vicente; a Antonio Arrufat; a Ángel Hernández; a Yolanda Casaus; a Joaquín Noé; a Jesús Jaime; a Pedro Pitarch; a Antonio Bergós; a Fernando Zorrilla; a Javier Sagarra; a José Royo Lasarte; a Antonio Aznar; a Iñaki Belanche; a Javier Escorza; a Santiago Lanzuela; a José Ramón Ibáñez; a Vicente Guillén; a Andrés Rillo; a Carlos Mor; a Luis Soler; a José María Maldonado, a Alberto Bayod; a Marisa Azuara; a Manolo y César Gracia; a Pedro J. Bel.

A Raimundo Cubeles; a Eva Defior; a María Sarasa, Beatriz Severino, Javier Vilchez, Iván Martín, Alejandro Rivera y Elsa Del Cacho: a Judit Gracia, Jorge Pérez, Laura Castel, a Nuria Pamplona y María Quílez; a Abdul Grau, Marta Tomás, Esther Esteban, Iván Molina, Esther Arnas y Belén Bel; a Ángel Salvador, Belinda Uxach, Irene Carod, Laura Abadía; a Marta, María, Carry y Marisa Bardavío. A los que me olvido nublado por los recuerdos y la mala memoria; a los que vengan a partir de ahora. A todos sin excepción: gracias y adiós.


Confieso que he bebido (30-5-11)

Toda la gente interesante que he conocido en mi vida tenía la maravillosa manía de beber. El arriba firmante, que sinceramente no sé si resulta interesante para sus compasivos amigos, también tiene esa manía, confiesa que ha bebido y que tiene la firme intención de seguir en ello. Es más, como John Huston, no me fío de la gente que no lo hace.

Qué quieren que les diga; cada uno tiene sus manías. Y esa, es una de las mías. Lo comentábamos el otro día con un amigo con el que me junté de farra. Coincidimos en odios y pareceres casi siempre porque los dos nos regimos por nuestro código ético y etílico, en el que igual caben las cervezas, los cigarros o los cubatas, entre otros vicios igual no tan confesables.

Me parece que fue Labordeta -y si no da lo mismo- quien dijo aquello de que un aragonés está obligado a beber si quiere sobrellevar la desgracia de haber nacido en una tierra sin mar y con tan pocos árboles, aunque bien pudiera haberlo suscrito Buñuel, Goya o ya puestos Don Santiago Ramón y Cajal. Baltasar Gracián era jesuita y tenía un código moral mucho más firme, pero estoy seguro que tampoco lo negaría.

Lo bueno de escribir sobre la bebida, es que ya casi todo está dicho sobre ella. Ha habido grandes hombres y riñones agradecidos que nos han precedido y es posible echar mano de citas incombustibles. Quizá uno de las mayores verdades de la historia la dijo Homer Simpson: «No pueden prohibir el alcohol. Es delicioso, hace a las mujeres más bellas y nos hace prácticamente invulnerables a las críticas». Esta otra que salió del genio de Mark Twain también parece acertada: «La única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer lo que preferirías no hacer».

Quizá no era tan buen filósofo como Homer, pero Winston Churchill sabía bastante de empinar el codo. Creo que estaba pensando en sus Dry Martinis, pero también podría valer para otras facetas de la vida: «Existen tres tipos de personas; aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte». En eso coincido con Churchill y con Homer: la bebida amortigua los aburrimientos. Humphrey Bogart, Dean Martin, Sinatra y los demás sabían también muy bien de lo que hablaban y bebían. Se reunían juntos en el ‘Rat Pack’ huyendo de sus mujeres «para combatir el aburrimiento y perpetuar la independencia».

Uno piensa que en un país tan anormal como este, y viendo lo que nos queda que sufrir por delante, lo normal es que también prohíban beber. Será ya el puntito definitivo para coger el macuto y emigrar a una nación más decente como Sierra Leona, Corea del Norte o Trinidad y Tobago donde poder empadronarse con dignidad. Aunque ahora que lo pienso, espero no haberles dado ideas a Bibiana, Zetapé y compañía, porque me gustaría seguir yendo por los bares y que los hosteleros sigan disfrutando de mi dinero.



Es sólo política (24-5-11)

Acaba una batalla electoral que para algunos se ha hecho demasiado larga y para otros ni ha existido. Miro los datos y el partido más votado este domingo no concurría a las elecciones. Fue la abstención, que recogió en su seno a más de un tercio de las personas que tenía derecho a voto. Debería hacer pensar a muchos, aunque sólo fuera unos minutos.

El espíritu del 15-M, que tantas simpatías despertó entre algunos de los muchos amigos soñadores que tengo, ha quedado aparcado momentáneamente bajo las lonas de la plaza del Sol, protegido tras pancartas sinceras e imaginativas. Dentro unos días seguirá o se desvanecerá, como lágrimas en la lluvia, arrastrado por la dura realidad de nuestras ataduras cotidianas. El PP ha arrasado en prácticamente toda España, como vaticinaron mis dos tías sesentonas del pueblo la semana pasada. Son las del foulard a lo Rudi. Ayer las llamé para felicitarlas. Me recordaron que ellas se rigen más por el olfato adiestrado durante años de perra perdiguera que por encuestas preconciliares. No seré yo ahora quien les lleve la contraria a toro pasado. Su sistema no deja lugar a dudas.

Al PSOE le han caído las del pulpo, las de Jaimito, las del saco de las hostias y las de ese que sólo estaba de visita, pero que se acaba llevando la cornada en las vacas del pueblo. Se barruntaba que la peña le tenías ganas a ese mago estadista de Zetapé y sus gloriosos ministros, pero lo del domingo fue casi con nocturnidad y alevosía. Mis sinceras condolencias. Lo siento por Sonsoles y las niñas, pero no por tus colegas Sebastián, Pajín, Bibiana y compañía. Espero que algún asesor de los de nómina os recuerde que lleváis más de cinco años siendo un desastre y la gente está hasta los cojones. Pero tu mismo. Hay quien piensa que de perdidos al río. Me sabe malo por algunos alcaldes y concejales socialistas de la zona con los que trato desde hace tiempo. Sabes, no dejan de ser buena gente y a veces tampoco entienden vuestras genialidades. Este domingo les cayeron bastantes guantazos que iban sólo para vosotros.

Ya en clave de casa, no queda el PAR, la CHA y los de IU. Un saludo desde aquí para mis amigos comunistas, bolcheviques y mediopensionistas. Las batukadas eran buena idea, pero la gente no ha acabado de cogerles el punto. Qué ingratos. Lo siento por los Chunteros. De verdad, buena gente. Quizá algo idealistas, pero también se necesitan soñadores. En Alcañiz ayer estaban más tranquilos que Dios, lo que es casi de agradecer cuando la gente lleva cardiaca más de un mes. Una cosa más, José Ángel. Este domingo me eché un vermouth con algunos de la buena peña que aún tenéis por aquí y a varios se lo comenté. Como no sé si te lo dirán ellos mismos, te lo suelto yo. Tú mismo: o refundáis el partido y le pegáis un buen repaso a base de zotal y candileja o desapareceréis, cosa que no me gustaría como aragonés. De fuerza hegemónica habéis pasado a chico de los recados. Hay mucha gente que ama a esta tierra que no se conforma sólo con eso. Desde 1987 lleváis dejando un reguero del que ya se está viendo la carne podrida del cadáver. Aunque en el fondo tenéis suerte: algunos han disfrutado de muchos menos avisos.


Votad, malditos (17-5-11)

Esto de las campañas electorales tiene su gracia. Ya casi le estoy cogiendo el punto, no se crean. Hay mucho ambientecillo en las calles. Musiquillas, himnos y tal. Caramelos gratis, banderitas, lacasitos, mecheros o bolis. De seguir así, mitin a mitin, voy a ir haciendo una buena bolsa.

Este año calculo que igual ya no le tengo que suplicar mecheros gratis a mi estanquera. Personalmente, los del Pesoe están bien. Buena chispa, aunque con el gas os habéis quedado a la mitad. Cabroncetes. Y eso que aprobasteis la ley antitabaco hace poco. Hay que joderse.

Los caramelos más dulces son los de CHA. Eso sí, andan algo escasos. Campaña de bajo coste, creo que las llaman ahora. El otro día casi hubo avalancha en la plaza buscando unos cuantos. Menos mal que empujando a un par de críos conseguí robarles un puñado. Entonces vi pasar al trenecito del PAR. También cargado a tope de chavalería. Repartían ‘Bielaminas’ contra los tripartitos. Eso debe ser una de las ocurrencias que dice Biel, que en los últimos mítines está sembrado. El chiste de la barriga y la faja del otro día en Alcañiz es de lo mejor que le he escuchado últimamente. Apuesto por él para la próxima edición del Club de la Comedia. Haría un buen dúo con Emilio Aragón y Buenafuente. Sería la mejor pica en Madrid desde el Conde de Aranda.

En el Pepe van de serios. Luisa Fernanda, lo que se dice mucha gracia y espontaneidad, la tía no tiene, pero bueno, la verdad es que va siempre muy bien peinada, eso sí. A un par de tías sesentonas que tengo en el pueblo les cae muy bien y el otro día me fijé que los foulards los llevan con el mismo estilo. Según mis tías, la Rudi ganará seguro. En mi opinión, las elecciones deberían durar todo el año. Por lo menos, en la cosa esta del periodismo masoca nos divertiríamos mucho más. Durante estos días, a los reporteros nos hacen mucho la pelota. Invitaciones a comer, palmaditas en la espalda, lugares comunes y esas cosas. A algunas casi ya no se les nota los fingimientos.

Finalmente están los de IU. Personalmente son los que mejor me caen. Miren que casi estoy pensando incluso en empadronarme en Alcañiz para depositarles mi confianza otros cuatro años más. Nuestros colegas comunistas son geniales. En bicicletas no contaminantes a todos los sitios. Batukadas y bailes por las calles. Comidas populares y campaña de bajo coste. El otro día incluso la alcaldesa se marcó el baile de la Macarena con los chicos de Albada. ¡Qué ritmo! ¡Lástima no haber estado allí! La foto de las elecciones... y voy y me la pierdo. Son tan majos los tíos que no hay día que no se acuerden de nosotros en los mítines. A la menor ocasión van y nos hacen publicidad delante de cientos de personas. Y encima gratis. Hay idilios que comenzaron con mucho menos amor.


El secreto (10-5-11)

El mismo año que España perdía Cuba y Filipinas, un jovencito Pablo Ruiz se adentraba en las estribaciones de la Terra Alta catalana. Aquejado de escarlatina, ese joven de origen malagueño esperaba recuperarse de sus padecimientos viviendo unos meses entre agricultores y pastores en Horta de San Joan. Llegando el verano, dejaron la comodidad de la casa familiar y se perdieron por las montañas cercanas de formas fantasmagóricas donde los Puertos de Beceite ofrecen sus últimos estertores.

Junto a un amigo encontraron una pequeña gruta que les serviría de perfecto refugio durante los meses siguientes, donde cazaron y vivieron de comer raíces como salvajes; meses donde se bañarían desnudos en ríos heladores dejando que el agua se llevase las últimas costras de la enfermedad. Por las noches dormían sobre un lecho de hierbas y a veces cocían arroz en un enmascarado y viejo puchero. La vida era bella y simple para ese joven de apenas diecisiete años que empezaba a degustarla.

A veces pintaba. Escenas simples y cotidianas de la España rural. Ese borrico con cara triste; esas segadoras de mies; aquel labrador en la era... En febrero siguiente abandonó los bosques y volvió a la civilización con la tez morena y los brazos fuertes tras su aventura. Había descubierto el secreto de la creatividad que le acompañaría mientras viviese. Se fue a París y aquel Pablo Ruiz, se convirtió en Picasso. Una vez, poco antes de morir dijo que aquellos ocho meses habían conformado su visión del mundo: «todo cuanto sé lo aprendí en Horta». Se había dejado empapar por las visiones chamánicas de la cueva, protegido por las estrellas del cielo y alimentado por las venas que recorren la tierra.

Once años después, el todavía joven pintor regresó en busca de su cueva. Llevaba más equipaje que cuando la abandonó: le acompañaban una guapa francesa con la que vivía y dormía en pecado, un fajo de billetes que no le importaba enseñar a cada instante y una pistola. De las tres tuvo que hacer uso el nuevo Pablo Ruiz en su regreso a la Terra Alta. Por lo visto, a los habitantes del pueblo no les hacía mucha gracia que aquel español de formas afrancesadas se pasease con todo ese dinero y esa mujer por sus calles con signos de distinción.

Me confesaba todo esto y mucho más en Arens de Lledó hace un par de semanas el escritor Francesc Miralles, que ha novelado aquella aventura iniciática de finales de siglo en ‘El secreto de Picasso’. Me aseguró que la cueva seguía casi intacta, con otro nombre tal vez, cerca de un río y un viejo puente de madera. Quizá incluso albergue todavía alguna de las pinturas que emborronaron aquellos jóvenes de entonces en sus paredes. Puede que espere a su nuevo huésped; alguien perdido que vaya buscando el secreto de la creatividad.


La gran evasión (3-5-11)

Confieso que hace una semana se me escapó una sonrisilla maliciosa cuando me enteré de que medio millar de talibanes se habían escapado de la prisión de Kandahar donde se encontraban recluidos.

A todos los que nos criamos viendo a Steve McQueen fugándose del campo de concentración nazi en ‘La gran evasión’ o leyendo ‘El conde de Montecristo’ supongo que nos embarga una deuda de por vida con todo presidiario y su máxima: escapar. En este caso, los talibanes se fugaron al método tradicional, como Dios manda, (en este caso Alá): un túnel. Fue construido desde fuera hacia dentro y se calcula que los cavadores tardaron cinco meses en construir un pasadizo de 360 metros desde una vivienda cercana hasta debajo de las celdas de los prisioneros.

Me parece recordar que en ‘La gran evasión’ no fue un túnel sino tres los que McQueen, Charles Bronson, Richard Attenborough y compañía tenían preparados para su fuga del Stalag Luft III. Se llamaban Tom, Dick y Harry, aunque sólo usaron uno finalmente. Como sabrán, lamentablemente, la mayoría de los presos fugados fueron capturados por los alemanes. Tan sólo Bronson, que se escapa en una barquita y sube a un mercante sueco, y James Coburn, que consigue llegar hasta España gracias a la resistencia, consiguieron salir vivos del plan. El resto es historia del cine, y ni siquiera Steve McQueen pudo zafarse de las alambradas nazis a lomos de esa Triumph de 650 cc en una de las secuencias más épicas de la historia del cine.

No era una Triumph de 650, pero mi Bultaco de 155 cc del año 1960 hacía muy bien las veces a mediados de los noventa en el pueblo. La había visto desde que tenía uso de razón, abandonada bajo una espesa capa de polvo en el sótano de la casa de mi abuelo, por eso, en cuanto cumplí los dieciséis y supe que mi padre no me compraría la moto de mis sueños, pasé las noches sacándole brillo a sus viejos pistones. Cuando la conseguí encender tras muchos intentos, aquel sonido pasó a convertirse en la banda sonora de mi adolescencia, junto a algunas cicatrices en mi espalda al intentar saltar con una moto de más de cien kilos de puro hierro. También mi padre, que siendo sinceros nunca tuvo mucha confianza en mis progresos de rehabilitación de ‘su’ moto, quiso imitar una vez a McQueen quitando el caballete mientras quemaba rueda trasera, para disgusto de mi madre y del foco delantero.

Ernesto Sabato también sabía mucho de aventuras, evasiones, héroes y túneles. Como aquella Bultaco de 155 cc en los años en que los cascos no se estilaban y los picoletos nos dejaban crecer libres e insolentes, el mítico escritor argentino acompañó buena parte de nuestra adolescencia con sus novelas de amor y misterio. Murió a sus casi cien años el mismo día que Estados Unidos capturaba a Osama Bin Laden. En su despedida, uno sólo espera que como Steve McQueen al final de ‘La gran evasión’, siga saltando alambradas por el cielo y planeando su próxima fuga.


Herejías (26-4-11)

Sinceramente, no tengo especial pasión por la Semana Santa. Ni en el Bajo Aragón, ni en el resto de España. Decir esto en Alcañiz y dos días después del Domingo de Resurrección quizá sea una blasfemia, pero ya disculparán los acérrimos. Piensa uno que las creencias, uno las vive como Dios le da entender, y el apaño que tengamos Nuestro Señor y un servidor se queda entre ambos.

No se si me explico, la verdad. Homer Simpson creo que lo entendería. Una vez que quiso vivir en la blasfemia y no ir a misa los domingos tuvo un encuentro con Dios: «Señor, no soy un mal tipo, trabajo duro y quiero a mis hijos. ¿Por qué tengo que pasarme medio domingo escuchando cómo me voy a ir al infierno? Sabes Homer, a veces yo también quisiera tener tiempo para ver un partido de fútbol...»

Y es que Dios debe ser un buen tipo al fin y al cabo; no se explicaría de otro modo viendo el panorama actual. Lo que no sabemos es qué pensará de todo esto de la Semana Santa. Creo que diría: «Para qué tanto», con miles de pueblos sacando reliquias de una y otra parte del mundo estos días a pasear: un mechón del Espíritu Santo allí, un trozo de la cruz allá, un dedo del pie derecho de Santo Tomasín, una uña de Santa Encarnita, un trozo del prepucio de San Cucufate... No sé si todo este desfile de cacharrería religiosa y aspavientos le molaría, pero bueno, supongo que Dios también es un tío comprensivo y dejará hacer a cada uno. Una vez le preguntó su hijo a Homer Simpson que cómo era Dios. «Dentadura perfecta, huele bien... Lo que se dice un tipo con clase». Yo también me lo imagino algo así: un tipo con clase que fuma en pipa y bebe gin-tonics.

Pensaba en todas estas herejías el otro día leyendo un reportaje de los santos griales que hay desparramados en el mundo. Según la leyenda, José de Arimatea, fue quien se hizo cargo del cuerpo de Cristo para enterrarlo y se quedó también en posesión del cáliz utilizado por Jesús en la Última Cena. Mientras estaba lavando su cuerpo, preparándolo para la sepultura, José recogió en el cáliz la sangre que salía de sus heridas. Luego se le perdió la pista durante siglos. Los caballeros iniciaron las cruzadas en su busca. Se dice que quizá estuvo protegido en las altas cumbres de la provincia de Huesca protegido por los monjes de San Juan de la Peña y que es el mismo que hoy descansa en la catedral de Valencia. Otras muchas ciudades dicen que el suyo es el bueno, faltaría más. Incluso Dan Brown se hizo rico y famoso escribiendo que el Grial no era una copa, sino el vientre de la mujer de Jesús. La verdad, yo tampoco estoy muy seguro de que el Santo Grial sea una copa. Ni que todas esas cosas que sacamos en Semana Santa le complazcan demasiado. Aunque jamás se lo diré a nadie. Supongo que a Dios no le importará incluirlo en el mismo trato.


La palabra olvidada (19-4-11)

A pesar de que afortunadamente España ha estado siempre protegida por titanes del idioma como Quevedo, Cervantes, Gracián o María Moliner, es descorazonador el poco partido que les han sabido sacar el resto de la sociedad, especialmente sus gestores: en otro tiempo reyes, luego militronchos y ahora políticos.

Resulta curioso lo poco que se emplea hoy en día algunas palabras, muchas de ellas muy bellas: ababol, acabose, barrabás, bandarra, candongo, chandrío, cipote, esgalamendrada, zarrio, zampabollos... Otra que en España tampoco se usa mucho últimamente es dimitir. No tanto en el lenguaje como en su puesta en práctica. Dicho de otro modo: aquí no dimite ni Dios. Ya pueden haberle pillado a uno con el carrito del helado, con las manos en la masa o colocadas discretamente en la pantorrilla de su secretaria,que por estos barrios esa palabra no se estila.Es lo que tiene aquella genialidad fragatina-iribarnesca: «Spain is different», que algunos se lo tomaron muy en serio.

Es una más de las numerosas imperfecciones de esta mierda de democracia que se ha ido fraguando en España en los últimos treinta años, con una clase media ovejil muy poco contestataria, unos partidos políticos corruptos hasta el tuétano, unos sindicatos apesebrados y unos medios de comunicación agarrados por los huevos. Consecuencia de todo ello ha sido generalizar taras, tanto éticas como sociales, que si en la empresa privada son más entendibles, no admiten sustento posible en el sector público.No dimitir nunca, ni aunque lo lleven a uno al paredón. ¡Bendito sea Dios! ¡Qué amor al cargo! Si Santa Teresita de Lisieux hubiese tenido el mismo amor por Jesucristo que nuestros políticos por pisar la moqueta, se hubiese convertido en la primera papisa de la historia, sobre todo tras el acto de fe que la pobrecica religiosa tuvo que soportar en su lecho de muerte.

La dimisión, más que como una renuncia por responsabilidad, coherencia, valentía o bemoles, en nuestra democracia bananera se entiende como un fracaso, y salvo honrosas excepciones, un drama por el que ninguno de nuestros Camps, Zetapes, Juanguerras, Manuelchaves y demás tribu urbana de hojalateros está dispuesto a pasar jamás. No vaya a ser que el hueco dejado, ocupado por tan imprescindibles notables, sea rellenado enseguida por otros mierdas igual de dispuestos. Aunque para ello a algunos no les importe dejar esto como una escombrera; un solar baldío en el que ya no críe ni la malahierba, si mientras tanto pueden seguir viviendo de ello y vean como el farrajo -por cierto, otra de las bellas palabras perdidas en el tiempo- lo devoran hasta los buitres y no dejan de ello ni siquiera el tuétano de sus huesos.


El descubrimiento (5-4-11)

El primer día de abril de 1961, un trío de chavales catalanes imberbes escarbaron con sus manos un poco de tierra para agrandar lo que parece una simple gatera por donde se escapaban las liebres. El menor de los hermanos Subils se adentra rumbo a lo desconocido en el agujero.

Francesc Cardeña observa atento y callado la jugada mientras el sol primaveral calienta las paredes de roca que se alza sobre ellos. Poco a poco, ve como desaparece su cuerpo. Primero la cabeza; luego el tronco; y finalmente sus pies. Ha entrado. La luz del carburo apenas deja entrever el mágico caos de estalagmitas que se alcanza a ver al fondo. El suelo está húmedo y frío. La tierra aún suda los fríos de un cercano invierno que todavía no se ha ido de sus entrañas.

Un par de metros más y parece que el techo de la gruta se alza. El chaval veinteañero, alto y delgado como un fusil, consigue ponerse en pie. Camina con sigilo por una especie de pasillo alfombrado de estalagmitas que dificultan sus pasos. Cardeña y su hermano José han conseguido seguirle. Las tres llamas de los carburos se juntan de nuevo. Al fondo se vislumbra algo que brilla al enfocarlo. Es la pátina de agua que enseñorea las paredes. Unos pasos más y aparece ante ellos la maravilla del caos que la naturaleza ha protegido durante milenios.

Bendito sea Dios todopoderoso. A los tres chavales, poco aficionados a los sermones del cura, no se les ocurre otra cosa que hincar sus rodillas en el húmedo suelo y buscar en su memoria alguna oración de agradecimiento y reverencia para los dioses. Sólo ellos tendrán el privilegio de contemplar esa maravilla del mundo forjada por la paciencia infinita de los elementos y salir vivos para contarlo. En las siguientes horas no habrá apetito ni sed. Tan sólo hambre por descubrir aquellas galerías majestuosas de formas imposibles que jamás han sido contempladas por el hombre.

Creo que fue Arthur C. Clarke quien dijo algo así como que «La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible». Este viernes, cincuenta años después de aquello y adiestrado por Clarke, intento que Subils y Cardeña rememoren al calor de un café de primavera esas primerizas sensaciones. A pesar del tiempo, siguen estando frescas en su memoria, como el agua que se filtra al interior de la gruta después de un viaje eterno. «No hay nada como esa emoción», explican a dúo los dos hombres. A pesar del tiempo, siguen sin encontrar las palabras exactas que sean capaces de definirlo. Cincuenta años. Medio siglo en lo que todo ha cambiado. Muchos se han ido y otros muchos más han llegado a este teatro del mundo, pero sus ojos pícaros todavía siguen reflejando en las retinas aquella imagen virgen de la belleza.


La tierra macho (29-3-11)

Juan Diego Quesada desembarca en Alcañiz y entra en un bar. Pide un café y ojea el periódico La COMARCA. Mira las fotos y se fija en la contraportada en la que aparecen en una fila un grupo de brigadistas de Alcorisa.

Se apunta en su libreta el nombre del periodista y llama por teléfono a la redacción. «No está por aquí; le dejo nota de que ha llamado. ¿De EL PAÍS me dice?». Luego come en el hotel e intenta dormir un poco tras el largo viaje desde Madrid mientras vuelve a ojear los periódicos en la cama. Al final lo localiza en el funeral de Alcorisa. «Muy buenas, soy Juan Diego, y preparo un reportaje sobre lo sucedido». El periodista de casa estrecha su mano e intenta ponerle al día. Le cae bien el reportero. Acento andaluz, prudente y más perdido que un pato en un garaje. Le da algunos consejos de enfoque. «Estás en el lugar más desolado de España. Mira a tu lado y dime que ves. Nada. Exacto. Miles de hectáreas donde sólo habita el olvido. Esa es la mirada que te tienes que llevar a Madrid, donde sólo conocen de aquí que se cría un buen jamón y algo de la leyenda de unos amantes». Juan Diego asiente y saca su pequeña libreta. Apunta algo que el periodista le ha dicho sobre la desesperación, de Buñuel, del surrealismo o de la soledad, y vuelve a escuchar.

El de casa le habla de las sierras devastadas, de la despoblación inmensa, de las parameras montalbinas, de viudas llorando e hijos que nacerán. Del olvido. Le da unos retazos de la guerra civil. Batalla de Alfambra y eso. Del frente de Belchite. Del maquis y del no me cogeréis vivo. Juan Diego sigue a la escucha y sólo asiente, intentando asimilar que significa todo eso en una tierra que le resulta extraña y fría. «Una tierra macho», le resume el periodista de casa. «Haz que la gente se empape de eso». Tierra macho, anota Juan Diego en su libreta mientras la subraya y piensa que ya ha reunido una par de hojas de conceptos sueltos en los que jamás había pensado cuando su redactor jefe lo mandó a Teruel a cubrir la tragedia de un accidente de un helicóptero.

Por la noche, los periodistas vuelven a juntarse y Juan Diego invita a un par de cañas. Pregunta esto y lo otro, se apunta unos teléfonos y el compromiso de que le cedan las fotografías que ya han salido publicadas. Luego se despiden. Se intercambian los contactos y se desean suerte. Un día más en la zona y luego de vuelta a Madrid, donde no escuchará los versos de Miguel Hernández que se llevó el viento y donde espera la noche de cierre y las rotativas. El viernes llama al periodista aragonés varias veces. Incluso le envía el reportaje para que lo lea antes de publicarlo. El periodista de casa le aconseja aquí esto y allá lo otro, y no le dice la verdad del todo cuando le preguntan que si le gusta. Juan Diego Quesada, a pesar de la distancia, nota el tono piadoso pero no dice nada. El domingo, los lectores de EL PAÍS leen el reportaje sobre qué significa morir en las tierras de Teruel. Aparece Buñuel de soslayo, los hijos que vendrán ahora y leerán eso el día de mañana. Pero la tierra macho permanece incógnita; desesperada, maravillosa y cruel. Subrayada en la pequeña libreta, pero desconocida al fin mientras grita al cielo contra su olvido.


El Apocalipsis (15-3-11)

Tengo un amiguete de esos a los que les respeto el anonimato que anda estos últimos días algo más nervioso de lo que en él es habitual. Es por lo de Japón, ese Apocalipsis televisado a 8.000 kilómetros de casa que ha convertido al país más organizado y disciplinado del mundo en un barrizal con miles de muertos.

A mi colega, desde que lo conozco, y ya van a hacer más de diez años, le llevo escuchando siempre la misma matraca: «el fin se acerca...», «la ola llegará...», y así. Tiene la teoría de que las tres cuartas partes del mundo que conocemos perecerán ahogadas por un tsunami en los próximos años. No se crean que será una ola pequeñita de apenas 10 metros como la de Japón. No, que va. Mi colega tira siempre con posta. Ha calculado que para que haga un buen barrido por el patio debe de tener unos tres kilómetros de altura. Con ellos podría hacer reventar la cordillera del Himalaya y arrasar las estepas asiáticas. En América ha calculado que tan sólo quedarán a salvo pequeñas comunidades inaccesibles de Los Andes y algunas tribus de las Montañas Rocosas. A Europa y por supuesto a África le augura mala pinta. Excepto los Pirineos, el Moncayo y la cueva de Covadonga, no cree que quede piedra sobre piedra. Le sabe malo por Italia, pero no por los franceses. Cuestión de gustos.

Según la teoría del Apocalipsis a la aragonesa de mi amigo, será un meteorito y no un terremoto el causante de la hecatombe. Algo así como el Armageddon de los dinosaurios; el Waterloo de la especie humana. Mi colega ha hecho sus cálculos y, hace unos meses, con unas cervezas de más él y yo -eso sí- me explicaba incluso los dos lugares más probables donde hacer diana, es decir, agua, es decir, u océano Pacífico o Atlántico. Últimamente se decanta por el Pacífico, pero esto va según los días, no se crean.

El caso es que siempre me explica que el único lugar seguro para la ola gigante será estar bajo tierra. En una especie de búnker a prueba de todo que resista el bolinchazo inicial. Ahora que recuerdo una vez me dibujó incluso un croquis mientras me daba unas nociones de geomorfología y de qué materiales eran mejores para esto y lo otro. No me hagan mucho caso, pero de lo poco que recuerdo me suena que el Moncayo no era mal sitio. También me nombró algún sitio por los Puertos de Beceite y el Maestrazgo.

La verdad es que antes no le hacía demasiado caso, pensando que eran simplemente rarezas de su genialidad. Sin embargo, lo de Japón me ha hecho acordarme de nuevo de la serenata. Ya no me parece tan descabellada. Pensándolo bien, acabo de escribir esto y le llamo. Le invitaré a unas cañas con alguna buena excusa y como el que no quiere la cosa le insistiré y a ver si me enseña qué tal lleva la construcción del búnker. También sería gordo que Teruel fuese nuestro último refugio y no lo supiésemos.


El crematorio (8-3-11)

En mi opinión llega diez años tarde, pero aún así tengo ciertas ganas de ver cómo retrata la España de la corrupción la serie ‘Crematorio’, según su publicidad «un retrato sin concesiones de lo que ha ocurrido en España en los últimos años».

Lo que he leído hasta ahora dice que toma como base la novela del mismo nombre del escritor Rafael Chirbes, y narra el proceso autodestructivo de Rubén Bertomeu, convertido en un sádico empresario de la construcción que maneja los hilos de un pueblo de la costa levantina azotado por la fiebre del ladrillo.

Me imagino que por allí desfilarán a partes iguales una ensalada de promotores, arquitectos, constructores, políticos y algún que otro propietario de puticlub, que es donde verdaderamente se cerraban y se cierran muchos negocios en España. Todo ello bañado por la corrupción, esa savia que recorría las venas de toda la sociedad estos años atrás aplastando cualquier atisbo de prudencia y decencia.

La película ‘Son de mar’ ya anticipaba a su manera esta plaga levantina hace ahora una década. Sin embargo, la cosa no es nueva. Quizá tenga los matices churriguerescos de la España que nos ha tocado sufrir, pero el asunto es tan viejo como el hombre. Los griegos, que se tomaron la licencia de llamar al resto del mundo bárbaros, ya lo anunciaban en boca de Epicuro: «¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia».

Hace años, durante un tiempo corto pero intenso por razones que no vienen al caso, viví en la costa levantina en un lugar que no diré cuando el ladrillo estaba en todo su apogeo. Aliñado con el trasvase del Ebro y con las rusas recogiendo fresas por Huelva, eran los años donde mucha gente vivía al día, gastando los dineros a espuertas, como nuevos ricos. No era difícil ver a chavales que se habían salido sin terminar la EGB, o como se llame ahora, para trabajar en el gremio. Paseaban a sus bemeuves y a sus chicas poligoneras los fines de semana y creían que estudiar era cosa de pobres. Muchos de ellos andan ahora con eso de que el culo me duele. Con el buga a medio embargar y de vuelta a casa de los papis porque la vaca ha dejado de dar leche.

A esta fiesta enladrillada se apuntó mucha gente. En este bendito país, como no, nuestros queridos ayuntamientos de todo signo miraban encantados el sainete y no le hacían ascos a este maná en forma de licencias de obras que entraba todos días por la puerta. Así, era muy edificante ver cómo concejales o alcaldes semianalfabetos se hacían ricos de la noche a la mañana tirando de recalificación vía PGOU. Todo eso pasó, sí, y se consistió, eso también. Por eso ahora, cuando las cosas vienen mal dadas para muchos, hay gente que también se alegra. Conozco a unos cuantos. Creen que para levantar un país semidecente primero hay que destruirlo, aunque en sus cimientos se acumulen millones de lustrosos cadáveres, reventados por la gula y la codicia que nos infectó a todos.


La navaja (1-3-11)

Ahora que ya sabemos los ganadores de los Oscars, no está mal desvelar las cartas con las que jugaba cada uno. Creo que no competía entre las cintas nominadas a mejor película, pero mi preferida era ‘127 horas’, un film desgarrador y un alegato sobre la capacidad de supervivencia del ser humano.

Basado en el relato autobiográfico de Aron Ralston, que fue record de ventas en Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda, ‘127 horas’ plasma en imágenes la hazaña durante cinco días de un joven montañero con un brazo atrapado por una roca en una grieta perdida del desierto de Utah. Sin agua, sin comida y sin contacto posible con el exterior, después de 127 horas luchando por no morir, Aron Ralston tomó la traumática decisión de cortarse el antebrazo si quería salir de allí con vida.

Dicen que durante la proyección de esa escena hubo desmayos en los cines debido al realismo con el que el filo del cortaúñas penetra en la carne y secciona los tendones. No sé si es para tanto, la verdad. Lo que sí que me pareció rotundamente impactante fue su mensaje final: “no perdí un brazo, sino que gané una vida”, aseguró su protagonista en alguna ocasión, que volvió a escalar y a practicar alpinismo tras el suceso.

‘127 horas’ me recordó la historia de Joe Simpson, un escalador muy famoso durante los años noventa que también relató su experiencia al límite con la muerte durante una ascensión en los Andes. El libro se titulaba ‘Tocando el vacío’ y fue una especie de biblia entre la comunidad montañera de aquella época por la sinceridad y el desgarro apasionado con el que estaba escrita. Creo que es uno de los mejores relatos que he leído jamás. Por resumir la historia: en el descenso del Siula Grande, un pico en Perú que no había sido escalado, Simpson y su pareja de cordada, Simon Yates, tuvieron un serio percance, lo que les obligó a bajar arrastrándose uno a otro atados mediante una cuerda. En un momento determinado, Yates tuvo que tomar la trágica decisión de cortar la cuerda que le unía con su compañero si no quería ser arrastrado al vacío. Simpson voló treinta metros de altura y cayó en una grieta de hielo. Su compañero le dio por muerto y bajó desolado al campo base. Pero milagrosamente un puente de nieve amortiguó la caída y Simpson sobrevivió. Durante los tres días siguientes se arrastraría como un reptil por campos de rocas y hielo en busca de la salvación.

Ambas historias tienen demasiadas coincidencias entre sí: situaciones límites donde el hombre saca lo más noble que hay en él y sendas epopeyas que están en los anales del alpinismo y de la supervivencia. También comparten un mismo aparejo: una simple navaja. No creo que sea tan sólo una simple metáfora; la mayoría de las veces caminamos tan a ciegas por el filo de nuestras vidas, tan obnubilados siempre, que tan sólo despertamos cuando sentimos que nos caemos por el precipicio al vacío.


De cámaras, fotógrafos y noticias (22-2-11)

Es curiosa la percepción que tiene la gente con los medios de comunicación. Resulta relativamente frecuente que cuando se enteran que uno es periodista empiecen a despotricar contra los periódicos, contra quienes los hacemos, la telebasura, las belenesesteban, los jorgesjaviervazquez y Maríasantísima.

El arriba firmante escucha a diario comentarios de la peña, a veces se anota en la sesera lo que considera conveniente porque piensa que muchas veces ese pavo tiene bastante razón y otras tantas, que tiene delante a un cretino o a una cretina, según se estile.

Según mi experiencia, los comentarios surgen fundamentalmente por dos cuestiones: por malicia o por desconocimiento del funcionamiento interno de un medio de comunicación. Intentaré explicarme. Al lector, al radioyente o al tío que se traga lo que eructa la televisión, lo que le llega siempre es el resultado final. Raras veces se para a pensar cómo surge todo aquello y porqué un acontecimiento se convierte en noticia. Los pasos intermedios. Así pues, la peña en general se enfrenta al dilema existencial de una página de periódico donde lee muchas veces lo que no le gusta, o ve o escucha lo que no desearía.

Pensaba en todo ello este fin de semana cuando las televisiones mostraban algunas de las escasas imágenes de lo que está pasando en Libia. La Policía de Gadafi tirando a dar a los manifestantes en las calles; apuntando de cintura para arriba, para que no falle la cosa. Sin pestañear. Esto lo pudimos ver en occidente porque un pavo, seguramente algún chaval veinteañero de los que están promoviendo las movilizaciones, se jugó sus pelotas junto a su cuadrilla y mantuvo el tipo mientras enfocaba su teléfono móvil hacia la gente que se retorcía en el suelo tras ser ametrallados. Me imagino que luego se guardó el teléfono en el bolsillo y acudió a socorrer a los compadres.

Ahora bien. También me imagino que conociendo el percal, no faltarán tampoco ahora cantamañanas de barra de bar o de universidad, de esos que jamás han tenido que cubrir una noticia pero se permiten dar clases a los demás, abogando por el mireusted de la ética de las imágenes. Como si la cosa fuera tan fácil. Miren si no que ha hecho Gadafi cuando se le ha montado la pajarraca en casa: cerrar la frontera a la prensa extranjera y apagar internet. No quiere testigos. Y claro, la prensa de allí se lo monta como puede. Sin embargo al Manolo o a la Encarni le resultará fácil criticar el tembleque en la mano del fotógrafo o del cámara viendo las imágenes por la tele, echado largo o larga en el sofá mientras se rascan los huevos o la bisectriz. No conviene demasiado pararse a pensar un segundo siquiera cómo se las habrá tenido que ingeniar ese chaval árabe para enviar esos treinta segundos borrosos en los que sus amigos de toda la vida del barrio fueron ametrallados en plena calle.


Zacarías Navarro, el Águila del Bajo Aragón (15-2-11)

Alcañiz tiene deudas con muchas personas, pero una de las más fragantes es con Zacarías Navarro, inventor de aviones, pionero del vuelo sin motor, mecánico, boxeador aficionado, torero, fotógrafo, ciclista y personaje de novela donde los haya.

Mi compadre Darío Vidal, aviador también, ya me había hablado de él hace unos meses en una de sus instructivas maestrías, pero fue hace apenas unos días cuando uno de sus sobrinos me contó su historia y me dejó unas cuartillas en las que uno de sus nietos veinteañero había empezado a esbozar la biografía de su abuelo, recopilando fotografías y cartas y respigando información entre sus familiares.

Zacarías Navarro vio la luz en el difícil año de 1909 en Alcañiz. Pronto entró a trabajar con su padre Andrés en la reparación de carreteras y participó en la construcción del puente de la Alberca, que salva las aguas del Guadalope procedentes de Castelserás. Allá por los años treinta, el inquieto joven se hizo con una de las primeras motos que se vieron por la zona. Los zagales de Cretas la llamaban la ‘bicicleta de foc’ cuando la veían aparecer en busca de los escarceos amorosos con la que luego sería su esposa Magdalena. Ya por entonces llevaba la nariz rota, consecuencia de su afición al boxeo y las apuestas con uno de sus amigos, Luis Soria.

Tras la ‘Belle Epoque’ y los felices años veinte, empezó a aficionarse a esos primerizos aparatos que imitaban el vuelo de los pájaros. Los veía pasar de largo en algunas de las extrañas ocasiones que se dejaban ver por los cielos bajoaragoneses. Zacarías Navarro, como años antes hiciese otro español soñador, Juan de la Cierva, inventor del autogiro y genio autodidacta, desechó siempre los comentarios e ignorancias de un pueblo que ya entonces tildaba de locura aquella pasión que apenas alcanzaba a entender, y con un manojo de tablas y clavos se fabricó su primer planeador sin motor. Luego vendrían los duros años de la guerra, donde estuvo preso en varios campos de concentración y sufrió las penalidades del hambre. Pero después del horror regresó la calma, y el genial grupo de aficionados alcañizanos volvió a reunirse alrededor del aeródromo de ‘La Salada’. Un camión y unas gomas les bastaban para elevar el aparato a los cielos bajoaragoneses.

Zacarías Navarro murió en un accidente de tráfico mediando los cuarenta con su avión sin motor, como era su destino. Un golpe de viento al tomar tierra desvió su trayectoria y acabó con la vida de un hombre que estaba llamado a entrar en los anales de la historia movido por la fuerza de su intrepidez y su pasión. Alguien dijo que recordar es volver a vivir. No olvidarle seis décadas después y esgrimir su nombre de nuevo a las nuevas generaciones era algo que Alcañiz no se podía volver a permitir.



El hombre más famoso del mundo (8-2-11)

Durante un tiempo, el hombre más famoso del mundo fue un español. Se llamaba Manuel Benítez y era cordobés. Y torero. Y loco, y extravagante, y genialmente simpático.

En esas décadas de mitad del siglo pasado, la revista norteamericana Life era la que sentaba el canon de quien estaba en boga a través de un fotoperiodismo de autor donde publicaban los mejores y más caros escritores acompañados de los fotógrafos más incisivos. En el año 1965, además de las andanzas de los hermanos Kennedy y las minifaldas de Brigitte Bardot lo que de verdad estaba de moda en el mundo era ese español rubio que llenaba las plazas de toros como nunca antes y paralizaba al país delante de los televisores en blanco y negro. Era su hombre.

Años antes, un perspicaz vendedor de mariscos que quiso ser torero pero se quedó en novillero de segunda y que había visto y oído todo en la vida, empezó a forjar su leyenda. Se llamaba Rafael Sánchez Ortiz, aunque todos lo conocían como ‘El Pipo’ y fue su primer apoderado. En una de las campañas publicitarias más geniales y sencillas del siglo XX, consiguió elevar a mito mundial a ese campesino analfabeto al que la Guardia Civil molía a palos en su pueblo cada vez que saltaba un cercado, al joven descamisado que quería devorar la vida a dentelladas. Fue él quien se encargó de crear la leyenda del ladrón de gallinas y del rebelde del flequillo rubio que saltaba de espontáneo a las plazas solo ante el peligro sin que ni siquiera hubiese tomado la alternativa. También era el que mentía a los periodistas lo que querían oír sobre ese chico que mordía a los toros, se les subía encima y les daba puñetazos en los lomos si hacía falta por huir del hambre.

El tiempo de esa fotografía que inmortalizó para siempre a ese loco español con la sangre suya y la del toro chorreándole por la cara mientras enseñaba al mundo su dentadura blanca como el marfil, era también el tiempo de la España donde se reunían los artistas. El país violento, pobre y genial que se quitaba las legañas tras años de miserias y guerras. El lugar donde Clint Eastwood aprendía a fumar los cigarros por las parameras de Tabernas y donde El Lute se fugaba de la enésima prisión a fuerza de caminar o reventar. El lugar donde no había limites a las locuras y donde Ava Gardner se dejaba la vida entre whiskeys y Dominguines mientras Hemingway y Orson Welles apuraban las últimas caladas a sus vidas.

Mientras tanto, Manuel Benítez ‘El Cordobés’ aprendía a leer, a escribir y a vivir. Y sonreía siempre enseñando sus blancos dientes al mundo. Y comenzaba a ganar y gastar el dinero a espuertas siendo “el hombre más famoso del mundo”. Y al resto de la humanidad le encantaba ver a ese campesino alocado, desarrapado y genial que lo cambió todo y lo revolucionó todo sin quererlo mientras se jugaba la vida cada tarde a la ruleta rusa frente a un toro que raras veces le sonreía.


El tesoro (1-2-11)

En mayo de 1925, el bravo coronel inglés Percy Fawcett se introdujo en la jungla brasileña por octava vez y última vez. Armado con un par de machetes, su revolver y un extraño manuscrito en portugués, iba en busca de El Dorado, la mítica ciudad de Oro que volvió locos a decenas de aventureros españoles cuatro siglos antes.

O de la ciudad Z, como a él le gustaba llamarla. Se fiaba fielmente de que el jesuita español José de Acosta jamás se hubiera permitido mentir en el relato de una de las primeras expediciones que recorrieron el Amazonas: “Corre este río desde las sierras del Perú, de las cuales coge inmensidad de aguas, de lluvias y de ríos, que va recogiendo en sí, y pasando los grandes campos y llanadas del Paytiti, y del Dorado, y de las Amazonas, sale, en fin, al océano y entra en él cuasi frontero de las islas Margarita y Trinidad (...)”. Le acompañaban a Fawcett en su aventura su hijo Jack y un amigo de éste, Raleigh Rimmell, que quería ser actor de Hollywood y besar a mujeres rubias a su regreso. La leyenda dice que murieron en el intento, atrapados por una tribu de arumás, suyás o de jíbaros en la zona alta del Mato Grosso, en el curso alto del río Xingú. Después de él, algunos siguieron sus pasos y también fracasaron en el intento.

Dos siglos antes, el alcañizano Pedro Juan Zapater dejó escrita en el año de 1704 una monumental obra sobre la historia de su ciudad, sus gentes, sus monumentos y sus iglesias. Durante siglos fue tachada por demasiados de inexacta, por los muchos errores que sin duda alberga, pero pocos dudan de su valía. El otro día me comentaba un periodista una sugerente idea de por dónde podría venir el enigma escondido en su título de ‘Thesorera’. Según los expertos, en árabe Alcañiz no significa “lugar de cañizos” como se ha dicho siempre, sino “el lugar del tesoro”. Otros consideran que se refiere a “sinagogas”, ya que cuando entraron los hijos de Mahoma en la ciudad ya vivían en ella algunos judíos.

Está por ver si Zapater sabía de ello, o de si lo dejó escrito en su libro. Algunos románticos locos que conozco todavía andan buscando ese tesoro. Otros intentan corregir, pulir y publicar de una vez por todas la monumental obra del notario. Sin suerte hasta ahora, pero no por ello desfallecen. El tesoro sigue sin aparecer y la ‘Thesorera’ sigue sin ser “descubierta y vengada de las injurias del tiempo”.

El pintor Virgilio Albiac también buscó durante toda su vida una suerte de El Dorado americano. Al contrario que Percival Fawcett, el artista de Fabara no lo buscaba por junglas peruanas, brasileñas ni bolivianas, pues siempre supo donde se encontraba su tesoro: entre aquellas lomas raídas a caballo entre el Ebro furioso y ese Matarraña vencido; entre esos almendros en flor y aquellos olivos centenarios que lo acompañaban desde su niñez. Albiac, el pintor total, el acuarelista fino, romántico y evocador, nos dejó el viernes a los 98 años. Su obra perdurará siempre, dispersa en cientos de lienzos que embellecen las paredes de las casas y nuestros museos, recogiendo con unos sutiles brochazos, con un golpe de color, las formas y la esencia que deja entrever un paisaje y una tierra, a veces pálida, discreta o muda, pero que cría tesoros y alienta buscadores de quimeras.


Haraquiris (25-1-11)

Espero que esto guste a los seguidores de Paulo Coello, pero a Dios pongo por testigo que no pienso en él precisamente mientras tecleo estas líneas. Cuentan las crónicas de la historia que, tras un primer intento fallido, el 25 de abril de 1911, el gran novelista italiano Emilio Salgari tomó un cuchillo y se practicó un corte en el vientre según el rito japonés del seppuku. Dejó tres cartas manuscritas a modo de despedida.

Una destinada a sus hijos, otra para los directores de periódico de Turín y otra para sus editores. Ésta última era bastante explícita y ponía de relieve la certeza de aquella genialidad de Konrad Adenauer: “Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Decía así la misiva de Salgari: “A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari”.

Esta carta fue la versión trasalpina del ‘yuigon’, los poemas de despedida que los samurais dejaban escritos en sus abanicos de guerra. Uno de los más famosos y bellos que se han escrito nunca lo compuso Minamoto no Yorimasa, un samurai japonés del siglo XII que abanderó a los ejércitos en las guerras civiles. Y dice así: “Como un árbol fosilizado/ del que no se esperan flores/ triste ha sido mi vida/ destinada a no producir ningún fruto”.

Esta práctica del suicidio ritual fue cosa común entre los samuráis, que preferían entregar su vida con gloria que verse deshonrados. Formaba parte del código guerrero del bushido, que reunía siete principios fundamentales: ser honrado y justo (sólo existe lo correcto y lo incorrecto); valor heroico (álzate sobre las masas de gente que temen actuar); ten compasión; se cortés (no hay necesidad de demostrar siempre la fuerza); honor (el auténtico samurai sólo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo); sinceridad absoluta (hablar y hacer son la misma acción); deber y lealtad (la palabra dada es como las huellas; puedes seguirlas allá donde él vaya).

Por aquí, los suicidios ejemplares no nos son tan desconocidos. Las Cortes franquistas se hicieron el haraquiri en 1976 votando a favor del proyecto de ley y firmando su acta de defunción. El ideólogo de aquello fue Torcuato Fernández-Miranda, a quien la democracia española nunca estará lo suficientemente agradecida de haberlo tenido cerca aquellos difíciles años. Claro que no todos los suicidios han sido tan poéticos ni generosos. Hemingway se voló la sesera con una escopeta de caza cuando supo que estaba dejando de ser Hemingway. El poeta norteamericano Dylan Thomas se calzó 18 bourbon en hora y media para batir una apuesta tras una noche todavía más alcohólica. Ni que decir tiene que ganó. A pesar del trance, Dylan Thomas lo debió pasar un poco mejor en sus últimos momentos que la también poetisa Charlotte Mew, que el último sorbo que probó fue el de una botella de Lysol, un desinfectante vaginal de la época.


Bogart lo tendría crudo (18-1-11)

Ahora que los socialistas no nos dejan fumar, ahora que está mal visto el beber, ahora que no me comprendo, sólo nos queda leer. Joder, me ha quedado un puñetero pareado de mal poeta advenedizo y fatal. Aunque ya puestos, tampoco pasa nada.

Con esto de la nueva ley antitabaco -yo sigo a lo mío, aunque gracias por los consejos, Rufino- los fumadores parecemos apestados. Pides la cerveza o el cubata y te sales a la calle, donde los de la tribu nos quedamos mirando y ponemos a parir al gobierno, mayormente. Dices tal y cual y te replican que sí, y que sus señorías se podían meter sus leyes por aquí o por allá o que, puestos a emigrar, en tal país no se estará tan mal.

Aunque hay cosas buenas, ostias, porqué no decirlo. Y también las fumadoras salen a las puertas dejando a sus sanos novios en la barra. ‘Smirting’ han llamado a la cosa los yanquis; una mezcla anglosajona de fumar y flirtear. Y claro, la cosa se complica. Entre el “¿no llevarás fuego?” y la tontería de “me he dejado la cajetilla en el bolso” la cosa se va liando, y poco a poco, da tiempo a confesiones, complicidades longitudinales y tabaquiles, y todo eso.

Y ese novio tan sano de gimnasio y colonia se mosquea de esperar y se le empieza a quedar cara de tonto en la barra, mientras el grupo de tabaquistas en la puerta aumenta. El otro día mismamente, estábamos más gente alrededor de una estufa afuera del bar que aspirando el limpio humo de adentro, lo que da que pensar en la anormalidad, la lógica y la irrealidad de este bendito país.

Se llega a establecer una complicidad muy sana entre humos y ceniza de gente con el vicio del fumeque, y esos que antes habían pensado en dejarlo, ahora que lo han prohibido no les da la gana, aunque sólo sea por llevar la contraria al gobierno. Y así pasa, claro, que al final sale el novio con sus malos humos a la puerta buscando a su fumadora. Pero la chica está protegida por todo el clan de apestados, y el novio, con su gimnasio y su colonia no se atreve a rechistar, claro. Abre la puerta, mira el panorama y se vuelve para adentro como diciendo: “si ya me lo decía mi madre que me buscase una chica menos viciosa”.

En una película que ahora no me acuerdo le preguntaban a Humphrey Bogart por su nacionalidad. “Borracho” respondió el genio neoyorkino. Evidentemente Bogart no era ningún borracho ni mucho menos, simplemente era un outsider al que le gustaba llevar la contraria. No lo podía atar ningún burócrata de Washington y por eso creo un estilo propio. Su postura vital fue tan potente como inimitable su mueca trágica ante la vida, sólo a la altura de su individualismo y la lealtad a sus amigos. Tengo curiosidad por saber cómo solucionarían esto él y Lauren Bacall con elegancia. Dijo Balzac que la elegancia es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, pareciendo que se hace todo de la misma manera que ellos. Ahora a los jóvenes los prefieren domesticados y con poco fondo. La mayoría no saben tan siquiera quien era el viejo Bogart, ni han visto sus películas que pronto prohibirán porque se fuma demasiado y se habla de libertad. En la España de hoy lo tendrías crudo, Bogie.


Por la insurrección (11-1-11)

En el día de hoy, diez días desde la imposición de la ley antitabaco, cautivos y humillados por un gobierno canalla varios millones de fumadores entre los que me encuentro, ha llegado la hora de lanzar un llamamiento a la insurrección civil ante una ley injusta y vergonzante.

Usted, español, hombre o mujer, sea fumador o no, si considera que el mayor valor de la vida reside en la libertad y en la justicia y piensa que un gobierno no debería tener más poder que el que sus ciudadanos estén dispuestos a concederle, la Historia le ha retado a que de un paso al frente y diga basta. No. No a una ley puesta en marcha sin el consentimiento ni la aprobación de nadie. No a una ley que trata a personas adultas como a meros chiquillos y que está falta de cualquier moderación y consideración.

O si considera que su padre o su abuelo, después de soportar dos guerras, una posguerra y a varios gobiernos, no tienen porqué cojones aguantar que unos mamarrachos les impida echar un guiñote con una faria en la boca. O usted, hostelero, ya tenga un bar, restaurante, tasca, cafetería o pensión, que también considera injusto y humillante hacia los clientes a los que lleva viendo toda una vida. O porque hace meses gastó los ahorros en darle gusto a una administración tornadiza y anormal.

O por sus hijos. O por la historia al fin y al cabo; por justicia. Porque por menos se han iniciado revueltas civiles y colgado a reyes en este país miserable y cobarde; o porque ya ha traspasado el límite y ha dejado de ser una razón de ley para convertirse en una cuestión de honor. O por poner en marcha la opción más divisoria, radical y excluyente, que enfrenta a unas personas contra otras. O simplemente porque los fumadores también tenemos derecho a un tejado, cojones. O porque como personas adultas, si después de comer o de tomar un café nos sale de los mismísimos fumarnos un cigarro, un puro o meternos un chute de caballo por la taba del tobillo pueda hacerse en un país que se supone que es libre y democrático.

O por el derecho a defenderse de una administración hipócrita que poco a poco reduce la libertad del individuo y se inmiscuye en esferas que no le pertenecen. O por la dignidad. O por el último remate. Esa ocurrencia de payasos y payasas metidos a ministros y ministras. Las delaciones públicas: lo que le faltaba a este país convertido en la cochiquera y en el hazmerreír del resto de Europa. O por querer convertirnos a todos en chivatos, alcahuetas de esquina o correveidiles de que aquí o allá se fuma. O por lo que quieran.

No obstante, si prefieren tragar, ya puestos, podríamos empezar a ponerlo en práctica por los bares y puticlubs que pueblan las cercanías del Congreso de los Diputados. Algunas fuentes bien informadas me insisten en que sus señorías echan por allí sus buenas horas cuando no están apesebrados en sus escaños. ¿O es que aquí somos unos más iguales que otros? Espero que no, porque conociendo el patio y abierta la veda del tiro al pato, pueden volar perdigones hasta la extenuación.


Comparando (4-1-11)

Ya perdonarás el tuteo, Miguel, pero ya que te has tomado la licencia de llamarnos imbéciles a los más de veinte millones de españoles que vamos a tener que pagar este año un 10% más cara la factura de la luz, yo también tengo un par de comparaciones que hacerte, para que veas que no sólo a ti se te ocurren sandeces.

Si vas apurado igual te apaño un croquis; tú mismo, ya me dirás. Por cierto, felicita de mi parte al lumbreras de asesor que te recomendó la comparación del café, va mejorando. Ya sé que lo de vosotros los socialistas y la ruina inmediata no tiene arreglo, pero bueno, qué se le va a hacer. Hace unos años, Felipe ya dejó bastante apañada la cosa. ¿Te acuerdas de Ruiz Mateos y Rumasa? Sí, hombre, la expropiación en nombre de María Santísima y el traje de Superman... Si hasta después de malvender aquello hicisteis corto. Por entonces ya hubo que cerrar astilleros en Galicia y Cádiz, los altos hornos de Vizcaya y darle matarile a más de cien mil barcos de pesca en la costa norte, entre otras cosas. Con Felipe, Boyer, Corcuera, Guerra, su ‘hemmano’, nuestro paisano Roldán, y unos cuantos más dejasteis aquello como un bebedero de patos. O sea, en bragas, con el carné del paro en los bolsillos de media España y el PER para la otra media. Ahora lleváis más o menos la misma marcha que entonces, pero peor, más que nada porque ahora la gente ya no se traga según qué cosas. Me explicaré:

Comparándonos con países decentes, España ocupa el mejor puesto -o sea el peor- en tasa de paro juvenil (40,3%), femenino (19,9%) y masculino (19,5); es decir, para que lo entiendas fácilmente, tenéis como alrededor de dos millones de jóvenes mirando a las avutardas y desperdiciando su vida. Que hasta ahora no hayan asaltado el Congreso de los Diputados y os emprendan con un lanzallamas a todos viene a demostrar dos cosas: que nuestra economía sumergida sigue siendo del copón y que los españoles seguimos siendo un pueblo piadoso, ovejil y paciente. Aunque yo que tú no me fiaría demasiado en los próximos meses; por aquí tardamos demasiado en liar la pajarraca, pero una vez montada, a salvajes no nos gana nadie. No sé si me explico.

Más. Comparándonos en la cosa de la educación, como sabrás el último Informe Pisa os sacaba los colores, con unas tasas de fracaso escolar que doblaba a la de cualquier nación medianamente seria. Pero tranquilos, vosotros a lo vuestro. Dentro de unos años la generación Ni-Ni ya dará sus frutos y vosotros seréis abueletes; ya veréis cómo os tratan a todos. Otra cosa. En los últimos diez años, junto con el PP, habéis endeudado de por vida a la mayor parte del país, consiguiendo que millones de mileuristas pagásemos por pisos el doble de lo que hoy cuestan. Las tasas de morosidad y las subastas van que vuelan; si te apetece ya te darás una vuelta por cualquier sucursal y luego me cuentas. Aunque tú tranquilo, Miguel, el hecho de que jamás hayas sido capaz de ganarte el pan en una empresa privada hace comprensible que te ocurran cosas como las de ahora. Por eso no te preocupes, después de tus éxitos en el Ministerio ya te encontraremos aposento en alguna empresa de las de casa, en la que podrás seguir demostrando tus amplios saberes que algunos no alcanzamos a comprender.


Thomas el invisible (28-12-10)

Las fechas navideñas suelen ser días de reencuentros, de buenos deseos y de comidas familiares. Hace unos años no me gustaban nada, pero últimamente ya les estoy cogiendo el gustillo; se ve que me voy haciendo viejo y empieza a entrar en funcionamiento eso que las personas decentes denominan sentido común.

No se quien dijo aquello de que se deja de ser joven cuando se deja creer en que se es inmortal, pero creo que tenía bastante razón. Miren si me habrá afectado la cosa que el otro día incluso me quedé embobado viendo al gran James Stewart en ‘Qué bello es vivir’ y pensando que ya no se hacen películas como las de antes. Y que cuando el viejo de John Ford la palmó se acabó una estirpe y una forma de entender la vida. En cuanto a deseos para 2011, visto que de momento no se puede hacer revivir a John Ford, y que pedir la paz en el mundo y un poco de sensatez al actual gobierno serían igual de imposibles, uno sólo tiene uno: poder entrevistar a Thomas Pynchon.

A aquellos afortunados que lo hayan leído poco hace falta explicarles quien es el escritor norteamericano. Para aquellos afortunados que todavía no lo han leído y por tanto pueden descubrirlo, sólo se me ocurre decirles que corran hacia una librería y lo busquen. Si no han escogido todavía un regalo de Reyes, es una opción. Paranoico, decadente, apocalíptico o genial suelen ser algunos de los calificativos que recibe siempre el bueno de Pynchon entre los críticos. Uno está de acuerdo con ellos y cree que Thomas simplemente es el novelista más genial que ha dado el siglo XX.

Recuerdo que en uno de mis primeros reportajes quería abordar el tema de la invisibilidad social de los escritores. Entonces yo todavía estaba en la universidad y como un chico aplicado recurrí a los profesores de literatura y de periodismo que tenía más cerca. Por supuesto, a ninguno les pareció de entrada que el tema tuviese suficiente enjundia o pudiese interesar al lector. Contestaciones como “son gente que está un poco loca” o “siempre hay tarados por ahí” fueron las frases más comunes que surgían cuando les llevaba un listado de escritores que huían de la proyección social y de los que se desconocía hasta el rostro. Entre ellos figuraban Bruno Traven, J.D. Salinger, Cormac McCarthy, Carlos Castaneda o Maurice Blanchot. Por supuesto también Pynchon, máximo exponente de ellos y posiblemente el mejor.

Eso fue así hasta que di con Juan C, un profesor de literatura que escondía su discreta vida entre los pasillos de la universidad. Para Juan, esa invisibilidad social aportaba si cabe todavía más mérito a la literatura de todos, porque significaba que en la época del marketing tan sólo sus páginas hablaban por ellos. Como Pynchon, invisible, huraño, discreto, furtivo, enigmático, misterioso y genial, Juan C. tampoco soportaba ningún tipo de exposición social, pero sus bellos textos corrían como la espuma entre los estudiantes, a la espera de que una editorial tuviese la valentía de publicar un libro en el que sus solapas arrojasen solamente un nombre sin rostro y en el que no hubiese nada más.


V-9769-FY (21-12-10)

Qué ganas tengo de que se acabe este 2010. Maldito año. Primero se nos fue José Antonio Labordeta, hace unas semanas Luis García Berlanga y ahora tu. No gano para sustos. Este viernes, a las 12.15 horas, meridiano de Greenwich mediante, pereció mi querido Ford Fiesta 1.8 Diesel.

Apenas te has ido y ya te estoy echando de menos. Este fin de semana, mientras viajaba en el autobús de vuelta, no pude menos que reprimir unas lágrimas cuando me crucé con un hermano tuyo a la altura del cruce de Híjar. Aunque te costaba arrancar en frío, como buen hijo de Henry Ford, ese día no te noté nada raro. Me había acostumbrado a ver desde hace meses algunos hilillos de anticongelante o aceite bajo tus faldas, por eso, aquel aciago día que ahora lloro, apenas te presté atención. Arrancaste con tu característico ronroneo de duro púgil de posguerra y, poco a poco, fuiste entrando en calor. Apenas unos minutos después, a la altura del puente sobre el Guadalope, ofreciste al asfalto bajoaragonés el último estertor de tu gloria.

Como los valientes, pereciste con las botas puestas y las ruedas nuevas. Mientras te empujaba a mano y los coches nos pitaban en medio del puente, no pude reprimir el gemido de temer que te vieran así en tu último suspiro. Te acurruqué como pude junto a la glorieta, a un lado del Paseo Andrade, con la peregrina idea de que el escaso calor invernal pudiera hacerte resucitar. No hubo suerte, el mal lo tenías muy adentro. “Un fallo de la correa de la distribución”, diagnosticó el mecánico amigo, que ofició tu funeral con manejos de enterrador. Mal arreglo sin mediar milagros tenía la cosa.

Así fue. Y al día siguiente, temprano y con frío, la grúa en plan coche fúnebre, nos acompañó directo a tu entierro. Ya perdonarás el color rojo del oficiante, pero no hubo remedios a mis súplicas de vestirte con paños negros. Aún te recuerdo allí subido mientras cubríamos el trayecto, distante y altivo como un gato callejero, fiero y nervioso como el puma en su maraña. Quise que tus restos reposasen en tu pueblo de origen y mejor no ver como las miradas y el olvido te devoraban en ciudad ajena.

Descansa en paz, mi querido Ford Fiesta 1.8 diesel, matrícula V-9769-FY. Nacido valenciano en las suaves orillas del Mediterráneo, pero criado en la dura estepa y aragonés hasta el tuétano. Tu que a las más altas cimas subiste, tu que atravesaste los fuegos meridionales, tu que tantos caminos devoraste, tu que en tu seno tantas aventuras escondiste, recibe ahora el sincero abrazo de despedida de nuestro común amigo Francisco de Quevedo y Villegas, que ha tenido la gentileza de componer tu óbito de despedida con el que sobrellevo el trance: “Cerrar podrá mis ojos la postrera/ Sombra que me llevare tu blanco día/ Y podrá desatar esta alma mía/ Hora a su afán ansioso lisonjera/ Mas no, de esotra parte, en la ribera / Dejará la memoria, en donde tu ardías/ Nadar sabe mi llama el agua fría/ Y perder el respeto a ley severa/ Alma a quien todo un Dios prisión ha sido/ Venas que humor a tanto fuego han dado/ Medulas y ruedas que tan gloriosamente has ofrecido/ Tu cuerpo dejará no sin mis cuidados/ Serán ceniza, mas tendrán sentido/ Polvo y hierro unidos, mas polvo y hierro revividos”.


El último anarquista (14-12-10)

"Mecagüen Dios que yo no soy ningún criminal, cabrón inglés". Con esta frase tan ibérica le dejó claro el navarro Lucio Urtubia que en su mundo todavía quedaban clases y dignidades. Que le podían llamar anarquista, loco, analfabeto, albañil de mierda o español, pero jamás criminal; y menos un hijo de la Gran Bretaña. Hasta ahí podíamos llegar.

Hombre que si aquel inglés le acabó dando la mano a Lucio. Otros cojones no le quedaron. A la fuerza ahorcan. El hombre que durante más de una década puso en jaque al mayor banco del mundo en la década de los ochenta acabó saliéndose con la suya. Le conmutaron la pena y encima les sacó unos cuantos millones de dólares a los yanquis. Los tenía agarrados por los huevos. Él lo sabía y ellos también. Las perfectas planchas para hacer cheques de viaje falsos del Citibank eran su salvoconducto, así que si aquel inglés quería que dejase de inundar el mundo con ellos debería soplarse el almidón de su cuello blanco y estrecharle la mano a un albañil. Y lo hizo.

Lo contaba a su manera Lucio este fin de semana en un gran documental que se emitió en La 2. José María Goenaga y Aitor Arregi, dos jóvenes cineastas vascos, fundieron más de ochenta horas de entrevistas en un documento gráfico de poco más de una donde se repasaba la historia de uno de los mayores y más desconocidos mitos de este país loco, despiadado y genial. Nacido en 1931 en la localidad navarra de Cascante, aquel niño asalvajado y analfabeto con un padre comunista y cuatro hermanos más que alimentar en una sociedad dominada por los curas y los militares, supo demasiado pronto que jamás lo tendría fácil en su vida. Que si quería lograr algo, lo debería hacer sin ayuda de nadie. Y lo hizo, convirtiéndose en un animal herido que lucha por sobrevivir en una selva despiadada; en un anarquista contra todos y contra sí mismo; en uno de los últimos indomables de una sociedad en constantes cambios; en el irreductible español exiliado en París del que todos hablaban en los sesenta y setenta.

Ahora, a sus casi ocho décadas, Lucio está de vuelta de todo. Sus frases siguen siendo sinceras y toscas, sin paños calientes. Son las del albañil de manos ásperas al que el banquero inglés le deniega el saludo. Pero conserva intacta la pasión desenfrenada con la que pudo sobrevivir durante el siglo pasado. No se arrepiente de nada y sabe que cometió infinidad de errores. “Contra Franco vivíamos mejor. Las organizaciones son todas iguales: todas te quieren controlar al final”, dice Urtubia. Por eso hace suyo el genial adagio de Groucho Marx y sabe que la única y verdadera libertad absoluta está en el individualismo: “Nunca pertenecería a un club que tuviera como socio a alguien como yo”. Y considera que robar a un ladrón -“los primeros y mayores ladrones del mundo son los bancos”- tiene cien años de perdón. Pero hombre que si aquel cabrón inglés acabó estrechándole la mano: “ya no faltaría otra; no me habría parido si no mi madre en la ribera navarra”.


El Perú (III) (7-12-10)

He abandonado las inmediaciones del lago navegable más alto del mundo y me dirijo hacia territorio inka siguiendo la raya andina. Desde hace días, el mal de altura o soroche se empieza a notar. Con cada paso o esfuerzo el cuerpo se muestra reticente. Yo lo he solucionado con la hoja de coca, el mejor remedio para estos casos. Mascando todos días, el organismo se adapta mejor a esta nueva sensación. Lástima que al coche coreano no se le pueda inyectar un puñado de estas hojitas a la gasolina porque en las cuestas no le vendrían nada mal.

Decido seguir caminos poco transitados y tomar los pasos que siguió Hiram Bingham a comienzos del XX cuando redescubrió al mundo las ruinas de Machu Picchu. Craso error: la carretera a Santa Teresa está en plenas obras y una travesía de dos horas se convierte en cinco por caminos embarrados en plena selva. Al coche no puedo pedirle más, así que decido improvisar ante un más que probable atascón. Haciendo autostop cerca Ollataytambo, una de las ultimas fortalezas inkas, recojo a Faustino Hurteala, que va el fin de semana a casa a ver a su mujer y a sus hijos. Faustino resulta ser un gran compañero de viaje y me cuenta todos los secretos de las carreteras de montaña, sus asfaltados y el mantenimiento de sus cunetas. En sus ratos libres es pastor de vacas y extraoficialmente es cazador de osos en las alturas de la selva. Me cuenta historias de caza y algunas me las creo y otras no. Como también que conoce unas viejas ruinas aún no exploradas por los arqueólogos.

La curiosidad me incita a dejar de lado mi visita a Macchu Picchu y convencer a Faustino para que me lleve a ellas, pero cuando me avisa de que están a dos días de camino del pueblo más cercano vuelvo a la realidad. Me quiere pagar el viaje, pero hacemos un trato a cambio: cuando regrese a su pueblo en unos meses me llevará hasta ese lugar.

Santa Teresa aparece en medio de la selva peruana como aquellas aldeas dejadas de la mano de Dios. Encuentro aposento y de madrugada sigo la senda del ferrocarril durante horas hasta llegar a Aguas Calientes, la puerta de entrada a la ciudad perdida de los inkas. La visita a Machu Picchu tiene muy poco de romántica: el precio es caro y por supuesto el doble para los extranjeros. Sin embargo, una vez arriba, eso se olvida. La estampa de la ciudadela envuelta entre nubes algodonosas es espectacular. El Wayna Picchu vigila desde las alturas a los merodeadores y avisa de que siempre está alerta.

Carlos resulta ser un buen guía y se deja de cuentos para turistas. Me dice qué partes están reconstruidas y cuáles no, y cómo un operador de cámara rompió el monolito sagrado rodando un anuncio para la cerveza Cusqueña. Me aconseja subir al Machu Picchu, que en realidad es la montaña trasera. "La ciudad no tiene nombre, amigo, le pusieron el del monte más cercano", me explica. En cualquier caso, "hasta aquí no llegaron los españoles". Le creo sinceramente. La ciudadela fue prácticamente inaccesible durante cuatro siglos para el hombre, aunque desde hace escasas décadas se haya abierto al mundo ante el asombro de la humanidad.


El Perú (II) (30-11-10)

El cañón del Colca es un magnífico lugar para perderse. Si alguna vez me declaran en busca y captura quizá me encuentren por allí. Buscando las ruinas inkas de Uyo-Uyo me adentro por algunos caminos donde sólo encuentro a nativos. Mi conocimiento del quechua es bastante reducido, pero nos arreglamos a señas.

Perú tiene un grave problema con los carteles. Los he visto a miles por las carreteras y ciudades pequeñas: “Lucho presidente”, “Keiko a la región”, “Castañeda con la gente”, “Kevin Márquez alcalde 2011”, en fin, ese tipo de morralla electoral; sin embargo, para los letreros de las direcciones van menos sobrados. Me he perdido una docena de veces aún con mapa. Menos mal que la gente es extremadamente amable, aunque lo de la derecha y la izquierda no lo lleven excesivamente bien.

El Titikaka es uno de los lagos más grandes del mundo. En lengua aymará significa Piedra del Puma. De hecho, el lago se asemeja a la forma de un puma cazando. Esto lo descubrieron en 1979 cuando se tomó la primera foto de satélite. Los Inkas ya lo habían descubierto medio milenio antes. Los peruanos dicen con malicia que la parte nacional del lago es el Titi y la que le tocó a Bolivia es la del Kaka. El viajero piensa que todo el lago en sí es precioso y que la naturaleza no sabe de límites administrativos ficticios. Por lo visto, los peruanos y los bolivianos no se llevan excesivamente bien entre ellos y ayer mismo se lió la pajarraca con una gresca entre mineros en un yacimiento de oro cerca de la ciudad de Puno. Se enfrentaron a pedradas y palazos –como Dios manda- y la cosa se acabó cuando entró la Policía a poner orden. El periodista local Ronald Vásquez me invita a acercarme a echar unas fotos a la zona de conflicto pero cuando llegamos está todo en calma. Le digo a Ronald que me avise otro día si se arma el pastel.

Los aymarás que todavía habitan en el Titikaka son los descendientes de las tribus que huyeron de los españoles. Se refugiaron en unas islas flotantes construidas de totora, una especie de junco que usan para todo. “Kamisaraki” significa en su lengua nada menos que “Buenos días, ¿cómo estás?, bienvenido”. Intento decirselo a todo el que me cruzo porque ya se ha corrido la voz que soy español y con un aymará es mejor llevarse bien. Las islas se llaman Los Uros, y parecen sacadas de un cuento. Esta gente es muy práctica y agradable. Cuando tienen problemas entre ellos lo solucionan pronto. Usan el estilo tradicional: un serrucho con el que cortan la isla en dos mitades y cada uno se queda con su parte. El viajero piensa que es un sistema a exportar a su país, aunque no se lo piense decir a los abogados matrimonialistas.


El Perú (I) (23-11-10)

Con idea de olvidarme unos días del oficio, tomo unas vacaciones al otro lado del charco. Todo va bien los primeros días, y las horas discurren entre cervezas y sol. Sin embargo, esto debe ser como cuando uno es cura: el hábito lo llevo conmigo. Juan de Dios Magán es un pescador de la costa del Pacifico de Pisco, el pueblo donde me ha dejado la carretera Panamericana. Forma parte del sindicato de pescadores artesanos y tiene problemas con una petroquímica que vierte la limpieza de sus bodegas al mar y esta acabando con el plancton.

Juan de Dios me dice que escriba algo denunciando la situación. Yo le explico que no trabajo en National Geographic ni en Greenpeace, pero que algo haré. “Somos un pobre sentado en un banco de oro, hermano”, me dice el pescador. Yo no digo nada pero asiento, y le echo una foto calafateando su barquita.

De camino a Nasca aparece escondido entre dunas enormes el único oasis de Iberoámerica. Me invitan a meterme a la laguna, que dicen que tiene propiedades mágicas, pero declino la oferta. Nasca, pese a ser un ciudad pequeña, tiene un tráfico endiablado con esos cochecitos de queroseno moviéndose como las pulgas de un chucho callejero. Hay que lanzarse y rezar para que no pase nada. Fernando Alarcón Ayala resulta ser un buen chico y me consigue un vuelo a las líneas del desierto. María Reige estuvo medio siglo estudiándolas de forma matemática y llegó a algunas conclusiones. "Esto sólo lo puede hacer una gringa", me dice Fernando. Yo asiento sin decir nada, pero me acuerdo de María Moliner y su diccionario. Nasca es el lugar más extraño del planeta y cuando me preguntan que qué pienso sobre el origen de esos dibujos que sólo se ven desde el cielo les digo que lo hicieron los peruanos para atraer turistas.

Luego Fernando me acerca hasta un viejo lavadero de oro. Uno de los empleados me ofrece una mina barata. Lo pienso unos segundos pero declino la oferta; quizá cuando me retire del oficio... Les pregunto por el oro y me deben ver cara de saqueador de tesoros incaicos, porque me dicen que "Pizarro ya se lo llevo todo, hermano". Fernando acaba con su grupo de turistas brasileños y me lleva a ver unos túneles subterráneo de regadío. También me cuenta todo el proceso de momificación y algunas historias de ladrones de tumbas, que por allí llaman huaqueros.

De vuelta al camino, la Panamericana se convierte a veces en un mal camino de herradura atestado de camiones. Conducir por la costa del Pacifico, de noche, y con un coche coreano es un buen entrenamiento para el próximo campeonato de rallys. Finalmente se llega a Arequipa, que es una ciudad preciosa rodeada de volcanes nevados. Sus casonas, palacios y calles conservan el estilo colonial español y uno piensa que Pizarro, Almagro y compañía sabían lo que se traían entre manos cuando firmaron su pacto para la conquista del Perú. Me enseñan a Juanita, una adolescente inca que fue sacrificada al volcán para aplacar su furia y que murió congelada. A pesar de sus 500 abriles tiene la dentadura perfecta. Como y bebo lo que me dan y si no me gusta no protesto. El cañón del Colca está cerca y ya se divisan los Andes.


El Emperador (16-11-10)

A sus 37 años, el mejor corredor de fondo de todos los tiempos cuelga sus botas. El etíope Haile Gebrselassie se retira de la competición bajo la absoluta admiración del mundo. Dice adiós quien ha reinado tanto dentro como fuera de las pistas; el muchacho -uno de los diez hijos de un granjero- que tenía que correr todos los días diez kilómetros desde su choza de barro para llegar a la escuela; aquel que consiguió que su padre empezase a creer en él solamente cuando ganó su primer campeonato mundial aunque mucho antes, el resto del mundo ya se hubiese rendido a sus pies proclamándole su nuevo emperador.

Detrás de la eterna sonrisa en un hombre de 163 centímetros y 55 kilos de peso late un corazón imbatible que ahora quiere dedicar a la política. “Hacer algo por Etiopía y África”, ha reconocido el propio Gebrselassie. Adelante. Un paso al frente por el que tiene todo nuestro apoyo. El continente negro no anda tan sobrado de hombres buenos y mitos como para no saber lo que supone el corredor etíope.

Según Frederick Collins, sólo hay dos clases de personas: “aquellos que entran a un cuarto y dicen: ¡Bueno, aquí estoy yo! y los que dicen, ¡Ah, ahí estas tú! Es decir, el mundo se divide entre presuntuosos y generosos. Cierto. Aunque aquí también creemos otra cosa: que el mundo solamente se divide en dos clases de hombres: los que de niños juegan al fútbol o los que se dedican a correr. Los primeros aprenderán la disciplina y el juego en equipo, el sacrificio a una comunidad, el orden y las normas. Los segundos no. Los segundos sabrán que solamente dependen de ellos mismos. Que su esfuerzo es el que mueve su cuerpo. Que su indisciplina puede hacerles geniales, y que si vas primero en una carrera tragas menos barro que si vas segundo.

A los primeros les va muy bien durante su primera infancia y juventud. Son más populares entre las chicas. El equipo atrae y defiende a los propios; les acoge en su seno. Los segundos carecen de equipo: ellos son sus amos. También suelen ser más feos e incluso son más bajitos y desgarbados. Y las chicas les hacen menos caso. Luego, pasan los años. El tiempo macera las cosas. Y los primeros acaban lavando los coches de los segundos o cortando el césped de su jardín. Ni que decir tiene que Gebrselassie era de los segundos: un rey de África, como treinta años antes lo fuese Abebe Bikila cuando entró con los pies descalzos en el estadio olímpico de Roma en 1960. El emperador hambriento del país más pobre del mundo. La hazaña deportiva más irrepetible y genial de la humanidad y la imagen con la que durante un tiempo el mundo se permitió creer que, más allá de los tópicos de África, en aquel continente se ocultaban los verdaderos reyes de la dignidad.

Bikila murió joven, con poco más de 40 años, paralítico de cintura para abajo tras un accidente de tráfico. Las crónicas periodísticas de la época evocan que su cuerpo fue acompañado por una muchedumbre impresionante de 100.000 personas y que fue enterrado con los honores de un jefe ante la presencia del entonces emperador Atse Haile Selassie. Ese día, el mundo entero acompañó a África en su dolor, como ahora lo hacemos al despedir a otro mito.


La sinceridad (9-11-10)

Como seres humanos, estamos acostumbrados a mentir constantemente. Pero por eso mismo de que somos humanos, y por tanto contradictorios, también amamos la sinceridad y la verdad. Me parece recordar que fue el poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson quien dijo aquello de “Todo hombre es sincero a solas; en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía”. Este fin de semana hemos tenido un buen par de ejemplos de lo que veníamos diciendo.

El ex presidente del Gobierno Felipe González, en una excelente entrevista de Juan José Millás en EL PAIS, hizo varias confesiones. La corrupción de los años noventa, el GAL, ETA, o el uso de los fondos reservados durante aquella época fueron algunos de los temas que desgranó González casi quince años después de abandonar La Moncloa. Bueno, desde que lo echaran. Se sinceraba González, lo que es de agradecer a alguien que ha mentido tanto a tanta gente durante tanto tiempo.

No sé, pero desde que ya no es presidente, Felipe ha empezado a caerme un poco mejor. Ya casi entiendo algunas de sus posturas y hasta casi estoy de acuerdo con él en algunos aspectos. Personalmente fui de la generación que aprendimos a odiar al Gobierno de España y que cuando pudimos votar, lo echamos a la calle. Desde entonces no he vuelto a votar en mi vida. Sucedía con González que uno tenía la sensación de que siempre le estaban mintiendo a la cara. Con la mejor sonrisa, eso sí. En eso hay que reconocerle que es uno de los mejores, a la altura de Valéry Giscard d'Estaing, Gallardón, Rubalcaba o el pepero Esteban González Pons, este último en versión pía con aldabonazos de Beato de Liébana a lo López Rodó y su cuadrilla de tecnócratas del Opus Dei (qué bien se sabe hacer el harakiri la derecha española). En fin. Las mentiras eran de puertas para adentro; cuando González salía fuera de España por lo menos sabías que jugaban a nuestro favor y que no le quitarían la baraja en plena partida de cartas o que, si hacía falta, le vendería un congelador a un esquimal. Ahora no, España en el contexto internacional es la chacha candonguera a la que todo el mundo mete mano. Todo eso hemos ganado.

También este domingo vimos un reportaje del ‘follonero’ Jordi Évole en La Sexta sobre los últimos movimientos del proceso de paz en el País Vasco. Para los no iniciados, creo que el reportaje pudo ser bastante clarificador de que durante muchos años todo el mundo ha mentido mucho, tanto por allá arriba como por el resto del país. Jesús Eguiguren, una de las personas claves en la última década en todo este proceso, lo tenía bastante claro y adelantó que antes de esta Navidad ETA anunciará el abandono definitivo de las armas. De vuelta ya de todo y con muchos perdigonazos en la piel, Eguiguren es consciente de que ni Batasuna se fía del PSOE ni el PSOE de ETA; pero también sabe que durante dos generaciones muchas personas han envejecido durante todos estos años odiándose y lamentándolo. Mintiéndose constantemente para luego sincerarse. Como González ahora y después todos nosotros.


Fotógrafo de noche (2-11-10)

Allá en mis tiempos de estudiante de periodismo por el País Vasco aprendí dos cosas de este oficio que luego he intentado poner en práctica. La primera era a mirar siempre los bajos del coche; la segunda a trabajar rápido. Las dos me las enseñó el mismo hombre. Se llamaba Luis Calabor, y es el mejor fotoperiodista de sucesos de España. Luis era ya un mito cuando tuve la suerte de conocerle. Los periodistas de la redacción sabían perfectamente cuando lo veían aparecer a las tantas de la noche que había pasado algo. Traía material, y ese material era muy bueno: atentados terroristas, incendios, muertos, algún pinchazo de navajeros, accidentes... Había pocas cosas que pasasen en torno al Gran Bilbao y que dejasen rastro de sangre que no desfilasen por su cámara.

Era muy bueno, y su trabajo también, así que tenía manga ancha para moverse como quisiera y por donde fuera. La Policía y la Ertzaintza le respetaban como a uno más y le dejaban a su aire. Muchas veces, llegaba antes que ellos a la escena del suceso.

Como aquella vez que una cuadrilla de anormales les dio por montar una barricada en pleno centro de Bilbao y animar la fiesta con cuatro cócteles molotov. Calabor aparcó su Toyota Célica cerca y salió del coche. En una de las fotos que luego me enseñó se veían volar las botellas de gasolina hacia la cámara mientras un par de colegas desplegaba una pancarta en favor de los presos entre dos semáforos. El flequillo le fue por los pelos, pero fue la foto de portada de EL CORREO aquella madrugada y con la que se desayunarían su medio millón de lectores.

Calabor también tenía su mito. Se miraba en el reflejo de Usher Felling, a quien el mundo del fotoperiodismo conocería como Weegee. Durante varias décadas de la primera mitad del siglo XX, hubo muy pocos crímenes, asesinatos, incendios o sucesos en que el fotógrafo neoyorkino no estuviese presente para dejar testimonio gracias a sus contactos con la Policía, con quien tenía conectada su emisora. Al igual que Weegee, Calabor también quería dejar constancia de los animales y lugares que impregnaban las cloacas de la sociedad.

Recuerdo muy bien la primera foto que publiqué en un periódico. Fue un accidente mortal que sucedió en la carretera que subía a la universidad. En aquellos años ni siquiera tenía una cámara digital y mandé el carrete en un taxi. Las fotos no eran muy buenas, estaban mal encuadradas e incluso muchas de ellas mal enfocadas debido a mi mano temblorosa de novato, sin embargo las publicaron. Ese día fui más rápido que Calabor. Al día siguiente, en la redacción, Luis preguntó por el pavo que le había levantado la fotografía. El editor gráfico me señaló y Calabor se acercó hasta mí. Yo seguía la jugada con la mirada asustada, parapetado detrás de una pila de periódicos viejos y decenas de teletipos de agencia. Contrariamente a lo que me esperaba me estrechó la mano, me felicitó y me dijo: “buenas fotos, bravo chaval, ya va siendo hora de que alguno se sume al club; empezaba a creer que en esta profesión sólo estaba loco yo”.


Twain, Melville y Orwell en Estercuel (26-10-10)

Los que nos hemos criado en bibliotecas de pueblo siempre sentimos debilidad por regresar de vez en cuando a ellas. Este fin de semana, la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos organizó su día de las bibliotecas en Estercuel. Actividades para los niños, una gran exposición fotográfica ambientada en Edgar Allan Poe o un recital poético de Angel Petisme fueron algunos de los actos que merecían una visita a la pequeña localidad. La verdad es que no esperaba ver a tanta gente reunida, lo que siempre es una agradable sorpresa.

En el ayuntamiento, en una esquina debajo de la escalera, se ha organizado un mercadillo. El tablero sostiene un centenar de libros de segunda mano de bibliotecas de la zona que ya nadie lee o están repetidos. Echo un vistazo y rebuscando encuentro entre consejos de cocina en ollas exprés, manuales de ‘Hágalo usted mismo’ o viejas novelitas románticas algunas joyas literarias olvidadas. Una selección del Reader´s Digest de cuentos norteamericanos me llama la atención y tras ver como desfilan por sus páginas Mark Twain, Hermann Melville o John Cheever lo compro. (Un apunte: si las mejores novelas son las de los rusos, franceses y las de los españoles -no necesariamente por este orden- uno cree que donde no existen dudas es sobre el país que dado los mejores cuentistas: Estados Unidos).

Sigo buscando y debajo de una edición de bolsillo de ‘Guerra y Paz’ de Tolstoi al módico precio de un euro se esconde ‘Rebelión en la Granja’ de Orwell. El arriba firmante siempre ha sentido debilidad por este inglés desgarbado y satírico que recibió un tiro en Huesca, así que, aunque me parece recordar que ya tengo un ejemplar en casa, me lo llevo también. Al abrirlo descubro una pequeña sorpresa: un prólogo sobre la libertad de prensa del propio Orwell que no pudo acompañar al original en su primera edición. Como sabrán ustedes, ‘Rebelión en la granja’ pasó por unos cuantos problemillas años antes de que el mundo entero pudiese disfrutar de uno de los mejores libros del siglo XX. Por lo visto, los editores ingleses de los años cuarenta no acababan de verle la gracia a la alucinante versión sobre el estado totalitario y asesino de la URSS a través de un cerdo llamado Napoleón.

Eso de que “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros” tenía reminiscencias proféticas demasiado peligrosas, como el mundo descubriría demasiado tarde. Esa fábula sobre Lenin y Stalin convertidos en una pareja de cerdos asesinos; con caballos stajanovistas simulando al proletariado; ovejas analfabetas y acríticas mostrando al campesinado; el cuervo Moses convertido en un patriarca de la Iglesia Ortodoxa; o el burro ‘Benjamín’ representando a la clase intelectual, consciente de las manipulaciones, pero que no toma cartas en el asunto, era un puñetazo directo a la mandíbula de una sociedad que se tapaba los ojos para no ver la realidad. A pesar del tiempo, la novela sigue teniendo una vigencia enorme. Desgraciadamente ya no está ese inglés desgarbado para recordárnoslo. Y es que, como dice Orwell en su prólogo: “Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír”.


La ciudad y el campo (19-10-10)

Según el último padrón, la capital aragonesa ha superado los 700.000 habitantes. De seguir con ese crecimiento, rebasará a Sevilla en un par de años, convirtiéndose en la cuarta ciudad española más poblada. Zaragoza ya supone más de la mitad de la población aragonesa, y si contamos su área metropolitana, el porcentaje se eleva hasta casi el 60%. Mis felicitaciones. Crecer está bien. Hay una ley no escrita que dice que en el momento que dejas de crecer empiezas a menguar. Y como nosotros no queramos que aquí nadie mengue, pues habrá que seguir creciendo.

Otra cosa es saber a costa de qué. Según los cálculos, de esas más de 700.000 personas, alrededor de 109.000 son extranjeros. Es decir, el crecimiento de la población urbana se ha producido por un trasvase de personas, no por el crecimiento vegetativo, que, al igual que en casi todas partes de España, en Zaragoza está por los suelos. Debe de ser por las facilidades que la administración pone a las mujeres fértiles y a las familias jóvenes para incubar; o por el panorama de salarios y seguridad que ofrece la empresa española, que también. La cosa viene a resumirse en la oración -seguramente no admisible pero no por ello menos cierta- de: que tenga hijos vuestra puta madre.

Volviendo al tema, alcanzar al millón de habitantes parece estar todavía lejos para la capital aragonesa. Según los cálculos actuales, llegará alrededor del 2050, aunque existe la posibilidad de acelerar el proceso con variables no determinadas. Ahí queda la incógnita. Mejor no pregunten, aunque tampoco esperen grandes sorpresas. Igual abonan. En ese mismo período, la provincia de Huesca perderá 115 habitantes y Teruel alrededor de 5.000. Es decir, la macrocefalia aragonesa seguirá aumentando, haciendo tambalearse todavía más a un territorio ya de por sí con demasiados desequilibrios.

Otra cuestión si esos centenares de miles de personas vivirán mejor que si fuesen menos. El poeta Manuel Alcántara, seguramente el mejor columnista español vivo, suele decir que el problema de la vivienda en España es que demasiada gente quiere vivir en el mismo sitio. Lo que es una verdad tan poderosa como sencilla.

Así, en nuestra comunidad tendremos una población cada vez más urbana y un campo cada vez más despoblado. Los notables esfuerzos que en los últimos años se han destinado a los pueblos sólo han servido, al parecer, para disminuir la sangría migratoria que se arrastra desde la década de los 50 del siglo pasado. Un morir más lentamente hasta el inevitable destino final. Lo curioso es analizar lo que ocurre los fines de semana. Se produce una vuelta temporal al pueblo. Una oxigenación por horas que permita seguir soportando el resto de la semana en la ciudad. Y de paso llenar la nevera de los productos que ofrece la madre naturaleza. Y ya puestos la nevera familiar. Mi hermano, uno de los mejores filósofos que he conocido nunca, sabe bien de lo que hablo. El cabrito nos ha calado de lleno desde hace tiempo. Ya casi no se asusta cuando los sábados ve aparecer de nuevo a los ‘asaltatinajas’ con sitio abundante en el maletero del coche.


Reinterpretando (12-10-10)

La semana pasada la oí de nuevo. Y la verdad es que asusta. “La escalera de la Casa Julve ha sido reinterpretada”. Hacía tiempo que no surgía. Reinterpretar. Tiene guasa la cosa, pensé. Ya está aquí el típico gol que les meten a los políticos cuando les quieren vender algo con calzador. O cuando nos quieren hacer comulgar a los demás con ruedas de molino. Justo. Traducción: de la escalera anterior no queda nada y el arquitecto en cuestión la ha reinterpretado, es decir, ha hecho con ella lo que ha salido de los mismísimos.

Ocurre que cuando dedicas tu tiempo a escuchar a los demás, a ver cómo hablan los otros, a tener que lidiar tanto con el pastor como con el poeta, con el sabio y con el cantamañanas, el oído, al final se te vuelve fino. Adquiere -llamémoslo así- un cierto paladar, que a veces permite diferenciar el grano de la paja; de separar lo interesante de las sandeces.

Ahora se le llama así. Reinterpretar. Tiene delito. Podemos verlo a diario, por ejemplo, en Alcañiz. Y de sufrirlo. Últimamente sus máximos exponentes son los arquitectos, pero los cocineros no se quedan atrás. Supongo que, seducidos por las modas, son tan generosos que nos tienen que hacer partícipes a todos. “Vamos a reinterpretar tal calle o tal plaza”. Eso viene a significar que a la calle en cuestión no la va a conocer después de que le metamos mano ni la madre que la parió. Tienen ustedes un magnífico ejemplo en la plaza que hay detrás de la ex colegiata, alrededores de la calle Infanzonía. En las fotografías antiguas se observa el típico empedrado de las localidades bajoaragonesas, ese que con relativo acierto se conserva en la plaza de España. Tras la reinterpretación, la plaza pasó a bautizarse -no con poca sorna- como ‘la gasolinera’, donde las preciosas -y carísimas- losas de piedra caliza campan a sus anchas por doquier, donde los pilares crecen hasta el infinito sosteniendo no se qué, y todo ello convertido en un precioso horno durante el verano que impide acercarse. Por cierto, todas las semanas los gamberros y las inclemencias del tiempo arrancan nuevas losas, cosa de la que me alegro: un poco más cerca de su desaparición. La plaza de Mendizábal también es un buen ejemplo. Algunos que la conocieron hace años me cuentan cómo era antes y se sonrojan al verla ahora. A los que no hemos visto sonrojarse sin embargo es a los reinterpretadores. Tampoco a los que la autorizaron.

Pensaba todo ello el otro día cuando se inauguró la exposición ‘El Matarraña desconocido’, una muestra de fotografías de los años veinte que tomó Pelai Mas en su tournée por esa comarca. En el catálogo, magníficamente editado, pueden verse como muchas de las calles y monumentos de estas localidades se conservan intactos después de casi un siglo, lo que no deja de sorprendernos agradablemente a quienes hemos visto hacer atrocidades urbanísticas en nuestros pueblos. Aunque claro, no todos tienen el buen gusto y la sensibilidad por el pasado que sigue impregnando a los pueblos del Matarraña. Así nos va por aquí. Supongo que la historia y el tiempo -ese juez inexorable-, ejercerán algún día justicia. Nuestros bisnietos serán testigos. Lástima que nosotros no estemos allí para verlo y reinterpretarlo.


El extraño caso del adoquín hundido (5-10-10)

Deben ser cosas de la contemporaneidad, o del cambio climático, váyase usted a saber, pero la cosa tiene tela. Y a mi entender también delito. Supongo que los habrán notado: en Alcañiz abundan. Están ahí, pacientes y fríos como un francotirador balcánico; efectivos como un reloj suizo. Son los baches, fieles acompañantes del hombre del siglo XXI y de su vehiculo.

Si las suspensiones de mi coche pudieran hablar me maldecirían setenta veces siete. Y tendrían razón, hay animales en granjas que sufren mejores tratos que circulando por la muy noble y fidelísima villa. Pocas ciudades le superan si dejamos fuera de este corral a Madrid. La villa y zanja tiene el primer puesto desde hace años ganado a pulso. Sin duda se lo merece. Y sus ciudadanos disfrutan cada día de ello. Y se acuerdan de su amado alcalde.

El otro día me fijé. La clave parece estar en los adoquines, que tienen la maldita manía de seguir la Ley de la Gravedad. Se hunden, los cabrones. Ni siquiera están desgastados. Conservan sus primorosas esquinas con las que fueron tallados. Colocados como el primer día, pero un poco más abajo. En algunas calles forman asociaciones, sindicándose, conformando un primoroso bache que más parece entrada de metro bilbaíno o singular sima sin fondo. Con dos cojones.

La pregunta es: ¿qué habrá debajo? ¿Plastilina? ¿Chicle? ¿Papel de fumar? ¿Arenas movedizas? ¿Una oficina del Inaem? ¿Un puticlub? Casi. El caso es que pocos meses después de que la cuadrilla de Atila y Compañía, subcontratados por Pepe Gotera y Otilio, hayan terminado de colocarlos, le da a Paco por pasar con el camión cargado y da el pistoletazo de salida. A partir de ahí seguirán su propio camino. Destetados de su madre, -vida propia, que se llama ahora-, se moverán a diario, adoptando nuevas formas. Bailando reagge, o un chotis, o bakalao, cual serpiente enroscada esperando a su presa.

Enfrente del Molino Mayor tienen un buen ejemplar. Acérquense un día. De momento es gratis, aunque todo se andará. El espectáculo lo merece. Juramentos y blasfemias cada diez segundos. Cuatro volantazos por minuto intentando evitarlo. Así como alguno que otro -u otra- que, desprevenidos, se ha dejado alguna vez los cuernos o las cuernas en el bote.

Me acorde de ellos el otro día, cuando la cuadrilla de Atila y Compañía, domiciliados en Bucarest, por más señas, iba a destajo colocando los de la calle Mayor. Ahí les ha dado por poner losas, que según dicen los expertos van mejor. Son preciosas. Negras y oscuras como el caviar. Y casi igual de caras. Las ponen encima de una lechada de mortero pobre. A la vista quedan preciosas, uniformes y perfectas como un pelotón de presos en Corea del Norte a punto de ser fusilados. Otra cosa será tras cortar la cinta. Si les parece podemos hacer una porra de cuantos días aguantará la broma. Les prometo que no jugaré con ventaja. Me ha dicho Paco que se va a ir rodeando por calles todavía sin reformar.


El predicador (28-9-10)

Carlos se va. El cura de Híjar, Urrea de Gaén y Vinaceite abandona el Bajo Martín y se marcha a Zaragoza, a una parroquia del extrarradio de la gran ciudad a continuar con su labor pastoral. Ayer estuve con él y al despedirnos nos dimos un abrazo sabiendo que nos volveríamos a encontrar algún día. Para los que lo conocen, poco hay que explicarles sobre quién y cómo es Carlos; de ello dan buena cuenta los muchos amigos que deja en estos tres pueblos del Bajo Martín y toda la comarca. Para los que no han tenido la suerte de conocerle, de Carlos diré que es simplemente uno de los mejores ejemplos de lo que tiene que ser un cura hoy en día y un lujo para cualquier localidad que tenga la suerte de acogerlo.

A Carlos lo conocí ya hace bastantes años cuando ni siquiera era sacerdote. Entonces, él era un joven de treinta y tantos que daba sus primeros pasos como diácono. Luego nos perdimos la pista durante varios años. Nuestros particulares destierros en el Bajo Aragón nos volvieron a unir. Desde entonces hemos hablado con frecuencia a lo largo de estos años. Ayer, durante la entrevista, me confesaba que se le habían pasado volando. Durante la conversación le dije que él solo había conseguido hacer una de las cosas más difíciles en un pueblo: unir a la gente. Supongo que por modestia me lo negó.

En esto de unir a la gente, hay una película muy buena de Clint Eastwood en que se plasma muy bien la labor de un sacerdote en una comunidad rural. Se trata de ‘El jinete pálido’ donde hay una de las mejores presentaciones de un personaje de todos los tiempos. Toma como base un pasaje del Apocalipsis y dice así: “Y cuando él hubo abierto el cuarto sello, oí la voz de la cuarta bestia decir: ven a ver, y yo miré, y contemplé un caballo pálido; y el nombre de su jinete era... la muerte. Y el infierno le seguía”. Entonces aparecía el predicador sin nombre a lomos de un caballo blanco. Una metáfora perfecta de un ángel y un demonio que acababa uniendo a los mineros.

El tirano de la película sabía muy bien los efectos que puede provocar un sacerdote en una comunidad: “un hombre sin espíritu está acabado, pero un predicador puede devolverles la fe”. Carlos consiguió eso durante todos estos años junto a la vega del Martín: consiguió atraer de nuevo a la gente a la Iglesia, que no la viesen como algo ajeno, si no que se sintiesen partícipes de la comunidad y recuperasen el orgullo por algunas de sus tradiciones más arraigadas. Los unió entre sí y los volvió más fuertes.

Como Eastvood al final de ‘El Jinete pálido’, Carlos también se va. Hay un momento de la película en que el predicador sin nombre se quita la camisa para asearse. Aún en la penumbra, la cámara capta el detalle y muestra las siete cicatrices que marcan su espalda: son los siete tiros por la espalda con los que le dieron por muerto en el pasado. Carlos Palomero también se lleva unas cuantas cicatrices. Pero estas son de las que no dejan huella exterior y se guardan cerca del corazón. Son siete rosas rojas en un ramo, una por cada año, que ahora presiden el salón del predicador.


Polvo, niebla, viento y dolor (21-9-10)

Maldito sea el destino y sus caprichosos designios. También es mala suerte que el día en que Aragón tenía la oportunidad de mostrar sus entrañas al mundo, uno de sus hijos más universales no lo pudiera verlo en persona. Y de disfrutarlo. A eso de la medianoche, la voz recia y atronadora de Labordeta exhaló su último estertor y nos dejó a todos en un día grande con el corazón encogido. El hombre que simbolizó el alma aragonesa con su dignidad y decencia murió en una noche de septiembre fresca y radiante, como esas viejas huertas que se desperdigan entre los eriales de nuestra tierra y serpentean buscando el agua.

En una mañana de alegría, ajetreo continuo y mucho trabajo para algunos, el alba escupió un halo de tristeza y niebla que se fue disipando a medida que el sol calentaba el ambiente y se encendían los neumáticos y la gasolina. El Rey, al que vimos algo desmejorado y triste pero con ganas de acercarse hasta Aragón, también tuvo un recuerdo sincero hacia él y lo calificó como “un gran hombre” que amó mucho a esta tierra. Como tanta gente, sintió una pérdida especial: el gozo de los que son amados y se van.

Aragón. Esta tierra devoradora de hombres y mitos, seca y dura como pocas, sin mar pero con gentes de mirada larga y sincera que otean el horizonte. Tierra que arroja flores a la historia que estallan en cólera en los eriales y los baldíos sin que se les escuche. No fue el caso este fin de semana, donde estuvimos bajo la lupa de cientos de millones de personas en todo el mundo. De ello salimos con nota, colocándonos en primera fila internacional. Y José Antonio sin poder velo. Ya es mala suerte. La voz más atronadora por esta tierra tras Joaquín Costa no pudo gritar este domingo por ella y junto a ella. Cosas que le tenía reservadas el destino.

Al tiempo que Aragón saltaba a la escena mundial y se convertía en el actor principal, uno de sus hijos se caía del guión. El hombre que gritaba libertad cuando no la había; el poeta romántico de versos apagados y amorosos; el profesor de la mejor generación de estudiantes de Teruel en las últimas décadas; el cantautor de los mágicos lugares de España, a la que se pateó a pie con el zurrón al hombro; el beduino metido a política sin quererlo; el jotero; el reivindicador; el aragonés socarrón y tosco porque sí; el anarquista, libertario y rebelde contra todos y el mundo; el escritor sincero.

Murió un grande de Aragón y nació otro Aragón que ofrecerle al mundo. Quizá sea ese el sino de esta tierra loca y genial. Un contrasentido del destino colmado de sorna y preñado de rabia y miel, pero creo que a Labordeta le hubiera gustado. Porque el viejo profesor, como aquellas sabinas retorcidas por el viento, el polvo, la niebla y el sol en las parameras aragonesas, resistirá en la historia, agazapado como las liebres, pero sin que la muerte pueda nunca vencerlo.


La isla del fin del mundo (14-9-10)

En 1987, el aragonés Jesús Conte Oliveros abandonó a su mujer, a sus cinco hijas, su trabajo como filólogo, historiador y periodista en su Huesca natal y tomó un pasaje de ida al fin del mundo. Les había dicho que iba a Madrid a dar una conferencia. Durante seis años le perdieron la pista por completo. Nadie supo hacia dónde había dirigido sus pasos ni el porqué de su decisión. En 1994, Conte dio pistas de su paradero ante los asombrados ojos del mundo. Lo hizo a través de un libro en el que recogía sus investigaciones filológicas sobre su lugar de reclusión: ‘Isla de Pascua. Horizontes sombríos y luminosos (historia documentada)’. A los dos años publicó ‘Gramática fundamental de la lengua RapaNui’, que hoy en día es el texto de referencia para iniciarse en una de las lenguas y culturas más misteriosas y fascinantes del mundo.

Conte, que dominaba una veintena de idiomas y poseía vastos conocimientos de jónico, se había exiliado voluntariamente en el lugar más perdido de la tierra. Aquel pedazo de tierra abandonado en el océano más extenso de la Tierra fue la última morada para el sabio aragonés. Según varios periódicos chilenos, murió en 2005. A su entierro apenas acudieron un puñado de conocidos relacionados con la Iglesia y sus restos descansan desde entonces en un cementerio perdido de Santiago de Chile.

Durante esa escasa década en que permaneció en la isla de Pascua, Conte consiguió ganarse la confianza de los ancianos del lugar. Ellos le transmitieron la sabiduría oral que había sido trasladada de una generación a otra. El resto la consiguió de los libros y archivos. Su obsesión era descifrar uno de los mayores misterios de la isla: el significado de la escritura rongo-rongo, unos jeroglíficos grabados en tablillas de madera de las que apenas quedan media docena desperdigadas por el mundo.

Cuentan varias crónicas que, antes de morir, el aragonés dejó en manos del dueño de la pensión en la que se hospedaba un baúl lleno de escritos a modo de pago. También puso una condición: que se entregasen a sus hijas varios de esos libros. Desde entonces no han sido pocos los periodistas que han intentado averiguar con escaso éxito qué había escrito en esas cuartillas.

El Gobierno de Aragón intentó comprarlos hace unos años. Fracasó. El misterio sigue vigente, esperando a los exploradores de la historia y de los mitos. Sin embargo, como la endiablada escritura de RapaNui, lo verdaderamente fascinante fueron las razones que impulsaron al aragonés, que entonces casi se acercaba a los sesenta años, a abandonar a su mujer e hijos y no regresar más a España. Cuentan, algunos viajeros que lo conocieron en sus últimos años, que Conte solía decir que la isla de Pascua le había rejuvenecido. Se sentía en RapaNui como alguno de sus primeros colonos, esos navegantes extraviados convertidos en prisioneros del ombligo del mundo. Como náufragos en una tierra que les había salvado de las garras de un océano sin fin pero que se convertía en su propia cárcel y condena.


La Caverna: sociedad secreta (7-9-10)

En 1936, 22 hombres del Bajo Aragón y del Maestrazgo de familias católicas y de derechas huyeron de sus pueblos perseguidos por el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Durante poco más de un año la zona iba a tener el dudoso honor de convertirse en el primer y único experimento mundial en la aplicación de las teorías revolucionarias del anarquismo. Con base en Caspe, el proceso estaba en marcha. Y había que hacer limpieza. Frailes, monjas e iglesias fueron los primeros en caer, luego les seguirían simples labradores que iban a misa; más tarde el veterinario, el medico o el dentista; y finalmente aquel estudiante o ese otro pastor que no querían sumarse a la fiesta. La mecha estaba encendida y ya nadie la iba a detener.

Así las cosas, había que esconderse. Como ahora en Afganistán, como hace años en Vietnam o como hace dos siglos con Napoleón, el hombre regresa a la tierra. La cueva como refugio. El viaje inverso al seno materno. Cobijada de los vientos, escondida entre farallones rocosos, inaccesible y tenebrosa, a una veintena de metros del suelo tiene su entrada. Más parece una buitrera o refugio de alimañas que otra cosa, pero a partir de ahora será vuestro hogar. He ahí Cambriles. Una casa necesita normas, y orden: es necesario fundar una sociedad. Y ha de ser secreta. Nace así el mito de ‘La Caverna’.

Comienzan Domingo y Aurelio Folch, de Ladruñán; Vidal Royo, de Ladruñán también; Victoriano Barberán, del mismo pueblo; así como Aniceto Brea; de Fórnoles vendrá Fernando Bel. Los seis son sus socios fundadores. Más tarde, a lo largo de los primeros meses de una guerra que duraría tres años y desangraría España se les sumarán más fugitivos como Pascual y José Navarro, de Alcorisa; José Gracia Monforte y José María Gracia Guillén, de Dos Torres de Mercader; Manuel López, de Dos Torres de Mercader también; Fidel Ayora, de Tronchón; Manuel Vallés Perales y Manuel Vallés Dalmau, de Mirambel; Manolo, Luis y José Bel Conchello, de Fórnoles; Isaac Repullés, de Mirambel; Francisco Herrero, de Cuevas de Cañart; y finalmente Julio Blasco, José Cortés y Luis Royo, de Mas de las Matas. 22 hombres, jóvenes en su mayoría, que vivieron como topos en las entrañas de la tierra para salvar sus vidas. También 22 historias.

Muerto Franco y con un alcalde socialista, durante una reforma del Ayuntamiento de Mas de las Matas, el diario escrito por Manuel López Aguilar y el reglamento de ‘La Caverna’ se perdieron. O eso se cree. Tan sólo quedó el testimonio oral de los supervivientes para ratificar una aventura impresionante que aún hoy en día hace que se le encoja a uno el corazón. El barcelonés Pedro J. Bel, sobrino de varios de los hombres de Cambriles, ha rememorado su historia en un libro excelente apartado de todo sesgo ideológico. Como casi siempre, lo ha tenido que hacer por sus propios medios, costeándose la edición de un libro que el boca oreja y el buen tino de los libreros está sacando a la luz. Estas líneas van dedicadas a él; también a esos 22 hombres que simplemente lucharon por sus vidas escondidos desde la atalaya de la cueva de Cambriles, por cuyas estalactitas aún rezuma hoy en día el olor a sangre y a miedo de una parte de la historia de España.


El túnel (31-8-10)

Desde hace un par de semanas, una treintena de mineros chilenos concita la atención de medio mundo. Su encierro involuntario en las entrañas de la tierra a 700 metros de profundidad ha suscitado el apoyo unánime de la comunidad internacional. Todo depende de un túnel. En él han depositado sus esperanzas. Ayer comenzaron a perforarlo. 60 centímetros de diámetro y casi un kilómetro de longitud por el que quieren sacarlos. Si todo va según lo previsto, los extraerán embutidos en una especie de cápsula en un viaje de quince minutos que se antoja eterno y claustrofóbico en busca de la luz. De momento, una sonda de escasos centímetros los mantiene conectados con el exterior a modo de cordón umbilical ante los ojos del mundo.

Esa sensación de claustrofobia en el túnel también la sentimos por aquí. Ayer sin ir más lejos todos los municipios afectados por la crisis de la minería adoptaron medidas: un encierro voluntario en el Ayuntamiento de Ariño. Esta vez será superficial y a la vista de todos. En vez de mirar hacia las entrañas de la tierra, los ojos están centrados en el centenar de eurodiputados de los que depende que el carbón europeo siga quemándose los próximos años. De esos hombres y mujeres con sueldos de vértigo, maletines de piel y que beben agua de marca depende el futuro de varios miles de familias turolenses a los que el encierro chileno no les suena extraño.

De túneles y claustrofobias también sabemos algo por aquí. Este fin de semana, mi amigo Carlos Manrique y un servidor en vez de cañas nos fuimos de exploración. La excursión comenzó tras el postre, con idea de hacer bien la digestión. Después de andar media hora con agua a la cintura un par de metros por debajo de la tierra llegamos a nuestro destino: un túnel. No es como el de Chile, pero tampoco está mal. Tiene de todo: paredes estrechas, animalitos que revolotean en su interior, barro por doquier y un arte, un salero y una sensación de claustrofobia que no se puede aguantar.

Una vez dentro, hay que reptar. Manrique no protesta y sigue como un campeón. Sin embargo su cara de “Zardoya vaya sitios a los que me traes, cabrón” lo dice todo. Como dos culebras de agua nos movemos como podemos. Del agua al techo apenas queda un palmo de aire, y el espacio anda disputado. A nuestras narices, a las arañas y a media docena de murciélagos les apetece el sitio. Tras unos metros de esta guisa, un murciélago choca contra la linterna que sirve de avanzadilla. El bicho cae al agua y sale medio atontado. Choca a ambos lados del túnel como un conductor borracho y se larga cabreado. A nosotros tampoco nos acaba de gustar el ambiente y visto el recibimiento decidimos dar media vuelta. Buscamos de nuevo la luz. Al revés que los murciélagos, nos produce un especial placer. Una vez fuera, la tarde está vencida y del día apenas queda la luz que arroja un racimo de rayos menguados, sin embargo a nosotros nos parece el Sol de la redención.


Blasfemias en Poblet (24-8-10)

Creo que fue Homer Simpson, ese gran filósofo del hombre moderno, el que dijo algo así como que no hay mejor sitio para blasfemar que un monasterio. Fue en un capítulo tronchante en el que nuestro héroe del siglo XXI mantenía un diálogo con Dios y éste le dispensaba de madrugar los domingos para ir a misa. Me acordé de Homer ayer -de Dios también- pateando el monasterio tarraconense de Poblet, sin duda uno de los lugares más cercanos al paraíso. Una visita al lugar donde están enterrados muchos de los reyes de Aragón es siempre una buena excusa, pero ayer también la teníamos: el escultor alcañizano José Miguel Abril clausuraba una exposición centrada en los procesos de degradación del hombre que ha estado abierta con mucho éxito en estos dos últimos meses.

Contamos con un guía de lujo. Un viejo conocido alcañizano: el cura José Alegre, que estuvo casi dos décadas en la ciudad. Alegre, que hace honor a su apellido, es ahora el abad del monasterio catalán, y nos pasea por los entresijos del magnífico espacio. Mientras seguimos su hábito uno escucha atento como un monaguillo y piensa que la Orden del Cister ha tenido mucha suerte de que un hombre como Alegre recale por allí. El antiguo párroco de la capital bajoaragonesa se interesa por sus paisanos y pregunta esto y lo otro. La visita va pasando entre viejas anécdotas, mis preguntas blasfemas y las decoraciones de las tumbas de los reyes de Aragón. Se ve que Alegre es un hombre también con grandes virtudes piadosas porque simplemente se ríe y esquiva mis sandeces como puede.

José Miguel Abril también entra al trapo y suelta alguna de las suyas. Antes de quedar con el abad ya nos ha dado tiempo de reírnos mucho diciendo barbaridades en la comida y andamos compenetrados. El cámara a veces se asusta y nos mira algo atemorizado, pero poco a poco creo que lo vamos acostumbrando y ya simplemente mira como diciendo: “yo no los conozco”. Esto de blasfemar en un restaurante lleno de catalanes al lado de un monasterio tiene sus consecuencias no se vayan a creer: la ración de risotto anda algo escasa. Se ve que el camarero peludo no acaba de captar nuestra mezcla de humor siniestro y desprecio al género humano.

Por cierto. La exposición, que combina escultura y pintura, se adentra de forma figurativa y abstracta en la degeneración del rostro humano tras su muerte. Mi escaso fondo artístico quiso ver en ella trazos de Francis Bacon, de los Desastres de la Guerra de Goya o de Edvard Munch, e incluso algunas gotas escanciadas del retrato de Dorian Gray. A mí me gustó e impacto mucho. El final y la muerte entre las paredes de un monasterio lleno de paz. Y es que, como el bien y el mal, como el cielo del infierno, como la vida de la muerte, quizá ambos no estén tan opuestos uno del otro y habiten juntos en nosotros, separados tan sólo por una línea imperceptible que muchas veces cruzamos sin mirar.


El hombre enmascarado (17-8-10)

Publicaba ayer el periódico ‘El Mundo’ un buen artículo donde recogía algunas conclusiones de la Convención Anual de la Asociación Americana de Psicología, donde han analizado los superhéroes actuales de los cómics que leen los niños. Según los expertos, los personajes actuales están muy estereotipados, violentos y se comportan como los típicos “machos de la manada”. En resumen: no son un buen modelo para ellos. Según la profesora de Salud Mental en la Universidad de Massachusetts, Sharon Lamb, “los de ahora son más héroes de acción que otra cosa; participan en una espiral de violencia que no tiene fin, peleándose con un villano tras otro. Son agresivos, sarcásticos y hacen ostentación de su virilidad”.

Los especialistas contraponen los valores actuales de estas referencias que ven los jóvenes actuales con la candidez y generosidad de otros superhéroes de antaño como Spiderman, Superman o Batman, que “fuera de sus trajes eran hombres reales con problemas reales y muchos aspectos vulnerables”.

Al leerlo, me acordé enseguida de los miles de tebeos con los que disfruté en mi niñez. Creo que todavía deben de andar por casa de mis padres en alguna caja, escondidos en algún armario esperando pacientes a otra generación. Mi preferido siempre fueron los de ‘El hombre enmascarado’. Aquellos tebeos, a pesar de ser en blanco y negro, tenían un brillo especial. Supongo que muchos conocerán la historia: sir Christopher Standish, un joven aristócrata inglés, se dirige en el siglo XVI hacia Oriente a bordo de una nave y naufraga después de un ataque pirata. Protegido por una tribu de pigmeos, jura entonces que dedicará su vida a una lucha permanente y sin tregua contra la piratería. También lo harán sus descendientes, consiguiendo que la leyenda prosiga en el tiempo asegurando que es inmortal e invencible.

Creo que fue uno de los primeros héroes que saltaron a las páginas de los periódicos y aunque hoy no tiene la misma fama que hace décadas, a mí ‘El fantasma que camina’ me sigue cayendo bien. Puede que sus historias fuesen excesivamente ingenuas, que su traje morado ya no esté tan de moda, o que la sutil defensa del colonialismo ya no sea políticamente correcta, pero el resto de valores siguen siendo perfectamente validos.

La búsqueda de la justicia, la lucha contra el mal, la defensa de la individualidad, dedicar la vida a una causa... todos aquellos valores siguen presentes entre sus páginas. En una sociedad como la que vivimos, con tal carencia de esencias; consumista a marchas forzadas; sin referentes ni modelos claros y con ejemplos televisivos huecos o sencillamente humillantes, la filosofía que desprendía ‘El hombre enmascarado’ se antoja claramente vigente. Quizá por ello, “el hombre que nunca muere”, “el fantasma que camina”, todavía pueda conseguir hacerse un hueco y servir de estímulo para las generaciones que arroje el siglo XXI.


La desobediencia civil (10-8-10)

Durante los años que viví en el País Vasco conocí a personas muy interesantes con las que sigo manteniendo una sincera aunque distante amistad. Una de ellas era un viejo escritor olvidado al que más de dos décadas de nacionalismo político infame y sectario habían apartado de cualquier círculo cultural en su tierra. Se llamaba y se sigue llamando Ramiro Pinilla. Junto a él y otras personas participaba los lunes en una especie de tertulia literaria casi secreta donde hablábamos de libros, escritores, y a veces de política. Espero que la sigan haciendo y el hueco que dejé lo haya ocupado otro.

Pinilla es un tipo muy particular. Anda ya por los 87 años y hasta donde yo se la salud le responde muy bien. Durante aquellos años en Euskadi en que lo traté, Pinilla concluyó ‘Verdes valles, colinas rojas’, una trilogía majestuosa que ha sido considerada por los críticos como la gran novela vasca y donde invirtió casi veinte años de escritura paciente forjada a la sombra de casi todos. Durante esos años, a veces quedaba con él e iba a visitarle a su caserío, un viejo edificio con jardín que él mismo se construyó a las afueras de Getxo. Teníamos una especie de pacto: yo saqueaba su biblioteca y a cambio le ayudaba a hacer leña para la chimenea o le echaba una mano con el jardín, que poco a poco iba devorando la casa.

Me acordé de Pinilla el otro día cuando desde determinados círculos se empezó a oír hablar de “desobediencia civil” ante la imposición de la prohibición de los toros en Cataluña. El autor de aquello fue Henry David Thoreau, un escritor y filósofo norteamericano de principios del XIX con ciertas tendencias anarquistas. Solía decir Thoreau, al que algunos consideran el primer ecologista de la historia, que “un gobierno no debe de tener mayor poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle”, algo que por aquí estamos bastante de acuerdo. Todo aquello surgió en 1846 cuando el joven escritor norteamericano se negó a pagar impuestos como protesta por la esclavitud y por la guerra que su país mantenía entonces con México. Como era de esperar, Thoreau recaló con sus huesos varios días en la cárcel, pero su ejemplo le sirvió un siglo más tarde a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King para iniciar sus movimientos de lucha social.

Un par de años antes, Thoreau quiso experimentar la vida en la naturaleza y vivió dos años en una cabaña en el bosque alimentándose de lo que cultivaba, “para no descubrir cuando le llegase la muerte, que no había vivido”. Fruto de aquello fue ‘Walden, la vida en los bosques’, un pequeño ensayo que sigue cautivando a generaciones de jóvenes. Cuando el éxito le llegó pasados los ochenta años a Ramiro Pinilla, un día me mostró una vieja piedra tallada en la puerta de su caserío que la hiedra casi había escondido. Tenía escrito un nombre: ‘Walden’, un homenaje a sus lecturas de juventud. Entonces volvió a dejar caer la hiedra sobre la piedra mientras me guiñaba un ojo y supe que aquel viejo caserío no representaba sólo su hogar, sino también un símbolo de libertad y de individualismo frente al infierno que suponen los otros.


Serpientes de verano (3-8-10)

El verano, informativamente hablando, es una de las épocas más interesantes. Se da una dualidad muy curiosa: ayuntamientos, políticos, ministerios y demás chiringuitos institucionales echan la persiana y ponen el cartel de “a mí no me pregunten”; por otro lado, se producen algunos de los acontecimientos que se han ido caldeando el resto de año y se sueltan ahora, con nocturnidad y alevosía. No más tienen que ver la charlotada taurina en Cataluña o el circo que se ha montado en Estados Unidos con la revelación de los 90.000 documentos secretos del Pentágono. Así, mientras las becarias hacen sus rastros periodísticos y las dejamos, algunos se frotan las manos de meter las cosillas de rondón y sin demasiada contestación. 2 de agosto de 1914: comienza la 1ª Guerra Mundial.

Eso de que no sucede nada en verano es una falacia en toda regla; simplemente nos pilla con el pie cambiado, con desgana, o en la inopia. 18 de julio de 1936, verano: arranca la Guerra Civil en España. Vean si no la prohibición de los toros en Cataluña. Nuestros vecinos políticos han sabido esperar a finales del mes de julio para soltar lastre. A eso se le llama don de la oportunidad. Con el mes de agosto por delante y unas elecciones autonómicas a la vuelta del verano, el momento es ahora. Hay que tomar posiciones, marcar el territorio con orina de lobo. Alimentar el debate. 6 de agosto de 1945: el mundo conoce el horror atómico en Hiroshima.

Personalmente, me alegra que en Cataluña se vayan a prohibir los toros. Como aragonés y español me sucede lo de Napoleón: “A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros”. Así es. Para despotricar contra lo español, aquí nos bastamos solos. Simplemente espero que lo sucedido sirva para alentar a algunos mentecatos que todavía siguen pensando que vivimos en una democracia reflexionen. Lo sucedido en Barcelona es sólo el último eslabón, la última vomitona que ha expulsado esa casta política, universitaria y cultural infame forjada en las tres últimas décadas. Esa que vive arrimada al sillón institucional como una lapa; esa que mea colonia cada año cuando el Departamento de Cultura reparte las subvenciones; y esa casta universitaria acobardada y ruin que no ofrece ningún tipo de contestación posible; que mira para otro lado y se tapa la nariz cuando en Cataluña se nombra cualquier cosa que huela a España.

Lo expresaba bastante bien un joven banderillero catalán que entrevistaron en televisión el otro día: “cuatro politicuchos de mierda me han quitado la ilusión de mi vida: poder torear”. Es como aquello de no me importa quedarme ciego si a ti te dejo tuerto. Prohibir para joder. Tratar a una sociedad adulta como a niños. Esta casta infame, generada en Cataluña pero que poco a poco ha ido desperdigando sus posiciones por el resto del país -especialmente en la villa y corte- no parará jamás. Primero serán los toros, luego vendrá el tabaco o las putas, más tarde serán las cañas de después del tajo, y finalmente le prohibirán joder en su propia cama si antes no ha solicitado un permiso especial a Sanidad o al ICONA. Esperen y verán. Será divertido.


El hombre del sombrero de ala ancha (27-7-10)

La tarde era de un calor soporífero. Los turistas, arremolinados junto a la barra del bar, esperaban a que les pusieran unas cervezas mientras miraban de reojo el escote de la camarera. Como un fantasma que se desliza por el suelo sin hacer apenas ruido, llegó por una esquina del chiringuito, eligió una de las mesas más apartadas del local, y se sentó con la espalda a cubierto mirando de cara el panorama. Al frente, la playa, con un mar en calma que arrojaba a la orilla unas suaves olas adormecidas de espuma blanca; a un lado, un sauce llorón, que proyectaba una suave sombra sobre el piso de tierra endurecida; al otro, un pequeño jardín escalonado donde unos cactus luchaban por sobrevivir a la arena recalentada por el sol.

Se quitó el sombrero y lo dejó sobre la mesa de madera. Era un sombrero de ala ancha algo raído y con una cinta anudada donde había insertado un par de pequeñas plumas. Levantó la mirada y fijó la vista en la barra. La camarera se giró y con un gesto mandó al chico a atenderle. El grumete se acercó hasta la mesa con timidez. Él, cuando lo tuvo delante, se quitó las gafas oscuras y le pidió un gin tonic. El chico se dio la vuelta y enfiló de nuevo hacia la barra. El hombre se volvió a colocar las gafas de sol y sacó un periódico de la mochila de cuero que había dejado en la silla.

De vez en cuando, entre sorbo y sorbo a la copa, el hombre del sombrero de ala ancha echaba un vistazo a su alrededor y después volvía a imbuirse en su lectura. A los pocos minutos apareció una pareja de punkis con un perro. De mesa en mesa, fueron ofreciendo su quincalla a los turistas. El perro les seguía, obediente y manso, unos metros por detrás. Cuando llegaron a su mesa el hombre levantó la vista del periódico y se quedó mirando la cajita donde llevaban las pulseras y los collares de artesanía. Les dio un no callado con una sonrisa por respuesta y después se colocó sus gafas oscuras.

Ellos siguieron y se acercaron hasta una joven pareja de alemanes que disfrutaban de un par de cervezas unas mesas más adelante. El hombre apuró el gin tonic y tomó de nuevo el sombrero de ala ancha. Se lo colocó y se puso en pie. Dejó un billete en la mesa y se fue hacia la salida. Miró a la barra y le lanzó un guiño a la camarera mientras se tocaba el ala de su sombrero. Ya en la puerta del chiringuito se paró delante de los punkis. Se agachó y sacó un par de cigarrillos del bolsillo de su camisa. Se los ofreció. Ellos los cogieron y le devolvieron una sonrisa. Él se volvió a colocar de nuevo sus gafas oscuras y mientras se levantaba acaricio al perro. Se colgó la mochila al hombro y salió del local. Desde la barra, vi cómo se alejaba caminando con sus gastadas botas por el asfalto. Dejaba a su espalda el mar. El sol se iba apagando y rozaba con sus ligeros rayos las dos plumas que colgaban de una de las alas de su sombrero.


El botijo, su pitorro y la nueva ingeniería (20-7-10)

Hace unos días pudimos comprobar cuán grandes son los designios hidrográficos en Aragón y qué altas cotas de payasadas, charlotadas, gastos inútiles e imbecilidad nos quedan por aguantar a todos. Y que pagar. Según la información que se publicó la semana pasada, el embalse del Val lo hicieron sin canal superior, por lo que sólo se puede utilizar sacando agua a través del cauce del Queiles, es decir, por abajo. Se conoce que a ningún ingeniero lumbreras se le ocurrió poner un grifo arriba. Los agricultores de la zona lo han bautizado convenientemente como “un botijo sin pitorro”. Se ve que los regantes siguen siendo gente piadosa, porque a mí se me ocurren muchas más maldades con que definir a esta chapuza infame.

Este embalse se terminó de construir hace ocho años, y es el primero y el último del Pacto del Agua en Aragón. Puede albergar hasta 24 hectómetros cúbicos procedentes del Queiles y costó la friolera de 96 millones de euros, el doble que Motorland. Por cierto, no he oído a ningún tonto con columna fija, carné de partido y tal, y a poder ser residente en Zaragoza, criticar a este botijo y su pitorro. Se ve que lo de despotricar dónde se gastan los dineros funciona sólo por barrios, y aquí parece que está todo de primera. Con dos cojones. Ahora parece que se han dado cuenta del pequeño fallo de la presa y construir la toma alta costará otros 80 millones de euros. Sí, yo también pienso lo mismo que usted, pero me lo voy a callar.

De verdad que he indagado mucho en la búsqueda del origen de este despropósito y sólo he llegado a una teoría. Como tan sólo soy un periodista del montón, sólo se lo voy a contar a usted, pero por favor le pido que indague también; a ver si entre todos conseguimos aclararnos. Creo que esto es lo que en las altas esferas se conoce como ‘Nueva ingeniería’.

Es una novedad tan novedosa, moderna y chic que ni usted ni yo llegaremos a comprender la nunca. Consiste básicamente en gastarse una millonada en cualquier mierda de obra; retrasar los plazos todo lo posible; establecer estudios de impacto ambiental cada cien metros y cada mes; repartir la pasta desde el primer ingeniero hasta el último subcontratista y, finalmente, dar el colofón haciendo una chapuza que haya que reparar a los pocos años para repetir la jugada. ¿Qué les parece? Bonito, ¿verdad? Supongo que si el bueno de Joaquín Costa se hubiese enterado de esto en sus tiempos le habría salido una úlcera, encorrería a gorrazos al presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro y habría demolido a dentelladas el Ministerio de Obras Públicas. Ahora somos más civilizados que cuando Costa, y claro, así pasa; que tenemos botijos sin pitorro. Todo eso que hemos ganado. Para sumarme a los seguidores de la ‘Nueva ingeniería’ desde aquí vamos a aportar unas ideas para gastarnos los dineros a partir de ahora: se podían hacer carreteras a la nada; construir basureros de billetes de cien euros; hacer fuentes públicas con tapes; levantar hospitales junto a las escombreras; fabricar tanques con bocinas y vitrocerámicas... No sé, a este paso incluso podíamos hacer incluso un concurso. Entraría en los anales del esperpento y de los tiempos gloriosos que nos ha toca o sufrir.


Tributo a España (13-7-10)

Por Telmo Zarra; por Paco Buyo; por Marcelino; por Iribar; por Ramallets; por Villa; por Marcelino; por Di Stefano; por Paco Gento; por Rojo; por Paco Guerri; por Paco Higuera; por Zubizarreta; por Gainza; por Belsué; por Villarroya; por Lapetra; por el Rey; por la Reina; por el Cid Campeador; por Amancio; por Joaquín Costa y su pasión desaforada; por Juan Martín Díaz, Empecinado; por Cristóbal Colón, descubridor de mundos; por Cervantes, soldado del Imperio; por Baltasar Gracián, quintaesencia del estilo; por Fernando el Católico, unificador de España; por José Luis Arconada, guardameta; por Camacho; por Guardiola, cerebro; por Luis Suárez, estilete; por Puskas, genio; por Hernán Cortés, conquistador; por Isaac Peral, inventor; por Quevedo, espadachín del idioma; por Lope de Aguirre y su desaforada ansias de poder; por Sancho el Fuerte, Rey; por Alfonso X el Sabio, poeta; por Isabel la Católica; por María Moliner, trabajadora incansable; por Butragueño; por Rafael Martín Vázquez; por Cabeza de Vaca, explorador; por San Francisco Javier, santo; por Ortega y Gasset, filósofo; por López Ufarte; por Juan Señor; por Santiago y Cierra a España; por Hipólito Rincón; por Maceda; por Manu Sarabia; por Miguel Servet, hereje inmortal; por Gordillo.

Por Raúl; por Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios; por Luis Enrique; por Quini; por Juanito; por Sor Juana Inés de la Cruz, mística; por Francisco de Goya y Lucientes, pintor del mundo; por Félix Lope de Vega, comediante; por Joseba Etxeberría; por Nadal; por Julio Salinas; por Tirso de Molina, mercedario; por Vicente Yáñez Pinzón, avistador de mundos; por los Tercios Viejos de Flandes; por los últimos de Filipinas; por Santiago Ramón y Cajal, aragonés y fotógrafo; por José Ángel de la Casa y Matías Prats, periodistas; por Carlos V, emperador de Europa; por Francisco Pizarro, conquistador; por Miguel de Unamuno, poeta y filósofo; por Julen Guerrero; por Pirri; por Andoni Goikoetxea; por Lobo Carrasco; por Aníbal, guerrero; por Carlos III; por Ignacio de Loyola, jesuita; por Satrústegui; por Bakero; por Jaime I el Conquistador; por el Conde Duque de Olivares; por Andrinúa; por Tendillo; por Chendo; por Velázquez; por Caminero; por Reija; por Kubala; por Juan Sobrarias; por Calderé.

Por el Duque de Alba; por Busquets; por Pío Baroja y Nessi, novelista y aventurero; por Gustavo Adolfo Bécquer, enamorado; por Kiko Narváez; por Juan Sebastián Elcano, ‘Primus circumdedisti me’; por Pilar Narvión, periodista; por Diego Tristán; por De Pedro; por Luis Aragonés; por Pascual Madoz, geógrafo; por Jorge Manrique, poeta y guerrero; por Jesús Navas; por Pardeza; por Ablanedo II; por Ana María Matute, escritora; por Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacífico; por Pichi Alonso; por Villa; por Xavi; por Puyol; por Casillas; por Sara Carbonero; por Llorente; por Piqué; por Capdevila; por Iniesta; por mi padre y mi abuelo, que tuvieron que esperar décadas para ver esto; por los de usted; por los que vengan a partir de ahora; por los siglos de los siglos. Amén.


España y la chica del vestido verde (6-7-10)

Sábado. Tarde de calor sofocante esperando que llegue la hora. Juega España. Momento para hacer historia. Un puesto para las semifinales está en juego. Se barrunta un rival difícil y correoso. Además, el juego de España está arrojando algunas dudas contra teóricos rivales inferiores. La gente acude con tiempo a pillar un buen sitio en la barra cerca de la enorme pantalla de televisión. Poco a poco, la cafetería se va llenando de gente, en su mayoría jóvenes. Algunas chicas llevan tatuada con pintura la bandera de España. Ellos, más ruidosos, se han pertrechado de bocinas, pelucas, trompetas e incluso un bombo. Suena el himno. La gente escucha emocionada la música mientras la cámara ofrece primeros planos de los hombres en los que el país ha fijado sus ilusiones. Acaba y un sonoro aplauso y un grito unánime se escucha en el bar. A por ellos. Arranca el partido. Las cervezas comienzan a correr junto a los nervios. No se la ve fina, no. Un par de sustos de los paraguayos y las trompetas empiezan a decaer. Pasan tres cuartos de hora como un rayo. Poco fútbol y mucha emoción. Falta lo mejor.

El segundo tiempo arranca como terminó la primera parte. España no se encuentra. Alguna ocasión ha habido, pero el fantasma de la derrota ante Suiza comienza a remolonear en el ambiente. Al cuarto de hora, el árbitro toma el protagonismo. Penalti claro contra España. Mierda. Lo que faltaba. La cámara se fija en Casillas. Todos al unísono parecen decir: “páralo, por lo que más quieras”. Lanza el paraguayo y la mano de Dios aparece. Estalla el júbilo. Ahora sí, comienza la reacción. La chica del vestido verde anda detrás. A la entrada se fijo en ella, pero desde hace una hora sólo tiene ojos para 22 hombres. Es rubia, no muy alta, y bastante guapa. Pitan penalti a España. Lanza Alonso y marca. Todo el bar grita gol y la gente salta por los aires. A los escasos segundos llega un mazazo: ha sido anulado. Vuelve a lanzar y el portero adivina el tiro. No puede ser, vuelta a empezar. Sigue el partido. España empieza a mover el balón, aunque sin llegar a puerta. Los minutos pasan y todo el mundo empieza a pensar en la prórroga. En un contragolpe, Iniesta se inventa una jugada y cede a Pedro. Tira el canario y pega en el palo. Villa recoge el rechace y la clava en la portería. GOOOOOOOL. La alegría se desborda y la gente comienza a saltar y a abrazarse. La chica estira la mano tras el gol y le golpea suavemente en el hombro con la mano. Él se vuelve, la mira y le sonríe. “Perdona”, dice ella. “No te preocupes”, contesta.

A partir de ahí comienzan diez minutos de infarto. España entera vive pendiente de un hilo. Él vigila el partido con un ojo en Casillas y otro en la chica del vestido verde. El árbitro pita el final. Estamos en semifinales. Se ha hecho historia. El chico piensa en su padre y en su abuelo, que jamás pudieron vivir este momento. Se vuelve y allí está ella. Le vuelve a sonreír: “has traído suerte a España”, le dice. Ella se sonroja, lo mira y dice: “pues contra Alemania también vendré”. Él se despide con un guiño mientras sus amigos le arrastran. No puede ni tan siquiera dejarle el número de móvil. Tan sólo piensa en volver a verla cuando vuelva a jugar España y quizá entremos en la leyenda.


De hombres y motes (22-6-10)

El otro día fui a hacer un reportaje sobre un capítulo religioso de los monjes Servitas en Cuevas de Cañart. Los frailes volvían a la localidad donde cuatro siglos antes habían celebrado otra reunión de organización interna tras la fundación del primer convento de la orden en España en una cueva cerca de Ladruñán. Otro periodista y yo esperamos un rato a que acabase el capítulo para entrevistar a algunos de ellos y hacerles unas preguntas. Finalmente apareció un fraile en una silla de ruedas. Se presentó y nos sentamos en un sofá. Era un anciano que rondaba los ochenta y al que le faltaba una pierna. “Soy tres cuartos de hombre”, nos dijo con una sonrisa cómplice para romper el hielo. La entrevista se prolongo unos veinte minutos, y el fraile nos contó algunos entresijos de la orden para que tuviésemos material para el reportaje.

Volviendo al periódico, recordaba esa frase: “Tres cuartos de hombre”. Pensé que aquel fraile bien pudiera estar impedido, pero su cerebro y su ímpetu estaban más frescos que nunca para reírse de uno mismo. Se había tomado su invalidez como un regalo de Dios sin darle mayor trascendencia. Entonces me vinieron a la cabeza algunos motes que solían pulular por los pueblos. Supongo que muchos quedaran, pero entiende uno que la mayoría son una especie en extinción. En un pueblo de la ribera del Ebro hace un tiempo conocí a ‘Hombreymedio’. Pongamos que se llamaba Manolo. ‘Hombreymedio’ era amigo de ‘Pichatriste’ y juntos salían a tomar cañas con ‘Huesoliebre’ y ‘Cagafuego’. Al pobre ‘Huesoliebre’ le pusieron el mote en la fábrica, cuando una mañana se le ocurrió aparecer con un gran pendiente en la oreja de color canela. A ‘Cagafuego’ el apodo ya le venía de familia, se conoce que por las facultades expulsatorias de su abuelo. De los otros dos también me lo contaron, pero no me acuerdo.

En otro pueblo, en la misma ribera pero al otro lado del río, también se dieron en una época mucha mano con los motes. En las fiestas no era raro que se juntasen en la barra del baile ‘Brincariegos’ y ‘Sisquera’. A los dos les iba mucho la cerveza y cuando pregonaban limpiar los riegos nunca llegaban antes que el guarda. Los lechecinos y la sisca campaban a sus anchas, para desesperación de sus vecinos de huerta: ‘Ranica verde’, ‘Culebro’ y el ‘Tío raboso’.

Cerca de aquellos brazales tenía una caseta el tío ‘Asaltatinajas’ y Marisol, que no era una chica, sino el hijo del candongo de ‘Arrancapinos’, al que le había salido un poco marica el chico. Muchas veces se juntaban a esperar el ador cerca del chopo del tío ‘Arrastrasantos’, al que el cura excomulgo el día en que, bien harto de vino, sacó a San Agustín por la noche y lo echó a la acequia. Su sobrina era María del Pilar, una chica algo fresca y gastadora al que todo el mundo conocía como ‘Entrasuave’. A María del Pilar no parecía importarle demasiado el mote y se paseaba por la calle como si nada. Acabó casada con ‘Esperma’, que tenía fama de tripudo y no hacerle ascos a ninguna caldereta. Me contaron que una vez, cuando la mili era de veinte meses, acabaron todos en el cuartel del la Guardia Civil. Se conoce que al sargento no le gustó que el primer día en el bar le ganase la partida de guiñote ‘Mataburros’ cantando las cuarenta, tuviese que pagar la ronda de carajillos y encima le colgasen de mote perpetuo ‘Veinteenbastos’.


El discreto (15-6-10)

Hay cosas que se deberían poder controlar siempre, incluso después de muerto. Este domingo el periódico El PAÍS informaba en un excelente reportaje de Luis Gómez de la polémica surgida por la disputa de la herencia entre los familiares del empresario Luis García Cereceda, un hombre de 72 años fallecido el pasado 7 de junio que triunfó en España en un sector con muy mala imagen: el ladrillo. Acostumbrados como estamos en España a que detrás de cada constructor salga un ‘pocero’ en potencia, García Cereceda rompía con el molde. Jamás concedió una entrevista, nunca se exhibió en eventos sociales, y sus fotografías públicas eran el más raro trofeo de caza entre los fotógrafos. Era un hombre discreto.

Según quienes le conocían, cimentó las bases de su triunfo en la paciencia, el buen olfato para los negocios, su curiosidad, su gran generosidad y un trabajo arduo que le hizo ganarse pronto fama y prestigio entre los del ramo. García Cereceda había elegido transitar siempre por la vida alejado del foco público protegido por un elegante anonimato. Sin embargo, tras su muerte, el olor a cadaverina parece haber despertado el sueño a los buitres: una guerra de esquelas en el mismo periódico parece destapar una futura guerra familiar por la herencia del fallecido, que podría ascender a 1.000 millones de euros. Fue el único fallo de García Cereceda: no diseñar su final apropiado. ¿Pero quién es capaz de hacerlo? Tras su muerte, el imperio de Alejandro Magno se disolvió entre sus generales como un azucarillo en un vaso de agua; tras el asesinato de César, una guerra civil debilitó al Imperio Romano hasta empequeñecerlo. Nadie está a salvo de ello, gracias a Dios, ya que afortunadamente, la historia demuestra que no somos otra cosa que simples mortales.

Antes de leer el artículo, no sabía que García Cereceda hubiese existido, lo que viene a demostrar una vez más que es cierto aquello de G. K. Chesterton: “El periodismo consiste esencialmente en decir ‘Lord Jones ha muerto’ a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. En esta época donde todo tiene que saberse, donde no hay apenas hueco para que se desarrolle la esfera privada de cada uno; donde los límites entre lo que es público y lo que no se traspasan continuamente, la vida de García Cereceda no puede si no más que servirnos de elegante ejemplo.

El que más y mejor ha escrito sobre la discreción fue Baltasar Gracián. En ‘El discreto’, sin duda uno de sus mejores libros, el aragonés aporta las claves universales para regirse por esta virtud. Ahí va un pequeño adelanto para quien se atreva a degustarlo: (Realce 25) “Siempre fue vulgar la ostentación, nace del desvanecimiento, solicita la aversión y con los cuerdos está muy desacreditada. El grave retiro, el prudente encogimiento, el discreto recato, viven a lo seguro, contentándose con satisfacerse a sí mismos; no se pagan de engañosas apariencias, ni las venden. Bástese a sí misma la realidad, no necesita de extrínsecos engañados aplausos. Y, en una palabra, tú eres el símbolo de las riquezas; no es cordura, sino peligro, el publicarlas”.


La soberbia (8-6-10)

Por esas casualidades del destino, la semana pasada se puso de manifiesto en el pleno municipal de Alcañiz cuanto de complicada tiene la política real. Creo que fue Groucho Marx el que dijo aquello de “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Bien. Partiendo de esa base marxista, con la que por aquí casi siempre estamos de acuerdo, se vuelve a demostrar una vez más que Alcañiz, por mucho que quiera, no gira al revés del sol.

En la orden del día había un par de temas de enjundia: una moción del PP para que Motorland incluyese en su publicidad el nombre de Alcañiz y una modificación de la RPT que huele a futura polémica sindical. De la RPT y de los colegueos sindico-políticos hablaremos -o escribiremos otro día-, hoy vamos a embarrarnos con lo otro, más que nada, porque nos da la gana. Poco antes de debatir la moción del PP salió a colación el tema de la semana: el corte de luz al Ayuntamiento por no pagar a Endesa. Como es natural y su obligación, la oposición le lanzó varios dardos al equipo de Gobierno de Alcañiz alegando que las únicas noticias que habían salido de la capital bajoaragonesa a nivel regional era que tenía fama de morosa. Curiosamente, después se debatió la moción y el único que se abstuvo fue el PAR, que no quiso entrar en el juego de PP, IU y PSOE e iniciar una polémica estéril entre Motorland y el lugar donde se asienta: Alcañiz.

En esto que mientras los concejales se echaban en cara lo del corte de luz con frases muy grandilocuentes y el equipo de Gobierno culpaba a la prensa de fijarse sólo en lo malo, Maribel, del Diario de Teruel, y un servidor, no pudimos más que descojonarnos de la risa, sinceramente. Es curioso -pensaba mientras tanto- que se junten ambos temas en el mismo día y que hagan referencia a lo mismo: la fama, la imagen, la marca, la solera, llámenlo como quieran. No me digan que no ha habido guasa y cachondeito con el tema. No es para menos. El Ayuntamiento de Alcañiz ha vuelto a establecer una de sus asombrosas marcas. Ha elevado el listón: ahora en Aragón tiene fama de mal pagador. Qué quieren que les diga, que le corten la luz a uno no se produce todos los días. Ahora bien, si pensamos y analizamos cómo se ha llegado a esa situación límite, a mí sólo se me ocurre una: por soberbia.

Conociendo el gallinero, a uno no se le hace difícil imaginarse el pulso entre Endesa y la alcaldesa. “Que no te pago”, “Pues te corto la luz”, “No tienes huevos”, “Espera y verás...”. Ein, ¿puede ser algo así, verdad? Al final, la chulería y el pulso nos han salido caros en términos de imagen a los que pacemos en Alcañiz. Ya dejó escrito San Agustín que “la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. Con estos mimbres y estos estilos, más valdrá que a partir de ahora, ya que van a salir juntitos en los carteles, que a Motorland no se le ocurra dejar de pagar el recibo de la luz. O el del agua.


Aragón, España y la decadencia (1-6-10)

Con motivo de su 115 aniversario, el diario Heraldo de Aragón viene publicando una serie de cuadernillos que recogen los principales reportajes divulgados a lo largo de estos años. Este domingo recopiló en una nueva entrega las opiniones más significativas que han tenido acomodo en sus páginas. Por ahí desfilaban Joaquín Costa, Santiago Ramón y Cajal, Camilo José Cela, Emilia Pardo Bazán, Ramón J. Sender, Ortega y Gasset o Pío Baroja, entre otras firmas. Cerró el especial el historiador bilbaíno Fernando García de Cortázar con un artículo en el que analizaba la visión de España a lo largo de los siglos incidiendo en que la idea de la decadencia es tan solo un mito.

Decadencia. Al terminar de leer el excelente artículo de García de Cortázar no pude dejar de pensar en esa palabra. La decadencia, sin ninguna duda, ha sido el tema más recurrente en la literatura española a lo largo de sus últimos cinco siglos. Decadencia política, decadencia económica y decadencia social. La literatura española y sus escritores, como es su obligación, han vivido embebidos por ella. La decadencia ha ejercido la poderosa atracción de que una derrota es más literaria que el triunfo.

En esto de la decadencia el maestro es siempre Cervantes, que supo bien de lo que escribía. El autor de El Quijote sintió el orgullo de la victoria y las mieles de su fama en Lepanto y luego probó el amargo sabor de la derrota al dar con sus huesos en la cárcel, “donde toda incomodidad tiene su asiento”. También lo supo bien Costa, que sin embargo prefirió pelear contra el pesimismo que atenazaba al país con su desmedida pasión y la fuerza incansable de su ánimo. Volviendo al artículo, García de Cortázar afirma que en las últimas décadas, en España, las distintas autonomías se han dedicado a inventar un pasado separado y “enfrentarlo al de su vecino”. En ese análisis, por aquí coincidimos plenamente. Aunque tampoco nos sorprende demasiado conociendo el patio y cómo se las gasta el personal. En los últimos años, la peña de cada pueblo, región, regionzuela, provincia o caseta de patos le ha cogido el gusto a arrojarse sus miserias bajo el grito de “y yo más”, dejando el nombre común y la bandera para los partidos de fútbol, no vaya a ser que nos llamen fachas. Y claro, así pasa, que ha campado mucho cultureta cantamañanas, bien untado vía Ministerio o Consejería de Educación correspondiente, exaltando la diversidad del terruño sin tregua, y de paso, sacudiéndole al vecino de enfrente.

En Aragón, dentro de lo que cabe, hemos hecho pocas sandeces en ese sentido. Por aquí no tenemos excesivos problemas de autoestima ni de personalidad. Eso lo sabemos nosotros, pero no hemos sabido vendérselo al resto de España. Como siempre. En vez de esgrimir esa fortaleza para poner cierto orden en esta casa de lenocinio, por aquí nos hemos apocado, como si la cosa no fuera con nosotros, y hemos estado viendo como silbaban las bombas que se arrojan los otros, sin dar el puñetazo en la mesa con el que poner orden. Es el carácter de los nuestros, piensa uno, que tiende a desaparecer de la escena cuando se ha hecho la faena sin hacer ruido. Sin embargo, es ahora con la crisis, que no es otra cosa que una crisis de fe y confianza, cuando Aragón deba cambiar sus maneras y venderse algo mejor; quitándole el polvo a los viejos paños y esgrimiéndolos de nuevo, para encabezar, otra vez, la dirección política y el liderazgo que nunca debió perder.


La pasión (25-5-10)

Dejó escrito el filósofo francés Claude Adrién Helvétius que la carencia de pasiones hace al hombre estúpido, algo con lo que por aquí abajo estamos muy de acuerdo. La pasión es consustancial a la vida y difícilmente puede vivirse con plenitud sin unas gotas alambicadas de ese néctar. Poner pasión a cualquier cosa que se emprende elimina las perezas cotidianas, allana las inconveniencias y hace a los hombres felices. Otro de los grandes, Benjamin Franklin, también fue un gran defensor de ponerle pasión a todo en la vida, sobre todo, al trabajo: “La ociosidad, como el moho, desgasta mucho más rápidamente que el trabajo”, dijo el sabio estadounidense.

Por mi oficio he conocido a mucha gente que vive apasionada con lo que hace. Se levanta cada día con una sonrisa enérgica que actúa como una droga con la que no trapichean los camellos y que corretea por sus venas impidiendo el desánimo. Muchas veces he entrevistado a agricultores a los que se les abrían los ojos como platos cuando veían aparecer una nube cargada de agua presta a descargar sobre la tierra recién sembrada; o con pastores que miraban con una sonrisa cómo se intentaba poner en pie un cordero recién nacido; o con carpinteros, que pasaban una y mil veces sus manos sobre el lomo de una silla pulida; o con herreros, que atizaban la forja hasta alcanzar la curva perfecta; o con escritores, que pulían sus textos hasta desarroparlos de todo lo superficial.

En periodismo también la pasión se hace necesaria todos los días y es consustancial para aguantar el oficio. En esta profesión, tan vituperada en los últimos tiempos como casi siempre, es básico echarle entusiasmo para no desalentarse. Por eso de vez en cuando conviene recurrir a los grandes en los momentos de flaqueza. Solía decir Ryszard Kapuscinski -seguramente el mejor periodista del último siglo- que el reporterismo casi nunca arroja resultados inmediatos. Hay que trabajar años y años, armarse de paciencia y tener claro que, como la vida misma, esto es un aprendizaje continuo, una carrera de fondo hasta la nada espolvoreada con las prisas del trabajo y de las rutinas diarias.

El periodismo no es otra cosa que rescatar lo verdadero e interesante, y moldearlo de la forma más idónea para que pueda degustarlo el lector, el oyente o quien ve la televisión. En esta búsqueda constante de sucesos, tragedias, hechos, opiniones o anécdotas, todo depende de la gente. Un reportero está a merced de lo que la gente ve, de lo que escucha, de lo que le dicen o de las preguntas que hace. También de la empatía, esa habilidad de sentirse en el lugar del otro; de saber distinguir sus problemas, sufrimientos, o sus alegrías. Es imposible de otro modo, ya que la gente de inmediato reconoce si la persona que está entre ellos es un paracaidista que llegó, miró alrededor y se fue, o por el contrario quiso encontrar algo más. Que buscó, preguntó y volvió a preguntar hasta que moldeó algo, que aunque nunca es lo exactamente lo sucedido, intenta ser lo más parecido a la verdad.


Camilo - Darío Alcañiz - Archidona (18-5-10)

Por esas casualidades que tiene el destino, la semana pasada mi buen amigo Darío Vidal me mostró una pequeña joya literaria que permanecía casi escondida en Alcañiz: una tarjeta que le envió Camilo José Cela en 1970 pidiéndole el auto judicial de la real existencia de Pascual Duarte. Vidal encontró la pista de Pascualillo en una localidad de Zaragoza que no diré y se lo hizo saber a Cela, que desconocía de su existencia y se mostró muy interesado.

El escritor gallego siempre se nutrió de fuentes orales y bebió de mucha correspondencia en periódicos para elaborar sus libros. Me recordó esta otra anécdota, también en los años setenta -un par de años después de lo de Pascualillo-, en la que el escritor Alfonso Canales le remitió a Cela la gloriosa hazaña de Archidona, que no hubiese saltado de historieta exquisita del capetovetonismo de no ser por la retranca de ambos. Paso a resumirles la carta que envió Canales a Cela: “Querido Camilo José... la cosa ha acaecido en Archidona, cerca de la Peña de los Enamorados.

Una pareja se encontraba en el cine, deleitándose con un filme musical. La música o las imágenes debían ser un tanto excitantes porque a ella, según tiene declarado, le dio el volunto de asirle a él la parte más sensible de su físico. El cateto debía ser consentidor, pues nada opuso (...) El caso que, en arribando el trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia. Los espectadores de la fila trasera (...) vieronse sorprendidos con una lluvia jupiterina, no precisamente de oro. Aquel maná caía en pautados chaparrones, sin que pareciera que fuese a escampar nunca (...) Cuando se dicte la sentencia, te proporcionaré una copia (...).

Carta de Cela a Canales: “Querido Alfonso: Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos permite la contemporaneidad con estos cipotes preconciliares y sus riadas y aun cataratas fluyentes! Amén. Viva España! Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de siniestro! El suceso muy bien podría originar la aparición de una frase adverbial aún no nacida -”como el cipote de Archidona”- señaladora de óptima calidad y desaforada cantidad. Te ruego que transmitas a la Excelentísima Diputación Provincial de Málaga mi propuesta de que le sea atribuido un homenaje de ámbito nacional al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas. Podría levantarse en su honor un monolito granítico con una farola en la punta del haba -el falofaro de Archidona- visible desde las costas de África.(...) Entre nuestro común amigo don Lupercio Leonardo de Argensola y yo hemos compuesto, en loor del pijo histórico, el poema que paso a copiarte: (Soneto) Claro cipote, cuya frente altiva/ cubre de nubes tan tupido velo/ que nos hacer creer que en ella el cielo/ y en sus cojones su razón estriba. En ti mostró su boca vengativa/ el gran león, forzado de su celo,/ y en ti de voluntad empieza el vuelo/ del goterón de leche en lavativa. Hoy proclama la gloria de Archidona/ que anegas con tus huevos a su gente/ por tu fluidora pija perseguida. Hoy el mundo en tu justo honor pregona/ que salvo incordio, chancro o accidente, no hay pija cual tu pija en esta vida”.


En solitario (11-5-10)

Los españoles siempre hemos sido muy dados a hacer las cosas en solitario. Esto es algo muy malo en la mayoría de las ocasiones -así nos ha ido durante muchos siglos- pero sin embargo, en otras, cuando las circunstancias son propicias y las hadas soplan a favor, surgen los héroes y se forjan los mitos. Napoleón dijo algo así como que España era el país más fácil de invadir y el más difícil de conquistar. “A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros”.

El gabacho sabía bien lo que se traía entre manos cuando decidió echarle el guante a su vecino del sur, aunque de poco le sirvió. Me acordé de la frase de Napoleón este viernes en Caspe, durante una excelente charla que ofreció Anna Corbella en el arranque de las Jornadas de actividades náuticas con las que se quiere promocionar el Mar de Aragón. La catalana, de 33 años, ha sido la primera española en atravesar el Atlántico en solitario a bordo de una pequeña embarcación a vela, lo que supone una hazaña al alcance de muy pocos. Corbella sigue los pasos de otros grandísimos navegantes ibéricos que han llenado las páginas de la historia de gestas, abriendo nuevos caminos e imponiendo otros límites, sin embargo, ha tenido la mala suerte de nacer en España, que suele devorar a sus hijos o los entierra en el olvido.

Otras naciones, que sin duda se respetan más a sí mismas y no viven acomplejadas, homenajean a sus mitos con devoción, les dedican plazas, monumentos o alguna calle de vez en cuando, y los niños aprenden a respetarlos. Aquí, la fiesta nos gusta de otra manera. Nos produce un placer especial avergonzamos de nuestra gente, la despreciamos y cuando no, decimos que es un invento de Franco. Así pasa, que los críos salen de la escuela sin saber quién cojones fue Juan Sebastián Elcano, si Hernán Cortes conquistó el imperio azteca o juega en el Atlético de Madrid, o si Francisco de Orellana dio nombre al Amazonas buscando El Dorado o es el marido de alguna cantante que sale por televisión.

En Aragón tampoco vamos muy sobrados y nos gusta mucho azotarnos con nuestras miserias. Nos hace gozo, para que vamos a ocultarlo. También olvidamos muchas veces a nuestra gente y tienen que venir otros a recordarles. Uno de estos grandes olvidados es Pedro Cubero. Creo que tiene una callejuela dedicada en el barrio de Las Fuentes, en Zaragoza, pero poco más. Aquí somos así de espléndidos con los de casa. Así nos va. Cubero, que nació en El Frasno en 1645, fue el primer hombre en dar la vuelta al planeta de Este a Oeste. Con 25 años, armado con apenas un báculo y su Biblia, el aragonés andaba sobrado de fuerzas, las mismas con las que atravesó a pie los Pirineos, los Alpes, toda Persia y pudo llegar a Acapulco vía galeón de Manila. De ahí regresó a España y dio cuentas al Rey. Ocho años y un libro: ‘Peregrinación del mundo’, una obra de arte donde cuenta sus viajes y lo que vio. Murió feliz, dos décadas más tarde, aunque sabiendo que muchos paisanos lo tachaban de loco. Supongo que el de El Frasno, piadoso con los ignorantes, había leído a Marco Polo, que también tuvo que justificar su hazaña con aquello de “no conté ni la mitad de lo que vi”.


Carta desde San Telmo (4-5-10)

Finales de abril de 2010. Querida Annabella: por fin he decidido retirarme como ya te venía anunciando largamente. Deambulando en uno de mis viajes, encontré un pequeño refugio en una antigua cala pirata que he decidido hacer mi paraíso particular. Es mal método esta columna para darte más señas, pero te adelanto que para seguir mis pasos deberás dirigir tu brújula al Sur, allí desde donde Europa casi lame las costas de África.

Como te decía, aquí he encontrado lo que tantas veces anduvimos buscando en nuestro deambular: aire puro, sol, aislamiento y sosiego. En otros tiempos, San Telmo fue una pequeña aldea de pescadores. En su existir diario, contaba con prácticamente todo: su fuerte con el que repeler invasiones de piratas africanos; su cuartel de la guardia civil; y hasta un manantial de agua cristalina del que brota agua todo el año y que permite que verdeen los álamos y los limoneros que se desparraman por sus bancales.

Tan sólo accederás a San Telmo por barco. A media hora del pueblo más cercano u ocho millas desde los fondeaderos de Las Oscuras, según elijas. También tienes un estrecho sendero que culebrea por las montañas y permite acceder a pie tras caminar una hora. San Telmo, poco más de una docena de casas desperdigadas en las laderas de una pequeña rambla de piedras blancas y grandes como huevos de dinosaurios, esconde muchos siglos de historia. Te contaré sólo los últimos. Atiende y verás; es una bonita historia.

Según me contaron los lugareños, fue a comienzos del pasado siglo. Una noche de invierno, cuando los pescadores habían partido a faenar a la mar, se desató un terrible temporal que los atrapó. Los pequeños barcos sólo resistieron las primeras horas y terminaron por hundirse. Los hombres les siguieron y, aunque había muy buenos nadadores entre algunos de ellos, todos murieron ahogados y extenuados en la mar. Las mujeres, que aguardaban noticias mientras rezaban a Santa Bárbara y ponían velas sobre el alféizar de las ventanas, sólo pudieron llorarles. A las pocas semanas, enterraron los cadáveres que el mar quiso arrojar a la playa y se marcharon al pueblo más cercano: San Cristóbal, que luego se llamó Las Oscuras en honor a las enlutadas mujeres que deambulaban por sus calles.

Desde entonces, San Telmo quedó atrapado en el olvido y fue devorado por las fauces del tiempo. Sus tejados se cayeron, los árboles se secaron y la maleza engulló sus senderos. Esto fue así hasta que a finales de los años sesenta, con el movimiento hippie en pleno apogeo, un grupo de norteuropeos y españoles renegados encontraron allí su refugio. Poco a poco, levantaron de nuevo sus muros, limpiaron la maleza de sus callejuelas y se plantaron jóvenes frutales, adonde se dirigen las cristalinas aguas del manantial. Me contaron que durante algún día en invierno, alguno enciende la chimenea y quema pólvora de colores que la brisa marina desperdiga hasta el mar. Durante aquellas largas noches de invierno -me cuentan- alguno escucha los viejos lamentos de las viudas que dejaron años atrás sus vidas en San Telmo. Son lamentos huecos, como de plañideras, pero tras ellos el mar huele más a salitre y el agua del manantial amarguea.


Puerto Hurraco, punto y final (27-4-10)

Tenia reservada esta columna para el 26 de agosto, fecha conmemorativa de los veinte años de la matanza de Puerto Hurraco, pero se me han adelantado. Este sábado, con nocturnidad y alevosía, el hijo de perra de Antonio Izquierdo cogió un trozo de sábana de su cama y se nos ahorcó en su celda de la cárcel de Badajoz. Al final, Antonio, conseguiste salirte con la tuya.

Corriste la misma suerte que todos sus hermanos, ya todos muertos. Emilio, con quien compartiste canana y postas aquella calurosa noche de agosto, la encontró hace cuatro años. El pobre murió de forma natural, también en la cárcel, claro. Tus hermanas Luciana y Ángela cayeron un año antes, ingresadas en el Psiquiátrico de Mérida, enfermas de odio y locura.

Veinte años, y parece que fue ayer. He puesto tu esquela entre decenas de recortes de periódico que huelen a viejo. Allí, entremezclados con los desvaríos de periodistas de ciudad hablando de la España negra, fotos en blanco y negro y odios imperecederos, apareces con la mirada perdida. Para tu consuelo, tuerto, ahora estás junto a tu hermano mayor. Echando la vista unos años atrás, te veo en la última foto que te sacaron con vida los periodistas, únicos testigos junto a la Policía y funcionarios de prisiones del entierro de tu hermano. Junto a su tumba, esposado, cojo y malvestido, ya dijiste aquello de que madre "había sido vengada".

Peor fue lo de tus hermanas. La Luciana y la Ángela siempre anduvieron algo locas. Enlutadas y enrabiadas hasta el tuétano, hasta que no cogimos las escopetas y organizamos aquello no nos dejaron en paz. A nadie le deseo lo que tuvimos que escuchar durante largos años todas las noches en casa: "cobardes, vuestra madre se removería en la tumba, fueron los Cabanillas los que le pegaron fueron a la casa, cobardes…". Normal que aquel agosto, después de guardar el ganado, Emilio sacase las escopetas y las postas. Recuerdo que nos echamos un vino, nos pusimos la camisa limpia y cargamos la canana. La Luciana y la Ángela ya habían hecho su trabajo y cogieron el tren de Madrid. Ahora faltaba el nuestro. La calle era nuestra y olía a pólvora y a miedo. Disparos a bocajarro y la caza al hombre. Nueve muertos por delante.

Adiós Antonio, eras el último de una raza en extinción; de una forma de hacer las cosas que ya pocos siguen. He leído en los periódicos que nadie reclama tu cuerpo, ni siquiera los frailes conventeros. Aconsejo gasolina y cerillas. A la primera garrafa invita la casa. He aquí veinte euros por delante, también mi recuerdo y mi homenaje.


Las curvas y Motorland (20-4-10)

Termina un fin de semana de disfrute para la mayoría y que ha sido frenético para otros. Es el momento del balance, de las felicitaciones por los éxitos y de apuntar las deficiencias para la próxima. Uno también hace su propio balance, se queda con sus imágenes y apunta en su libreta lo que considera conveniente poner a salvo de su mala memoria.

El ruido y la potencia de los motores se han adueñado del cerebro y tardan en desaparecer para conciliar el sueño. Se entremezclan las curvas, el barro, la lluvia y los paraguas, todo arremolinado como una masilla que deja un buen gusto. Se constata que la cosa funciona hasta con agua. Bien pensado, quizá hasta haya sido mejor así, con el asfalto convertido en una pista de patinaje que ha ofrecido salidas espectaculares y trabajo a las grúas y lavacoches.

Damos una vuelta al circuito en busca de imágenes que publicar y que resuman el evento. A cada curva nos vamos encontrando compañeros y conocidos. En la recta de salida, Paco Climent se afana con un teleobjetivo con el que se ven hasta las legañas de los pilotos. En el sacacorchos, junto a una pila de neumáticos de protección, está José María Valls, uno de los pioneros del circuito Guadalope. Mientras nos cuenta anécdotas de los Pegasos y del mítico Juan Fernández, nos muestra sus magnificas fotografías. No pierde de vista los coches. Le insisto para que nos envíe alguna. Valls se muestra orgulloso del circuito y asegura que “no hay en el mundo una curva como ésta”.

La furgoneta que lleva a cámaras y fotógrafos continúa y se detiene al final de la gran recta. Buen sitio para hacer fotos pero muchos hooligans con ganas de bronca en las gradas. Cada cual que entienda. Paso de más movidas. Unas tomas rápidas y sigo para adelante. Un poco más y aparece la recta de meta. La pista está ligeramente empinada y surgen unas imágenes espectaculares de las traseras de los vehículos con el graderío lleno. La lluvia empieza a amenazar y los más prevenidos empiezan a armarse de chubasqueros.

Seguimos hasta el final y completamos la vuelta. De nuevo en la pista, una nueva tanda de vehículos salta a la pista. Las azafatas reciben los piropos del público. Adrián, un chaval de Zaragoza que trabaja de comisario de carreras me pide una foto con una azafata. Ella tirita de frío, pero sonríe y agarra al chico. Él se muestra tímido. Ambos se miran, se ríen y les lanzo unas tomas. Unos minutos más tarde aparece otra azafata. Ahora empiezo a comprender el interés de Renault en las World Series. Así cualquiera vende coches, pienso mientras la miro. Siguiendo con la terminología automovilística, el chasis parece distinto: la falda igual de corta, menos tacón, pero más escote. Le digo algo que no recuerdo. “Sorry...” Raza norteña; su largo cabello negro confunde... Parece más acostumbrada al frío porque no tirita. Sonríe ligeramente a los fotógrafos y muestra unos ojos intensamente azules mientras sujeta el paraguas con gracia. No alcanzo a distinguir si son naturales o no, pero creo que da lo mismo.


La negociación (13-4-10)

Según lo publicado, el Gobierno de Aragón perdonó la semana pasada una deuda de 300 millones de euros al Gobierno central en las negociaciones efectuadas la semana pasada. A muchas personas se nos queda cara de tontos cuando escuchamos cosas así. ¿Se imaginan las negociaciones con otras autonomías? Son a cara de perro, pero aquí no, esto de negociar en Aragón no lo llevamos muy bien. Se ve que pese a estar fronterizos con gente negociante (Cataluña, Navarra, La Rioja o Francia) la cosa no ha calado mucho y nos va más lo de “si wuana”, “lo que usted mande”, “a sus pies”... Se confunde el pacto con la cesión. Gustave Le Bon, a pesar de ser francés, lo expresó con cierto gusto: “Gobernar es pactar; pactar no es ceder”. Creo que no estaba pensando en Aragón.

Este domingo estuve en una asamblea de agricultores que votaban por la concentración parcelaria de las tierras. Durante el debate previo, escuché a ambos sectores, los agrupados en torno al ‘sí’ y los unidos por el ‘no’. A ambos no les faltaban razones. Así, los del ‘no’ alegaban que durante los últimos años ellos habían realizado inversiones por su cuenta que quedarían ahora en agua de borrajas. Se sentían los pagadores de un beneficio que afectaría a todos por igual. Los del ‘sí’, también con sólidos argumentos mentaban el bien común como razón máxima. Como era de esperar, el ‘sí’ ganó por aplastante mayoría y se dio el primer paso para un proceso que se antoja largo y tedioso durante los próximos cinco o seis años.

A la salida, cuando hablé con algunos del grupo del ‘no’, me recriminaron que hubiese aplaudido cuando salió aprobado el ‘sí’, siendo que yo había apoyado el ‘no’ hasta el último minuto. Es cierto, lo defendí por razones estrictamente personales y lo volvería a hacer. Lo que ocurre es algo tan sencillo y tan difícil de explicar como lo de César: “si no puedes con el enemigo, únete a él”. O en términos más agrícolas: en el momento que echa a andar el carro puedes hacer dos cosas: o tratar de sujetarlo gastando fuerzas y salpicándote de barro o saltar encima y tratar de dirigirlo. Creo que no me debí de explicar bien porque no entendieron mi postura y pienso que siguen sin hacerlo. Lo volveré a intentar.

Al final, les insté a negociar como única fórmula para no enrocarse en su posición. Sinceramente, tras oír algunos comentarios, dudo que así lo hagan. Creo que será un error. Además de inútil, no es práctico. Usted puede oponerse al Sol, a la Luna, o a la Ley de la Gravedad. Eso es lícito, pero no sensato. Sencillamente es así. A usted puede no gustarle nada que los objetos tengan tendencia a caer al suelo y no floten en el ambiente, pero por más que se encabrone y mente a los santos, no conseguirá cambiar la órbita terrestre. Es preciso negociar. Hablando de órbitas y planetas, creo que fue Albert Einstein el que dijo algo así como: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Es buena, aunque yo prefiero esta otra de Aníbal: “Encontraremos el camino, y si no, lo crearemos”. Al tiempo.


A María, letra M (30-3-10)

Hoy se cumplen 110 años desde que María Moliner viese la luz en su Paniza natal. Algo debe de tener ese bendito pueblo escondido entre viejos viñedos para que en apenas unos años allí naciesen la mayor lexicógrafa que ha dado España y uno de sus mejores poetas: Ildefonso Manuel Gil. Maria Moliner -que Dios la tenga en su gloria- llevó a cabo ella sola lo que no pudieron hacer una cincuentena de académicos de la RAE a lo largo de más de un siglo: un diccionario. Lo acabó en 1966 y desde entonces fue el más vendido y el más completo para el uso correcto del español. También es el más útil, divertido -todo lo que puede ser un diccionario de 3.000 páginas- y seguramente el más ameno de nuestra lengua.

A lo largo de casi veinte años y sus miles de largas horas, María se entregó a una tarea de titanes que no ha tenido ni tendrá parangón en la historia de la filología mundial. Gabriel García Márquez, que admiró mucho a la aragonesa, le dedicó un bello artículo en El PAÍS hace casi treinta años donde explicaba su proceso de trabajo. En 1951, cuando los hijos ya habían abandonado el nido familiar, la de Paniza se vio con demasiado tiempo libre y demasiadas fuerzas y se sentó en su terraza a escribir su diccionario. Al principio le dedicó dos o tres horas al día, pero a medida que sus hijos se fueron casando incrementó el ritmo. Al final, trabajaba casi doce horas en él, más sus cinco en la biblioteca. García Márquez, quien siempre ha tenido debilidad por estas historias de tenacidad sin límites, rememoró la gesta de la aragonesa en ‘Cien años de soledad’ y su José Arcadio Buendía, quien se retira del ejército para hacer y deshacer pececitos de oro en su casa tras emprender mil insurrecciones.

Una vez le preguntaron a un hijo de María Moliner cuántos hermanos tenía. “Dos varones, una hembra y un diccionario”, contestó. Sabía muy bien de qué hablaba. Calculó María que su diccionario le llevaría dos años de trabajo; cuando llevaba diez, andaba por la letra eme. Su marido a veces medía a escondidas con una cinta métrica los fajos de papeles y fichas bajo los que se escondía la filóloga y daba cuenta a sus hijos. “Otros dos años”, les decía.

Si alguna pega hay que ponerle a María Moliner y a su magnifico diccionario es que huye de intentar incluir cualquier taco o palabra malsonante. Y es que, María siempre fue una mujer muy decente. Por suerte, los que escribimos en español y tenemos debilidad por el arte del insulto tenemos a Camilo José Cela, y su ‘Diccionario secreto’, que de todo esto andan bien sobrados los libros del gallego. En 1972 fue la primera mujer candidata a entrar a la Real Academia de la Lengua. No la aceptaron por mujer y por ser una simple bibliotecaria. La aragonesa, en su humilde grandeza, agradeció con elegancia el desquite y el no tener que leer el discurso de entrada: “¿qué podría decir yo, si toda mi vida no he hecho más que remendar calcetines?”.


Pere comía bien y Joseph también (23-3-10)

Como estamos seguros de que hoy o mañana se formará debate y barro mediático-político con nuestros vecinos catalanes, y como desde aquí no vamos a hacer nada por impedirlo, allá vamos. Ayer se supo que Pedro III El Grande medía 1,73 metros, lo que para la época era una altura muy destacada y de complexión fuerte. Vamos, que el hombre comía bien. Por sus características óseas, la coordinadora del proyecto de apertura de la tumba afirma que Pedro “vivió como un rey”. A lo que queda del Rey de Aragón le han hecho un TAC en Tarragona y, según los investigadores su cadáver muestra un aspecto de un tronco caído, poroso, enmohecido y recomido por la humedad, lo que no está tan mal para tener más de setecientos años.

Lo que ya no está tan bien es la utilización, una vez tras otra y ya hemos perdido la cuenta, de la Historia al servicio de la política actual. Da igual cuántas veces se proteste desde Aragón, sus instituciones, y toda la comunidad universitaria medianamente seria del uso de terminología inventada para referirse a hechos históricos; al final, dicho finamente, la cabra tira al monte. Dice así la nota de prensa remitida desde la Generalitat: “Pere II el Gran (Valencia, 1240-Vilafranca del Penedès, 1285), hijo de Jaume I y Violant d'Hongria, que fue monarca de Cataluña, Aragón y Valencia (en el periodo 1276-1285). Está considerado el responsable de la expansión mediterránea de la Corona Catalano-Aragonesa en la edad media”. Con dos cojones.

No es la primera vez que por aquí nos hacemos eco del asunto, de hecho, hace unos meses ya analizamos finamente estas cosillas con nuestra delicadeza habitual. El problema no es que se repita una vez tras otra (ya sabemos que no será la última), sino que no se tomen las medidas oportunas desde donde corresponda. Ayer, el periódico EL PAÍS se hacía eco de la noticia en su edición digital y posiblemente lo publique hoy en papel. Si no lo ha corregido a tiempo, caerá en los mismos errores. Y no es porque el periodista que lo firme sea un negado; es más, es uno de los más reputados en información cultural de toda España, sino porque una vez más se cumple aquello de que “una mentira repetida mil veces se convierte en la verdad”.

El autor de aquello fue Joseph Goebbels, ministro de Propaganda en la Alemania Nazi, amigo íntimo de Adolf Hitler, y figura clave en aquellos años que horrorizaron al mundo. Otras perlas de Goebbels fueron estas: “Contra más grande es la mentira, más fácil es que la gente se la trague”; “La inteligencia de las masas es pequeña, y su capacidad de olvido, grande. Por eso hay que repetirles las cosas mil veces”; “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que les distraigan”; “Debemos ser generosos con el enemigo vencido, siempre y cuando no nos cueste nada”. Está visto que, a pesar de la mala imagen que Joseph gasta ahora entre nuestra pseudodemocracia, sus enseñanzas calaron hondo y creó escuela. Hay algunos que lo ponen de manifiesto cada día.


Morir en Castilla (16-3-10)

También es mala suerte que vayas a Castilla y se nos muera Miguel Delibes. Este viernes, camino de La Mancha, escuchamos en las noticias la muerte del escritor vallisoletano. Los merecidos elogios saltan a un lado y otro de la esfera político y cultural del país. Ha muerto el último gran hombre de las letras hispanas, el escritor que caza y el cazador que escribe. El hombre de la escopeta al hombro y el pitillo de picadura en la boca. El periodista preocupado por la imposible reforma agraria, por la pérdida del monte; el hombre libre e indomable que prefirió quedarse en la ciudad de provincias antes de que Madrid le absorbiera con su hambre insaciable de nuevos hombres.

Los tambores y bombos atruenan el limpio cielo de La Mancha mientras la noche heladora anima a entregarse al vino. Los inmensos viñedos lloran con escarcha la pérdida de Delibes. Los almendros, un año más, han sido engañados por una helada tardía, perdiendo en la tierra roja sus blancas flores de algodón. Mientras la solitaria carretera de la campiña culebrea entre las encinas, una bandada de perdices pasa raseando y se esconde en un rastrojo. Un pastor fuma en un ribazo mientras su perro le mira con un ojo y dedica el otro al ganado. De vuelta a casa, siguen repiqueteando los tambores y los bombos sin descanso en el cerebro. Se pasa por Libros, lugar evocador donde los haya, donde el Guadalaviar baja crecido, y donde uno recuerda ‘El camino’, ‘Las ratas’ o ‘La hoja roja’.

La Verdad de Albacete dedica el domingo sus cuatro primeras páginas a la marquesa viuda de Paúl, doña Bárbara Gutiérrez Maturana Kalachnikoff, enseñoreada en su cortijo de la dehesa de Los Llanos. Cuenta la marquesa las últimas iniciativas que ha decidido poner en marcha en su finca de apenas 10.000 hectáreas a las puertas de Albacete, en plena campiña. Doña Bárbara posa en los salones, se hace unas fotos junto a dos sirvientas y le quita importancia al título nobiliario: “no aporta nada; lo único es que en una cena te sientan a la derecha del anfitrión si no hay alguien más importante”, dice. Doña Bárbara explica que en la finca viven 80 empleados fijos, entre pastores, tractoristas, guardas, personal de administración y de mantenimiento, pero que cuando es necesario, por ejemplo para las cacerías de sus afamadas perdices rojas, se contratan hasta 150 ojeadores y entre 30 y 50 cargadores de escopeta, amén de otras 30 empleadas de servicio.

Es curioso encontrarte un reportaje así el mismo día que entierran a Delibes. Caprichos del destino, pienso. De todas maneras, a uno le gustaría imaginarse que ojala entre todos los oteadores se esconda algún Paco ‘el Bajo’ o algún Azarías, algo sordomudo y con cierto retraso mental, al que le guste tirar de soga mientras un grajo en el hombro le silbe al oído la insistente y genial melodía de ‘Los santos inocentes’. Creo que a Delibes le hubiese gustado, pese a llorar viendo que más de seis décadas después, algunas cosas en España siguen igual.


La tierra del no (9-3-10)

No. Palabra corta, áspera y contundente que por estos lares nos gusta mucho. La tierra del no han llamado muchas veces a Aragón. Este fin de semana, hablando con varias personas, la volví a escuchar de nuevo. Y no me gustó. Me recordó otros tiempos en los que oí no muchas veces. Baltasar Gracián dejó escrito en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’ que “el no y el sí son breves de decir y piden mucho que pensar”. Por aquí no podremos contradecir jamás al de Belmonte, pero es que además, estamos de acuerdo con el jesuita.

Quizá debamos someternos a un estudio psicológico o antropológico, pero desde luego nos lo deberíamos hacer mirar. Más que nada, por nuestro bien; porque no se puede actuar siempre igual y porque el futuro, además de no estar escrito, se forja siempre desde el presente y con las memorias, las voluntades y los entendimientos actuales y pasados.

Les suelto todo este rollo preparatorio porque a mi me gusta más el sí. Un sí matizado, claro. Pienso que el sí es de un decir más difícil, exige más esfuerzo, más reflexión, pero también da más frutos. Como les decía, aquí nos ha gustado siempre mucho más el no. No a todo. A la General Motors, a los pantanos, a Motorland, a la Expo, a la Guerra de Irak, al aborto, a la eutanasia, al trasvase del Ebro, a los transgénicos, a ETA, al GRAPO, a Rodolfo Chikilicuatre (el pobrecico); no a Gran Scala, no a las Olimpiadas en los Pirineos, no a la Térmica de Andorra, no a los cementerios nucleares, no al canon de la SGAE...

En fin, mucho no, ¿verdad? Es fácil. Mire usted: coja un pincel, ponga una palabra y delante póngale un no, ya tiene la pancarta perfecta para manifestaciones. El problema es cuando, una vez que se acaba el griterío y ruido mediático se deben tomar medidas. A todos aquellos que gritan no se les debería exigir también que ofreciesen una alternativa. Sería lo lógico ¿no?

En esta cosa del periodismo estamos acostumbrados a escuchar muchos no. Muchas veces la cosa ya nos viene hecha y otras los fomentamos y los provocamos. Nunca he creído que porque un medio de comunicación diga no, la cosa acabe siendo no, lo mismo que con el sí. Es por eso que cuando entrevistas a alguien con proyectos, propuestas o ideas, por muy ambiciosas o descabelladas que sean, uno sinceramente vuelve a creer en el sí.

Necesitamos el sí. No hay duda de ello. El no es demasiado descorazonador y evoca pesimismo. No ilusiona, no hace crecer a los pueblos ni a las personas, se acomoda demasiado pronto en nuestro cerebro y hace sestear al ingenio. Así como necesitamos del sí, también necesitamos de las personas que lo pronuncian muchas veces. Obama ganó sus elecciones diciendo: “Sí, podemos”. ¿Hay algo que produzca más coraje y aliente más los sentimientos que esa frase? Lo dudo. En Aragón tenemos y hemos tenido muchas personas que piensan mucho y bien. Buscan empecinados un sí que cubra de nuevo de ilusión el negro rastro del no.


Los sensatos (2-3-10)

Publicaba este domingo el suplemento económico de Heraldo de Aragón una pequeña noticia refiriéndose a una encuesta realizada entre los jóvenes españoles y sobre qué deseaban ser de mayores. Como se imaginarán, la mayoría elegía profesiones como futbolistas, actrices y, como no, funcionarios. Esto de los funcionarios es algo muy recurrente que se da cíclicamente en nuestro país. Ya pasó en la crisis de los noventa con Felipe González y el país en bancarrota y vuelve a revelarse ahora, con Zapatero al frente del ejecutivo. Tomaba este ejemplo el presidente en España de la consultora económica Deloitte, Fernando Ruiz, que impartió una conferencia en Zaragoza, para hablar de la crisis económica actual y la importancia del talento en la empresa. Se quejaba Ruiz en su conferencia que muy pocos jóvenes querían parecerse a emprendedores como Bill Gates, el fundador de Microsoft, por la mala imagen que los empresarios tienen en España. En países anglosajones esta percepción no es así, y existe la figura del ‘self made man’ (el hombre hecho a sí mismo), que muchas personas toman como modelo vital.

Con esto de la crisis, muchas personas entre las que me incluyo hemos empezado a interesarnos por la economía, ciencia difícil donde las haya, sin duda. La verdad es que cuanto más profundizas en el tema más cuenta te das de lo que desconoces y de lo poco que se enseña en las escuelas de ella, algo difícilmente comprensible dada la importancia que tienen el dinero en nuestras vidas. Bien, a lo que iba. Una de las personas a las que más se está escuchando y leyendo desde que empezó la crisis es a Leopoldo Abadía, un ingeniero industrial y profesor del IESE de Zaragoza ya retirado que publicó en 2007 el libro superventas ‘La crisis ninja’, donde desentrañaba los misterios del momento económico y explicaba porqué se había llegado a ella.

Ahora, Abadía, de casi 80 años pero con una mente lúcida, rápida y muy recurrente, publica su teoría para salir adelante. ‘La hora de los sensatos’ se titula. No lo he leído de momento, pero le deseo que tenga muchos lectores y, sobre todo, que algunos hasta le hagan caso. Se quejaba Abadía en la entrevista que el sentido común se utilizaba poco en este país, algo con lo que por aquí estamos muy de acuerdo.

Me gusta Abadía, sobre todo, porque se corta poco. Reparte a dos manos y dice lo que piensa y piensa lo que dice. Habla y escribe sin miedo, algo que en España casi sólo está permitido a los viejos y a los locos. Aboga el viejo profesor por recuperar la sensatez y los valores de siempre y aplicarlos al poder: prudencia, discreción, volver a la cultura del esfuerzo, a la meritocracia, bajada de impuestos y la contención del gasto, entre otras muchas cosas bastante razonables. Ojalá me equivoque, pero cree uno que Abadía predica en el desierto con esta panda de políticos con los que nos ha tocado vivir y aguantar a diario en este país de sinvergüenzas redomados; de jetas sin control con carné y VISA del partido; de piernas metidos a empresarios del ladrillo mayormente; y de tantos vivalavirgen, robaperas y cantamañanas que han desterrado la sensatez de todo lo público y que, cuando todo esto pase y vuelvan la vacas gordas, seguirán agarrados a las tetas del poder como una liendre sin querer soltarse ni a tiros.


La ira y la piedad (23-2-10)


Si siguen de vez en cuando estas líneas sabrán que el arriba firmante es de lo que gustan irse poco por las ramas. Habrá a quien le agrade y a quien no me soporte. A los primeros les agradezco su paciencia y aguante; a los segundos les pido sinceramente que me perdonen, pero no sé escribir de otra forma. Les cuento todo esto por la columna de hace siete días, que como se imaginarán ha dejado una estela con bastante barro. Algún lector nos ha hecho llegar mensajes de apoyo y agradecimiento; otros me han puesto a parir. Es lo que tiene esto del periodismo, simplemente son gajes del oficio.

Ya sabíamos que todo lo que se escribe en La COMARCA tiene trascendencia, pero uno muchas veces desconoce hasta qué punto. Si les soy sincero, soy de los que piensan que un periódico debe ser así: nunca debe pasar desapercibido; debe generar debate y polémica. Pero también es cierto que ser, también es saber estar, y porque ser, es ser percibido, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión.

Ante todo, quiero pedir disculpas a quien se sintiese ofendido con la columna pasada. No les miento si les digo que lo escribí fue realmente lo que pasó, ni más ni menos, lo juro. Es cierto que aquello estaba escrito con mucha mala leche, como no, pero eso es algo que los periodistas nos reservamos para momentos puntuales y que de vez en cuando ponemos en práctica. No ofende el que quiere, sino quien puede, y lo que escribí lo hice así: con ánimo de ofender. Luego, lo de los estilos ya va por casas, y cada uno recoge de lo sembrado y respiga de lo leído y vivido. Y aunque de vez en cuando le salga esa vena bárbaro-agrícola de la que está muy orgulloso, estamos de acuerdo con que no conviene abusar de ella.

A lo que íbamos, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda. El rapapolvo sólo tenía un objetivo: que no se volviese a repetir. Admito que las formas pudiesen haber sido otras, pero da la casualidad que uno no ha frecuentado colegios de pago ni se ha criado entre seminaristas; sino que más bien le ha tocado brincar escorrederos y saltar entre los zarzales de la vida, esa ruleta de la suerte a la que todos jugamos. Aunque, si les soy sincero, también estoy seguro de una cosa: hace unos años, esto no hubiese pasado, y los aludidos y demás afectados hubiesen aguantado la ira y la vergüenza sin querer ir a zumbarle al profesor cuando el chico viene con malas notas a casa.

Juliet Jarvis dejo escrito algo así como que el verdadero poder reside en saber que sí se puede, pero no se quiere. Eso es algo con lo que uno está muy de acuerdo, como también con aquello de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Aunque algunos también confiamos en que más vale un rapapolvo a tiempo que arrobas de sutileza, porque si de vez en cuando el tigre no enseña sus garras, le dan de tetar como a un gato, y eso sí que es algo con lo que algunos no estamos dispuestos a comulgar, ni ahora ni nunca, ni por moral ni por honestidad.


El payaso del bombo y la Generación Ni-Ni (16-2-10)


No hacía falta que La Sexta se inventase una bazofia televisiva más para que supiésemos de la existencia de la Generación Ni-Ni. Aquí en Alcañiz, por desgracia, vamos bien surtidos. Bien puestos de cerveza y seguramente de algo más, el sábado nuestros jóvenes niñatos disfrutaban del partido de fútbol sala entre IPG Soft y Mas de las Matas en el pabellón polideportivo de Santa María. Desde el pitido inicial, al payaso del bombo se le ve con ganas, e igual carga con la maza que con la litrona de cerveza. A dos manos, como un general.

El portero del Mas sufre las iras del respetable: “hijo de puta, cabrón, maricón, gordo de mierda”, y así, demostrando la enorme cultura que atesoran nuestros queridos niñatos. El del bombo no va sólo, claro, para estas cosillas es mejor ir con la cuadrilla. Ya saben: cerveza, porros, algo de pastis o farlopa y luego al partido, a quitarnos el estrés de toda la semana. Un rubito con rizos está con él. El vocabulario que ostenta es igual de rico y variado, aunque parece que va menos puesto, o por lo menos de otra cosa.

Por cierto, en la página 26 tienen una foto de estos subnormales. A ver si las ven vuestros padres y familia y se os cae la cara de vergüenza, payasos. Bueno, como les iba contando, el portero de Mas de las Matas era el que tuvo que aguantar todo el chaparrón dialéctico de estos imbéciles. Cuando se cansaban del portero, las iras e insultos iban para un jugador calvo del Mas, o directamente al árbitro. En la misma línea, no se crean que había gran variedad. Durante la primera parte, incluso se tuvo que suspender durante un tiempo el partido porque al payaso del bombo se le ocurrió ir a montar follón a la grada donde estaban los aficionados de Mas de las Matas, en su mayoría padres. Los vi forcejear desde el banquillo, a unos 40 metros, y tomé una foto donde se le ve blandiendo la maza. Espero que te llevases algún buen bofetón, imbécil, como los que te debió de dar tu padre cuando aún se estaba a tiempo.

El caso es que acaba el primer tiempo. A pesar de dedicarles el gol del IPG, los ánimos de los niñatos siguen igual. En esto que cuando los jugadores se retiran al vestuario, a los dos payasos no se les ocurre otra cosa mejor que meterse con el arriba firmante: “Eh tu, cámara, hijo de puta, a ver lo que apuntas”. Vuelvo la vista hacia arriba y me quedo mirando su jeta de subnormal. “Baja aquí y me dices lo de hijo de puta a la cara”, le suelto. El rubio se suma a la fiesta: “¿quieres que baje yo?”. “Tu mismo...”. Esto del deporte en los pueblos no siempre es tan divertido, no se crean. El caso es que, como la cosa no iba a mayores, decido pasar de los niñatos e irme directamente de allí cuando el rizitos coge el vaso de litro y me lo tira encima. Bravo chaval, mis felicitaciones, te has ganado una capoladora, ya puedes estar orgulloso. Por cierto, espero veros en el próximo partido, no sé, igual entonces soy yo el que va algo puesto y con un poco de suerte os presento a alguno de los dos mangos de azada que llevo en el maletero. La verdad es que con esto del periodismo me queda poco tiempo para regar a manta y como están algo aburridas las pobres, quizá le podamos encontrar otra utilidad.


Una checa en Alcañiz (9-2-10)

Hace unos días, Izquierda Unida buzoneó un panfleto por Alcañiz que ha dado bastante que hablar. Nuestra directora ya le sacudió unas cuantas a dos manos este viernes, analizando la rigurosa labor literaria que escondía entre sus páginas; hoy le vamos a dar otra vuelta. Esto de que los políticos se pongan a escribir y a hacer de periodistas es muy gracioso y nos sigue deparando grandes tardes de humor en España. Recuerdo que hace unos años Iñaki Anasagasti, uno de los primeros diputados que tuvo un blog, le dio por hacer crítica literaria. Le cayeron tantas ostias el primer día y era tan infumable lo escrito que agachó la cabeza, se peinó la persianilla y volvió a intentar juntar letras sólo sobre política. Fue como aquello de: “Manolete, si no sabes torear pa' que te metes”.

El panfleto comunistoide donde nos ponen a parir a los periodistas de La COMARCA y a sus miles de lectores me lo guardaré y se lo enseñaré algún día a mis hijos. No sé, quizá algún día valga algo y aparte de reírnos un rato lo podamos subastar en Internet como un ejemplo de periodismo político al más puro estilo chequista. De todas maneras, estarán conmigo en la inteligencia que desprenden los políticos cuando se ponen a despotricar contra los medios de comunicación. Me recordaron los tics de Felipe González cuando EL MUNDO publicaba un día sí y otro también sus éxitos al frente del GAL; o como cuando EL PAÍS despotricaba con las barrabasadas de Aznar en sus tiempos de César Imperator y casó a su hija en El Escorial por la gracia de Dios y vivas a España.

El panfleto de IU, cuya lectura recomiendo a todos, no sólo a fanáticos muy convencidos, también explica la perfecta “revolución” y transformación “radical” de Alcañiz desde que gobierna la formación, siempre todo con mucha “mano izquierda”, “talante” y “consenso social”, cómo no. Ah, y por supuesto, pensamiento “crítico”. Debe ser ese mismo pensamiento crítico con el que nos acusan en un decálogo infumable de apoyar a Motorland, no sacarles en las fotos, tergiversar las noticias y levantar falsos testimonios, entre otras lindezas; aparte como de ser demasiado jóvenes para entenderles, claro. Esto es como cuando acusaron de viejo y manco a Cervantes cuando escribió El Quijote, “como si se escribiese con los brazos y las canas en vez de con los entendimientos, el cual suele mejorarse con los años”.

Sinceramente, muchos días uno preferiría afilar su pluma de mal poeta y escribir sobre lo verde que está el campo o el vivo color rojo que lucen las amapolas, en serio, pero la actualidad es más bien de otro color, y desde luego, cuando los comunistas se ponen a dar consejos de libertad, es como para ir replegando velas. Hace poco, Hugo Chávez, ese gran adalid de Venezuela, cerró de un plumazo una treintena de televisiones y radios que no le bailaban el agua en un alarde de “libertad” y de “pensamiento crítico”. Esperemos que en Alcañiz no se llegue a tanto, y los tics y bufidos causados por la soberbia y la incompetencia se conviertan tan sólo en un recuerdo risible con olor a viejo.

Las nueve marcas del hijoputa (2-2-10)


Lo bueno de escribir un artículo a la semana es que se acumulan los temas. Andaba yo seleccionando algunas cosillas de aquí y de allá con las que espolvorearles estas líneas, y van y me lo ponen a huevo. No se crean que tengo especial predilección por la señora Aguirre, que ya van dos o tres citas en otras tantas semanas, lo que pasa es que una cosa así no se deja pasar, ya me entienden… Como sabrán, el otro día, los micrófonos le jugaron una mala pasada a la presidenta de la Comunidad de Madrid y en una conversación informal dejo caer algo así: “Hemos tenido la inmensa suerte de darle un puesto a Izquierda Unida quitándoselo al hijo de puta”.

Esto de los micrófonos es algo que a algunos periodistas les encantan y a otros, entre los que se incluye el arriba firmante, que la cosa nos deja fríos, pareciéndonos de mala educación y cosa de alcahuetas y correveideles. En cualquier caso, el hijo de puta, así como suena y separado, todo el mundo interpretó que se iba dirigido al alcalde, Ruiz Gallardón, al que ya conocen el aprecio que le tienen muchos en el partido. Creo que fue el ex canciller alemán Konrad Adenauer el que dijo aquello de “en política hay adversarios, enemigos, enemigos a muerte y compañeros de partido”, lo que explica bastante bien las relaciones entre los dos máximos dirigentes madrileños.

De esas tres últimas palabras de la frase, hijo de puta, en España se ha escrito mucho y muy bueno. A mí personalmente me gusta más la corta: hijoputa, que es así como más contundente y manejable; lo mismo vale para un roto que para un descosido y no tiene las ínfulas de hijo de puta, que suena como más solemne, reservada sólo para ocasiones especiales. La RAE sólo reconoce al hijo de puta, al que le tacha de vulgarismo, y no al hijoputa, que es su versión corta y acomodaticia. Como por aquí no somos muy académicos y escribimos como nos da la gana, usaremos la segunda, ¡qué cojones!

Sobre teorías del hijoputismo también hay un libro muy bueno de Camilo José Cela, que de él son casi todos, en el que el escritor gallego se despachaba a gusto con la gente de su tierra en una historia de venganzas y violencia. En ‘Mazurca para dos muertos’ Cela cita sus nueve marcas para distinguir al hijoputa; a saber: el pelo ralo, ciscado y escaso; frente buida; la cara pálida; la barba por parroquias; la quinta está en las manos, que son blandas, húmedas y frías; otra: el mirar huido; la séptima es la voz de flauta; la octava señal es el pijo fláccido y doméstico; y la novena, finalmente, es la avaricia, que quizá sea el peor de todos los males (esto último es mío, no de Cela).

No sabemos cómo tienen el pijo nuestros políticos, ni maldita la falta que nos hace; tampoco si la teoría de Cela es ley universal, como la de la gravitación, y se cumple siempre reuniendo todas las señales juntas. Pero lo que sí demuestran estas salidas de tono es cómo se las gastan nuestros políticos, sus partidos y todos sus arrimabandejas cuando tratan de repartirse el pastel en este cenagal ibérico donde ni siquiera la desvergüenza pide una tregua.


El precio del silencio (25-1-10)


Hace unos meses, en un verano tórrido caldeado por la crisis, el Bajo Aragón Histórico ardía por sus cuatro costuras, dejando sus vergüenzas al aire. Este fin de semana, un grupo de personas y asociaciones intentaban recoger esos rescoldos todavía calientes y removerlos para que el humo de la indiferencia no apagase la llama que entonces surgió. Han constituido una plataforma ciudadana para intentar remover conciencias y mover voluntades. ‘Nuestros montes no se olvidan’ es una iniciativa pionera con muy buena pinta. Este viernes en Andorra apenas vi a una veintena de personas, aunque algunas de ellas muy significativas y que saben y tienen mucho que decir en el futuro forestal de esta tierra.

Para bien y para mal, vivimos en el desierto demográfico más importante de Europa. La España interior, esa donde los gritos de desesperación se los traga el silencio y donde el eco apenas resuena en sus farallones, tiene estas contrapartidas. Vivimos muy solos, como todo el mundo; sólo que nosotros tenemos conciencia de saberlo. Quizá por ello, algunas personas luchan a diario por evitarlo.

En la presentación de la plataforma, surgieron algunos reproches a la actuación de las distintas administraciones durante aquellos días aciagos en los que las llamas y el humo nos pegaban en los talones. Era inevitable, y el receptor de ellos fue muy consciente. Entonces, no quise intervenir porque no era mi guerra; hay momentos en los que uno debe hablar y otros en los que es mejor escuchar, que son los más. Ahora, es uno de los primeros.

En apenas una semana, ardieron alrededor de 12.000 hectáreas en Aragón, en una veintena de focos que se propagaban y se movían como el mismísimo diablo. En La COMARCA estuvimos en todos y cada uno de ellos, comprobando y sufriendo en nuestras carnes la lucha desigual entre las fuerzas de la naturaleza y la de los hombres. Haciendo hoy un repaso a conciencia, y sin que el gusto amargo de la derrota logre decantar la balanza, he de decir que aquello fue inevitable, a pesar de lo mucho que nos duela a todos. Durante aquellos días vimos pasar llamas de veinte metros de altura como una exhalación, sin apenas rozar el suelo, saltando de copa en copa. En Mazaleón, siguiendo a una patrulla de la UME, vi cómo ardían decenas de olivos centenarios y el fuego acaba por devorar la puerta carcomida de una vieja caseta de labradores. En Ejulve, el fuego pasó tan rápido por el monte que ni siquiera perdió tiempo con los rastrojos, desechando la paja como si buscase otro alimento con el que saciar su voraz apetito.

Vivir solos, en una tierra ahogada por los silencios, tiene estas cosas. Los fuegos son más devastadores, las nevadas más copiosas y duraderas, y todo es mucho más lento. Ahora, cuando vemos en la tele las noticias que llegan de Haití, he tenido la misma sensación que me recorrió el cuerpo este verano, cuando las 12.000 hectáreas repletas de viejos árboles y la vida de una persona ni siquiera merecieron un titular en muchos periódicos nacionales, ahogando el desalmado grito de la desesperación en un inmenso océano donde no resuena ni el eco.


Vecinos (18-1-10)


A uno de vez en cuando le gustaría poder hablar bien de nuestros vecinos los catalanes, más que nada para variar, pero la realidad es tan dura que, qué quieren que les diga, obliga. Como saben, la candidatura de Barcelona ha irrumpido como un elefante en una cacharrería en el sueño olímpico de Zaragoza-Pirineos para 2022, lo que no es bueno ni malo, simplemente es. Que nuestros vecinos de mapa -bueno, en realidad sus políticos- pretendan frustrar las aspiraciones aragonesas no creo que tenga por que ser necesariamente malo; antes al contrario, si el partido se juega con las mismas reglas para todos, no se si me explico. Eso sí, no hubiese estado mal avisar; un detalle, verdad, porque ya sabemos lo malpensados que somos por aquí, cuando curiosamente los latigazos vienen siempre por el mismo lado.

Lo curioso de estas relaciones de vecindad, que curioso, es que no son tan tirantes ni con Navarra, de quien tenemos mucho que aprender, ni con otras comunidades como La Rioja, o las dos Castillas. Más bien al contrario, el respeto entre sus políticos y sus gentes suele estar al día. Aquí cada uno gobierna su casa lo mejor que puede y sabe y, como no, cada perro se lame su cipote, lo que sin duda redunda en que la confianza crezca y no se tenga que estar pensando siempre por dónde vendrá la siguiente en esta casa de putas que llamamos España.

Sin embargo, por aquí siempre nos ha gustado mucho la teoría del enemigo exterior. Eso nos pone; nos reconforta y nos une, dejando por un tiempo de acuchillarnos entre nosotros y elevándonos el ego, que falta nos hace. Hace un par de siglos fueron los gabachos, mucho antes los moros, y ahora, los catalanes. Catalanes a lo largo de la historia ha habido muchos. Unos han sido muy buenos y otros no. Entre los primeros figura fue Josep Pla, que conocía bastante bien a sus paisanos: “A muchos catalanes les interesa Cataluña, pero no creen en ella. Les pasa exactamente lo contrario que con la religión y la otra vida: creen en ello, pero no les interesa”.

Aquí en Aragón, a pesar de haber sido siempre pocos, no hemos sido menos, y siempre hemos dado buenas frases. A Baltasar Gracián, que quizá sea el más grande de todos, tampoco le caían muy bien ni los valencianos ni los catalanes. El de Belmonte, eso hay que decirlo, tenía sus razones, y si en Valencia los problemas con sus superiores fueron continuos, en la guerra con Cataluña no fueron menores. “Provincias adúlteras” que se habían amancebado con los “rufianes de Francia”, las llamó el zaragozano, que a pesar de ser jesuita, no se fue nunca por las ramas.

Como decíamos, que el Comité Español tenga ahora dos novias es más un acicate que de lastre. En primer lugar, vuelve a demostrar de quien te puedes fiar y darle de vez en cuando la espalda y de quien no. En segundo, esto sirve para despabilar. Vivimos en una modorra mediática, política y social tan soporífera, que, de vez en cuando, se agradecen estas peleas callejeras interterritoriales. Marcelino Iglesias, al que se le puede acusar de casi de todo menos de imprudente, ha resumido en una frase siglos de desencuentros entre Aragón y Cataluña: “tenemos los vecinos que tenemos”. Hay que ver, me recordó a G. K. Chesterton, que tampoco se fiaba mucho de sus semejantes cuando decía aquello de “a nuestros amigos y enemigos los buscamos nosotros mismos, pero Dios nos da nuestros vecinos.


Vanidades aragonesas (12-1-10)


Ha pasado más de un año desde que ExpoZaragoza 2008 echase el cierre, un tiempo prudencial para analizar el poso que dejó la Exposición Internacional en nuestra tierra. La semana pasada se presentó un libro en Zaragoza que desgrana, a golpe de titular, lo que supuso el evento para Aragón, dejando, en términos generales, bastante malparada a la organización. En ‘Cachirulo de las vanidades’, escrito por los aragoneses Rafael López y Diana López, se repasa el legado, el coste económico y la repercusión internacional de la Expo, y entre otras cosas, se acusa a la organización de mentir, tergiversar y exagerar sobre la repercusión real de la muestra. Durante muchos meses estuve trabajando, por cuenta e iniciativa propia, en un asunto relacionado con ExpoZaragoza. La cosa, después de invertir mucho tiempo y dinero, se quedó, como suele pasar en Aragón, en agua de borrajas. Sinceramente, no me arrepiento de ello, pero como durante ese tiempo pude conocer cómo funcionaba el tinglado, contaré algunas cosas al respecto. ExpoZaragoza 2008, y por tanto sus responsables -metan ahí si quieren a los políticos y demás gestores de la cosa pública- se aprovechó de la ilusión de la gente, de las ganas de mostrarse al mundo de esta tierra, tan acostumbrada a recibir latigazos en vez de caricias de los sucesivos gobiernos a lo largo de su historia. Quizá por ello, durante varios años, los aragoneses miramos hacia otro lado, queriendo ver sólo el lado bueno de lo que iba a suponer la muestra, y nos volcamos cuando ésta se puso en marcha para que todo saliese lo mejor que fuese.

Es cierto que ExpoZaragoza supuso un antes y un después en la capital aragonesa. Se crearon grandes infraestructuras que, con mayor o menor acierto, ahí siguen. Zaragoza también pasó a ser percibida de otra forma, con un halo más cultural e internacional, desterrando aunque sólo fuese durante unos meses, esa pátina de provincianismo que le ha barnizado durante décadas. Pero también tuvo sus graves fallos. Es precisamente en su proyección internacional, donde en mi opinión se quedó más coja. Para ser sinceros, también se trataba de lo más difícil de conseguir. Que Zaragoza se convirtiese en la ciudad de referencia a nivel mundial en un tema tan vital como el agua era un objetivo extremadamente ambicioso, que duda cabe, pero lo que muchos no esperábamos es que sus efectos se fuesen a disolver tan pronto como un azucarillo en las aguas del Ebro. Hace unos meses, el Consejo Económico y Social de Aragón, un organismo que por su seriedad y profesionalidad no suele dar puntada sin hilo, también publicó un informe sobre los efectos de ExpoZaragoza 2008 que no dejaba muy bien parados a algunos que estuvieron con importantes responsabilidades en la organización de la muestra. El CESA ponía el dedo en la llaga en las importantes debilidades que el evento acaparó, y en términos generales coincidía con los autores del libro en que, a pesar de sus enormes aciertos, la Expo se quedó en algo regional sin pasar a primera división.

La Expo fue un evento irrepetible para Aragón que no se volverá a producir nunca, para bien o para mal; quizá por ello, el día de su clausura, vi a algunas personas llorar mientras los últimos fuegos artificiales se desparramaban en el cielo. Parecía como si intuyesen entonces, como ahora sabemos, que una parte de nuestras vanidades se escapaban entre las luces que aquella noche brillaban en el cielo. Un cielo oscuro que enseguida volvió a cubrir las ennegrecidas aguas del Ebro.


Ingleses y españoles (5-1-10)


Es ya un clásico la tradicional visión que nuestros vecinos ingleses han tenido de la historia de España. Como si no tuviésemos bastante con hijos de la Gran Bretaña como Henry Kamen o Ian Gibson, siempre metiendo el dedito en las heridas que les interesan, el otro día descubrimos una nueva forma de dar por el saco: los reportajes que las Guías Pilot emiten de ven en cuando en La 2. Hablaban de México y, a medida que un reportero escocés y una reportera con pinta de inglesa iban “descubriendo” a los telespectadores el país, la voz en off iba desentrañando los secretos de la historia del país azteca. Como no podía ser de otra forma, todo se reducía al supuesto crimen cometido por los conquistadores españoles desde la llegada de Hernán Cortés a las costas. Ya se pueden imaginar la escena: el paraíso de indios aztecas y mayas viviendo en armonía hasta que llegaron unos codiciosos europeos cegados por el oro e instigados por los curas. Imagen clásica que se enseña a los niños anglosajones -y también en algunas escuelas españolas, por cierto- para que aprendan a odiar desde pequeñines todo lo que tenga que ver con España.

El reportaje estaba aliñado con un poco de todo: los peligros de las corridas de toros, la devoción por la Virgen de Guadalope, la Inquisición, la introducción de la viruela… De cómo se fraguó la maravillosa e idílica conquista inglesa de los Estados Unidos, donde los colonos iban dando besitos a los pieles rojas no se decía nada, por cierto. Tuvo que ser un australiano hace unos años, Mel Gibson, el que mostrase en imágenes que ni los indios eran tan pacíficos, ni se llevaban tan bien entre ellos. En ‘Apocalipto’, los mayas se mataban a base de bien, sin que la llegada de unas gentes con barbas armados con fusiles y cruces les importase demasiado.

Aun admitiendo que el descubrimiento español de América tuvo consecuencias trágicas para muchos de los aborígenes, la historia de América ha sido convenientemente falseada a conciencia por el mundo anglosajón, por lo que de vez en cuando también conviene hacer algún que otro recordatorio. Fue un español, un aragonés de Morata de Jalón por más señas, Fray Francisco Hermenegildo Garcés, el primer europeo que pisó lo que hoy se conoce como San Francisco. A lomos de un burro, el zaragozano exploró en el siglo XVIII -solo en la mayoría de ocasiones-, los temibles desiertos de California, trazando el primer relato fiable con las fuentes de agua para los viajeros que le siguieron. Más. Otro aragonés, esta vez de Bujaraloz, escribió en 1551 su ‘Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar’, el que durante siglos fue el libro de navegación de referencia para los ingleses, adelantándose siglos en las técnicas científicas de la época. En el siglo XVI, trescientos años antes de que los ingleses decidiesen quedarse con todos los Estados Unidos, ya había decenas de misiones, fuertes y asentamientos fundados por españoles desde las costas de Alaska hasta los confines de la Tierra de Fuego. Es lo que se conoce como ruta de la Cordovas, que hay unas cuantas en América, o la de las Zaragozas, tirando para casa. Todos los historiadores y especialistas lo han reconocido -incluso los ingleses-, por lo que resulta sorprendente es que sigan estando vigentes en muchas mentes los crónicos complejos históricos españoles como el de tener que pedir perdón siempre por nuestra propia historia.


Jueces, políticos y periodistas (29-12-09)


Ya saben el viejo dicho para referirse al prestigio que atesora la profesión periodística: “No le digas a mi madre que trabajo en un periódico; cree que soy pianista en un burdel” o este otro de Francisco Umbral igual de edificante: “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”. De periodismo y sus límites se ha hablado mucho esta pasada semana. Como saben, una sentencia judicial ha condenado a un año y nueve meses de cárcel al director de la Cadena Ser Madrid y al jefe de informativos por divulgar en la web de la emisora una lista con nombres de militantes del PP de Villaviciosa de Odón irregularmente afiliados. La cosa se remonta a 2003 cuando, tras el caso ‘Tamayazo’, Esperanza Aguirre consiguió la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Su señoría reconoce en la sentencia que la noticia tenía interés informativo y que la “ciudadanía tiene derecho a estar informada”, sin embargo reprocha que fuese presentada en Internet ya que “no es un medio de comunicación social en sentido estricto, sino universal”. La cosa, si no fuera por el escándalo inmediato que levantó la sentencia, sería para reírse de semejante argumentación y pagarle un cursillo de navegación por la Red al juez. Aunque a menor escala, por estos terrenos también ha habido polémica en relación a la cena navideña municipal. Al arriba firmante le ha llovido de todo a un lado y a otro del Guadalope. Sigo manteniendo lo que escribí y, como no estuve en la cena, conté lo que mis fuentes me dijeron. Para redactar la información y contrastarla hice decenas de llamadas y, aunque no tengo porqué dar más explicaciones, la gente tiene derecho a saber cómo se trabaja en un medio y qué hacen todos los políticos para intentar defenderse cuando les llegan a pares. Más de un día, a uno le gustaría poder decir: “Me lo dijo fulanita o menganito; preguntadle a ellos”. Pero evidentemente, la primera regla de la confidencialidad de la fuentes sería vulnerada y prefiero que me acusen de mentiroso que de chivato.

Mark Twain habló una vez de la censura en el periodismo. Se supo a principios de este año gracias al periódico alemán ‘Frankfurter Rundschau’, que halló un ensayo inédito acerca de este tema. En ‘El privilegio de los muertos’, el escritor norteamericano ironiza a partir de la idea de que sólo los muertos pueden decir la verdad: La libertad de expresión está formalmente permitida, pero en la práctica prohibida. En una más de las frases breves y contundentes, Twain analiza también la autocensura y la escritura como única vía para drenar todo aquello que está en nuestro interior pero que sabemos no será bien recibido si sale a la luz. Otros dos grandes y más peligrosos que Twain también analizaron el papel mediático de su época. “Periodismo consiste esencialmente en decir: “Lord Jones ha muerto” a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo” (G. K. Chesterton). O ésta otra de Oscar Wilde, al que siempre le sobraron dardos y le faltaron caras donde dirigirlos: “Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad”. Quédense con la que quieran.


Lágrimas italianas en Alcañiz (22-12-09)


Vittore y Giancarlo descienden del coche. Como un acto reflejo, se suben los dos a la vez el cuello de la chaqueta y se anudan la bufanda. A pesar del frío, ofrecen la primera de sus sonrisas a los periodistas. Tras un par de comentarios y un cálido apretón de manos, entran a cubierto y lanzan una mirada rápida al escenario fotográfico. Siete décadas después, el apellido Francone ha regresado a Alcañiz. Su padre ha vuelto a la vida a través de las imágenes en blanco y negro que tomó en su campaña española. Empieza el protocolo político. Palabras de comprensión, tópicas en torno a las guerras y sus consecuencias. Poco después, le llega el turno a Vittore. Segundos antes de comenzar a hablar, observa de un vistazo el retrato de su padre que preside la sala y que tiene a su espalda. Es una fotografía magnífica en blanco y negro en la que el sargento mayor Michele Francone, con apenas treinta años, posa con su elegante traje militar en Zaragoza. Voluntario en España, a las órdenes de Mussolini y de Franco, luchando en una guerra que no es suya ni acaba de entender, pero en la que la única salida es hacia adelante. Todavía desconoce que entrará en la historia del siglo XX.

Como si se hablasen sin decirse nada, el sargento mayor Francone parece animar a su hijo a que comience a hablar: “Vamos, Vittore, no tengas miedo”. Vittore habla: “Mi padre amaba profundamente a España. Tenía muchos libros de historia y de literatura sobre el país, y consiguió hablar perfectamente el español”. Al recordarlo, Vittore no puede reprimir emocionarse. Las primeras lágrimas de un hombre de casi setenta años empiezan a caer por sus mejillas. Busca apoyo visual en Giancarlo, su hermano mayor, que le devuelve una sonrisa cómplice. Continúa: “como tantos de aquellos jóvenes italianos de aquella época, se enroló en el ejército huyendo del hambre, pero nunca olvidó sus orígenes campesinos. Si se dan cuenta, muchas de las fotografías que tomó en la Guerra Civil son de gente trabajando en el campo; personas con las que mi padre sentía complicidad”. Las sinceras palabras de Vittore consiguen emocionar a más de uno. Toma la palabra su hermano, y a pesar de que su español no es tan bueno, los elogios hacia Alcañiz toman otro sentido si se escuchan con acento italiano: “Me recuerda a una villa italiana de la Edad Media”, apostilla Giancarlo.

Es fascinante la facilidad de los italianos para ganarse el cariño de la gente con tanta rapidez. Parecen disponer de un sexto sentido para contagiar su entusiasmo por la vida. El sargento mayor Francone también debió de servirse de él durante su aventura española. En el magnífico catálogo editado de la exposición hay muchos retratos en los que se observa ese ojo fotográfico cómplice que tanto escasea. Rememorado por unos hijos a los que no vio crecer, Francone me recordó a otro grande. Robert Capa también dejó sembrados en España trazos de su enorme vitalidad y encanto personal que le ayudarían a forjar su leyenda. El húngaro, un genial sinvergüenza con cara de gitano, también huía del hambre y terminó enganchado a la droga dura de la guerra, “esa actriz que poco a poco va envejeciendo y que cada vez es menos fotogénica y más peligrosa”.


Africanos (15-12-09)


A veces, la dura realidad te pega bofetadas en la cara que se agradecen. Te despabilan, despertándote de la modorra en la que muchos vivimos en las sociedades desarrolladas, enfrascados tontamente en nuestros nimios problemas cotidianos. Estos últimos días he estado de vacaciones con un amigo en Marruecos. Como no queríamos ir a tiro hecho en plan batallón de turistas, nos lo montamos a nuestro aire y alquilamos un coche para conocer algunas zonas alejadas de los circuitos más comerciales.

A pesar de que nuestro vecino del sur es una de las naciones más desarrolladas de África y una de las más sólidas en el aspecto económico, sigue conservando ese halo que recubre a todos los países africanos sin excepción que hace que no estés seguro casi nunca del terreno que pisas. Ni que decir tiene que algunas de las zonas en las que estuvimos eran poco recomendables y que de no haber ido con un guía a sueldo seguramente no hubiésemos entrado, pero por lo general, la mayoría eran de gente pacífica que observaba con una extraña mezcla de sorpresa y desconfianza nuestros rostros occidentales. En estos días pude ver a muchos agricultores -mujeres en su mayoría- trabajando las fértiles tierras que riegan ríos como el Draa, el Dades o el Ziz antes de que el desierto se los trague en su mar de arenas sedientas. En realidad, fuera de las principales ciudades, casi todo africano es agricultor. O ganadero. Por aquellas tierras, Caín y Abel no se matan entre sí porque no tienen con qué.

Por dar unas cifras, de los casi treinta millones de marroquíes censados, alrededor de doce viven por debajo del umbral de la pobreza. Uno de cada cuatro personas no tiene trabajo (en España la tasa ya alcanza a uno de cada cinco) y en las zonas rurales la mayoría de las casas carecen de agua potable y electricidad. Aunque los primeros días fueron impactantes, a medida que transcurrían las jornadas y los kilómetros, el paisanaje de miles de niños pedaleando en bicicletas por las cunetas polvorientas y gente sentada a la puerta de sus casas sin hacer nada se nos fue haciendo demasiado habitual. Por lo general, los africanos pobres ven a los extranjeros como una fuente inagotable de dinero y con la mayoría de los que tratamos nos intentaron timar. Varias veces nos dejamos.

Resultaba fascinante la facilidad para los idiomas de muchos de ellos. Gran parte dominaban el español y el alemán, además de por supuesto el árabe, el inglés o el francés. A Ibrahim, un recio bereber que se gana la vida subiendo a los turistas al Monte Toubkal, le escuché una noche incluso despuntarse con unos piropos en euskera a dos vascas que acercaron al fuego del refugio. Otra noche, en el desierto de Erg Chebí, cerca de la frontera con Argelia, Ahmed, un chaval de poco más de veinte años que nos acompañaba, se arrancó con una jota que había aprendido de memoria de algún turista aragonés. Ahmed no sabía quienes eran Madonna ni Michael Jackson, pero le habían dicho que al nuevo presidente americano también le corría sangre africana por las venas.

Obelix tenía razón (8-12-09)


Respire hondo, ármese de paciencia y prepárese a disfrutar del espectáculo durante las próximas tres horas: entra usted en el asombroso mundo de la burocracia española. Da igual si solamente quiere una receta, una instancia, un carné para conducir carros o la licencia para un puticlub, los trámites, aunque difieren, le costarán lo mismo: perder toda la mañana.

10.15 AM, entramos por la puerta de, por ejemplo, la excelentísima Delegación de Tráfico. El panorama que se abre a nuestro alrededor es excelso y haría las delicias de cualquier pintor del Siglo de Oro: por allí corretean gitanos, algún enano de cinco años, viejas haciendo calceta, funcionarios, carteristas, más gitanos, varios inmigrantes, gente esperando, empleados de autoescuelas, más funcionarios, más gente haciendo cola… En fin, aprietas los dientes y respiras buscando el mostrador de información. Bingo. Tiene usted delante veinte pavos como usted esperando su turno. Miras alrededor. Intentas no hacer nada. Cruzas los brazos, los descruzas. Sacas el móvil, te lo vuelves a guardar. Media hora después te llega el turno: “Buenas, venía a pedir el carné para conducir tanques…” Sin siquiera mirarte, el funcionario busca entre varios tochos de papeles y te da uno: “rellénelo con sus datos y con una foto y el permiso para disparar morteros acuda al mostrador 58 TA arriba a la izquierda. Son 32,17 euros”. Vaya, joé con el puñetero carné… Pagas y te vas. Lo rellenas y buscas en la carpeta tu permiso para disparar morteros. Uff, menos mal, todavía está vigente.

Buscas el mostrador 58TA arriba a la izquierda. Después de remover Roma con Santiago y de preguntar en media docena de ventanillas lo encuentras en una esquina, escondido, el muy cabrón. Vas. “Hola buenas, venía a…” “¿Lleva usted turno?” “Pues la verdad es que no, pero no hay nadie en la cola y…” “Tiene que coger turno”. Ah, vale. Coges el ticket de la carnicería. Te fijas en el letrero luminoso. Mierda, faltan veinte números. Lo que faltaba. Decides esperar sentado. Los números no se mueven y no hay nadie en la cola. Piensas: “Vamos colegui, dale un toquecillo al correturno”. Joé, me han oído. La pava le da al botón y el número cambia. Nadie acude. Piensas de nuevo: “Le volverás a dar, ¿verdad cariño?” Meeeec. Error. La pava ve que no acude nadie y se levanta a hacer no se qué en el archivo. Bien, nos ha tocado el premio. Vuelves a respirar. Ojeas el alrededor. La cosa no ha cambiado mucho: hay más de diez filas y gente mirándose unos a otros, y lo que es peor, la hora H se acerca.

Lo sabes y ellos también. Tienes un par de minutos para resolver el trámite, si no, estarás jodido. Pasa un minuto. Los números avanzan muy lentamente. Pasa otro minuto. Ya no hay salida: 11.00 AM, llega la hora del café. Estampida. Los funcionarios empiezan a desintegrarse en el ambiente, se camuflan, se difuminan en el espacio sideral, huyen otros. Acojonante. En el garito se quedan media docena y el segurata de la puerta. Resignado, sacas el libro del bolsillo y te pones a leer. 11.30 AM: retorno a la tierra. Las ventanillas vuelven a tener rostro. Sigues esperando. Meec, meec, y más meec. 35 A. Tu turno. Por fin. Bendito sea Dios Todopoderoso: ha llegado mi hora. “Buenas venía a por el carné de tanques” “Ah, muy bien, enséñeme el DNI y el permiso de morteros. ¿Lleva usted una foto?” Se lo entregas y la funcionaria empieza a trajinar con ellos. Pit, pit, pit. Mierda, ahora le suena el móvil. Horror: el novio. “Cariño ahora no puedo, que estoy trabajando…” Nada, al novio le da igual su trabajo y mi desesperación. Insiste. Se levanta de la mesa y se va tras unos archivos explicando no se qué milongas de su amiga Vanesa. Miras al cielo. Sólo ves un fluorescente sucio y bajas de nuevo la mirada. Bien, allí hay otra funcionaria. Piensas: “Vendrá y la sustituirá…”. Meeec. Error. La pava no reacciona. Mira con desgana la ventanilla y sigue con la edificante tarea de limarse las uñas. Pasan dos minutos, tres, cuatro. La primera pava vuelve, sofocada, de no se qué problemones con el novio y su amiga la Vanesa. Deja el móvil en la mesa y me mira. “Por dónde íbamos”. Piensas: “¿Qué hago? ¿Con recortada o a machete? ¿Cómo prefieres que te rebane la cabeza?” Mientes: “Quería el carné de tanques…” “Ah sí, ya me acuerdo”.

Se vuelve a sentar y teclea en el ordenador. La espera me hace recordar que no sé dónde leí que Einstein había discurrido la Ley de la Relatividad mientras se renovaba el DNI. Todo puede ser, pienso. A mí, sin embargo, solo se me ocurren formas de destruir el edificio y sus habitantes: bomba lapa, ataque terrorista, fuego intencionado, artillería, misiles, bomba atómica… Una sonrisa maliciosa se me escapa entre el colmillo, que ya empieza a correar. Sigo esperando. 12.17 AM, la funcionaria se levanta. Aleluya. “Ahí tiene, su carne de tanques”. Le doy gracias eternas y mientras camino hacia la puerta me acuerdo de Asterix y Obelix en ‘Las doce pruebas’ cuando tenían que conseguir un permiso burocrático. Los pobres acabaron medio locos de tratar con tanto funcionario. “Están locos estos romanos…”


Ser y querer ser (1-12-09)


En la última semana se han dado tres cuestiones que, aunque no están directamente relacionadas, dicen mucho que cómo funciona el tinglado social que tienen montado nuestros vecinos los catalanes. Veamos: la petición del minitrasvase de aguas del Ebro a cuatro pueblos de Cataluña; el editorial conjunto de 12 periódicos catalanes para presionar al Tribunal Constitucional para que no recorte el ‘Estatut’; y finalmente, el descubrimiento de que la tumba de Pedro III El Grande (1276-1285) del monasterio tarraconense de Santes Creus no había sido profanada jamás.

Lo del trasvase es un tema recurrente, que viene y va año tras año y que por aquí ya no sorprende en absoluto. No resulta sorprendente que en Aragón todos los partidos y agentes sociales hayan levantado la ceja con desconfianza de la propuesta de la Agencia Catalana de Agua tras el trato y las formas que se gastaron el Ministerio de Medio Ambiente y la Generalitat de Cataluña cuando se estuvo gestando el trasvase a Barcelona meses atrás. Con ser importante, por los precedentes que puede sentar en vistas a otro trasvase mayor de forma encubierto, los otros dos temas son así como más jugosos periodísticamente, con más chicha, digamos. Y como esto es una capoladora y se nutre de eso, allá vamos.

Desde los inicios de la joven e inmadura democracia española, no se recordaba un editorial publicado conjuntamente por 12 diarios en Cataluña. Se ve que al tinglado político-mediático catalán le importa bastante más el ‘Estatut’ que al 5% de los catalanes que reconoce tener algún interés en él. Según el periódico El Mundo, los autores del editorial se lo facilitaron antes a La Moncloa que a sus lectores, lo que dice mucho del respeto que por ellos tienen los periódicos firmantes y recuerda a épocas pasadas donde la prensa estaba amordazada. Ahora no, aquí ya hemos pasado otro punto, el buen rollito del tenderete periodístico-económico-político en el ‘oasis’ catalán es tan evidente que los medios vitorean a sus políticos y estos a sus periodistas, abochornando a los lectores y a cualquier ciudadano libre con un mínimo sentido de en qué consiste una democracia.

Lo de la tumba de Pedro III sí que mola de verdad y es mucho mas clarificador del poder de fagocitar todo lo que tiene cerca del nacionalismo, en este caso el catalán. Dice la nota de prensa remitida desde la Generalitat: “Pere II el Gran (Valencia, 1240-Vilafranca del Penedès, 1285), hijo de Jaume I y Violant d’Hongria, que fue monarca de Cataluña, Aragón y Valencia (en el periodo 1276-1285). Está considerado el responsable de la expansión mediterránea de la Corona Catalano-Aragonesa en la edad media”. Y se quedan tan anchos.

En el articulo ‘No se líen con los Pedros’ publicado en Heraldo de Aragón el viernes y que merece ser enmarcado, el ex director del periódico y catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza, Guillermo Fatás, incidía perfectamente en los errores deliberados en que incurren los historiadores pancatalanistas al servicio del nacionalismo de nuestros vecinos: (…) Los catalanes tenían rey, el de Aragón, que además, se llamaba así de apellido: Aragón. Sus súbditos mostraban lealtad a su Casa gritando su nombre, cada cual en su lengua. Por ejemplo, “¡Sant Jordi, Sant Jordi, Aragó, Aragó! No aclamaban al reino, sino al soberano, cuya familia tomo para sí, y mantuvo, el nombre de su tierra de origen. No hubo Casa Real de Barcelona. Los descendientes de la reina Petronila de Aragón y del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, siguieron siendo y llamándose Casa de Aragón. Que lo catalanes tuviesen rey se debe a que su soberano era rey, no a que Cataluña fuera reino. Lo cual no es bueno ni malo. Solamente es. Borgoña fue un ducado soberano de suma importancia y no tuvo otros reyes que los de Francia. Los borgoñones no se torturan por eso. (...)”. Como en este patio de recreo ya nos conocemos todos, la cosa tampoco sorprende, pero como siempre hay algún despistado que aprovecha cualquier descuido para sisar las carteras, no está de más volver a insistir en algunas cosillas que a estas alturas del mamoneo ya debieran de estar claras.

 
El Pagafantas (24-11-09)


El otro día, en una de estas noches en las que la tele no vomita nada más que basura, pude ver una de esas películas que tenía pendientes. ‘Pagafantas’ es una de esas pelis que hace unos meses triunfaron entre los adolescentes y que dieron que hablar en su momento. La verdad es que hace días que no me reía tanto. Si no la han visto se la recomiendo. ‘Pagafantas’ es una de esas comedias que a veces suele fabricar el cine español cuando saca partido de los enormes actores cómicos que hay en este país; aquellos que mentó Javier Bardem a todo el mundo cuando subió al escenario a recoger su Oscar, hizo saltar las lagrimas a su madre, y consiguió que media España dejase de odiarle durante una temporada tras enfangarse en los barrizales político-guerreros. ‘Pagafantas’ es una comedia sencilla, breve, hecha entre cuatro amigos, pero cuajada de hallazgos. El grueso de su reparto surge del programa ‘Vaya semanita’ de ETB, ese que hace unos años diseccionaba sin piedad y a carcajada limpia el panorama político-social del País Vasco. Una de las frases más recurrentes de aquel programa era que en Bilbao se folla poco y ‘Pagafantas’ toma ello como argumento.

Hace unos años conocí a un ‘Pagafantas’ durante un tiempo. Era y sigue siendo un buen tipo, y durante una temporada salimos juntos de marcha por el casco viejo bilbaíno. Sin embargo, Joseba tenía un grave problema con las mujeres cuando estaba de jarana: era una buena persona, lo que irremediablemente era detectado al instante por las féminas y daba como resultado que al final de la noche acabasen colgadas de su cuello “como un amigo” en vez de como un potencial amante. Joseba era el hombro fiel al que recurrían cuando tenían que moquear si su novio les había dejado, si buscaban a alguien que se pasase horas escuchando y diciendo sí con la cabeza, o cuando no había grandes planes y se optaba por salir al cine. Cuando me marché de Euskadi, Joseba seguía en esa dinámica y nunca pensé que pudiese cambiarla. Hace poco, tres años después de perderle la pista, volvimos a hablar y salimos por Zaragoza a tomar unas copas. Físicamente no había cambiado mucho, seguía teniendo esa cara de buena persona de típico chaval del barrio de Begoña. Sin embargo, tenía un brillo especial en la mirada. Hablamos mucho recordando los viejos tiempos y a medida que fueron cayendo las copas me lo confeso: había dejado de ser un ‘Pagafantas’ y se había convertido en una especie de playboy de recia estirpe vascongada.

Sorprendido, le pregunte como lo había conseguido. Me contó que no había sido fácil: primero tuvo que ser consciente de dónde residía el problema; luego tuvo que destruirse, desterrando complejos que arrastraba desde su adolescencia; finalmente, tuvo que edificar lo que quería ser. Su objetivo. Todo ello “sin psicólogos ni gaitas de esas”, me dijo mientras le pegaba el ultimo sorbo al cubata. O sea, la transformación. O mejor dicho, una transmutación: cambiar el interior sin que cambiase el formato exterior. “La clave está en que te detecten un punto de desprecio”, me soltó. Al final, cuando nos despedimos tras haberme contado algunas de sus muchas conquistas de sus últimos meses, me confeso que había días que tenia miedo de si mismo, de su “otro yo”, creo que me dijo. Porque a veces, cuando empezaba a caer la noche, no estaba seguro de que esa mancha negra que se reflejaba en el suelo fuese su sombra, sino una tiniebla; una especie de halo invisible que siempre arrastraba. Joseba creía que era el infierno; un infierno que desde hacía un tiempo le seguía.


Irreductible, misógino y libre (17-11-09)


Una cuenta pendiente desde los incendios de este verano me lleva hasta Montoro de Mezquita. Si a finales de julio pude entrar en un pueblo desierto tras ser evacuados sus vecinos, este sábado no fue distinto y no diviso a nadie por sus calles cuando llego. Sin embargo, de varias chimeneas brota humo y huele a comida. Aparco y me meto en la cuenca alta del Guadalope hacia los estrechos. Una vieja acequia olvidada me sirve de senda. Las hojas secas forman una alfombra parda por la que caminar. Huele a humedad y a ramas podridas. Al llegar a un azud donde el río se rompe en varias pequeñas cascadas la acequia termina -mejor empieza-, y decido adentrarme en el cauce. Da gozo ver así al Guadalope, puro, limpio y virginal, todavía bravo y casi indómito. Las piedras sobre las que camino son cada vez más pequeñas y no me queda otra que meterme al agua si quiero llegar hasta el estrecho y ver de cerca sus farallones rocosos. El agua está fría y cada vez cubre más. Un traspié me hace llegar el agua a la cintura y demás partes nobles. Desisto. De todas maneras, es mejor así, una nueva excusa para volver. De regreso, cambio de orilla y camino por zonas de huertas de tierra esponjosa. Un par de viejos labran su parcela con una mula mecánica. Les robo una fotografía sin que me vean y vuelvo al pueblo. Montoro sigue desierto.

Al volver una esquina me encuentro a Isabel, una de sus ocho habitantes. Me cuenta que tiene una hija en Italia y que al enviudar se vino a Montoro. Me invita a un café pero rechazo la invitación. Isabel es una señora muy rubia y agradable y me explica los senderos y las pistas del pueblo mejor que cualquier guía. Le prometo que escribiré de ella y me marcho a Pitarque por una empinada pista que todavía sigue en obras y repta por la ladera. La panorámica que se abre es grandiosa y se divisan decenas de kilómetros a la redonda. Majalinos aparece ahora con un aspecto blanquecino y moribundo y los raquíticos pinos quemados le dan un aspecto miserable. Sigo subiendo entre sabinas achaparradas y masías abandonadas a las que el tiempo les está dando sus últimos mordiscos. Un par de cabras montesas me salen al encuentro. Sólo me da tiempo a disparar una vez la cámara antes de que desaparezcan detrás de unos roquedales a los que se han tirado a tumba abierta. La fotografía no es buena.

Saludo a un par de pastores que fuman a la orilla del camino. Poco más adelante, un par de tractores labran y siembran los mejores bancales. La pista desemboca en una carretera a la que el frío ha arrancado el asfalto y llego a Pitarque, “el pueblo de los miradores”, reza un cartel. A la vuelta, Benito Lertxundi canta una bella canción en euskera en el coche. En este instante, cuando empieza a caer la tarde me acuerdo de otro vasco. A Pío Baroja también le fascinó el Maestrazgo y se sintió atrapado por su belleza. Cuenta Don Pío en su libro ‘Memorias de un hombre de acción’ que aquello “es país de guerrilleros” aunque, ahora que pienso, Baroja ya no se lee en las escuelas, acusado de irreductible, misógino y libre, como las aguas del Guadalope a su paso por Montoro.


Presidiarios (10-11-09)


Según los últimos cálculos judiciales, el número de ayuntamientos españoles que están siendo investigados alcanza ya el medio centenar y las personas imputadas rondan las 800. Unas cifras guapas, con solera. Y lo que te rondaré morena… A mis primos, entre quienes se encuentran concejales de uno y otro bando, inversores urbanísticos, empresarios del ladrillo, consejeros del ramo, alcaldes y directores de Palaus, se ve que les va la marcha y ya han batido un record: han acabado con la paciencia de este bendito país, cosa arto difícil de conseguir porque aquí, si una cosa hay, es aguante.

Nuestros colegas del periódico El Mundo, en un gran artículo erigido en editorial (‘Decálogo para que los corruptos no nos sigan saqueando’), han elaborado una lista con algunos puntos que deberían ponerse en marcha para que España deje de ser esta casa de putas permanente en la que el más tonto se forra a costa del erario público para el resto de su vida. Se calcula que desde 1999, la corrupción en ayuntamientos, diputaciones y otras entidades asciende a 4.100 millones de euros, más o menos lo que viene a ser el presupuesto del Gobierno de Aragón de tres ejercicios, euros arriba o abajo, tampoco nos vamos a poner ahora estrictos.

Estos puntos donde se debe incidir son muy claros. A saber: reforma del Código Penal, endureciendo las sanciones por cohecho y tráfico de influencias; dotar de más ingresos a las corporaciones locales, muchas de las cuales están insuficientemente financiadas y dando servicios que no les corresponden; reforma de la Ley de Financiación de Partidos Políticos (obvio); reforma de la Ley Electoral, con listas abiertas y topes de gasto (esto no se cambiará ni aunque acudiesen borrachos todos los diputados el día de votación); más: fortalecer el papel fiscalizador del Tribunal de Cuentas; liberalizar el suelo, dotar de más poder a los interventores del Estado, cambiar la Ley de Incompatibilidades… En fin, aquí cada uno puede aliñar su ensalada como quiera, pero una cosa está clara: está tropa de sinvergüenzas, ladrones, chorizos, hijos de perra, mangantes, tuercebotas y chulos (y chulas) de mala esquina no se pueden ir de vacío a casa con los bolsillos llenos. De este casi millar de ladrones, la mayor parte están fuera de la cárcel, tras haber purgado el robar una decena de millones con un par de semanas a la sombra. Mi primo Fèlix Millet, al que ya saben el afecto que le profesamos por aquí, ni siquiera eso; al pobre le bastó escribir una carta pidiendo disculpas (tú si que vales, Fèlix).

Esto da que pensar. A uno siempre le han fascinado las novelas de presos, imaginando el siguiente intento de fuga del Conde de Montecristo o de Papillon. Estoy convencido de que si Edmond Dantès o Henrí Charrière levantasen la cabeza maldecirían con toda su rabia a todos estos presidiarios de ida y vuelta, a estos perros de mala raza a los que se les abren las puertas de par en par mientras el resto de la sociedad sigue con su propia condena.


Tú me proletarizas (3-11-09)


Los lectores que siguen estas líneas recordarán lo que hace algunas semanas llamábamos aquí ‘basura blanca’, ya saben, el epíteto con el que se denomina a la clase media-baja en los Estados Unidos. El arriba firmante sostenía que aquello era trasladable a España. Hoy se reafirma. En la Red, que está mucho más al tanto de la actualidad y recoge mejor el verdadero sentir de la sociedad que los medios de comunicación tradicionales, lleva semanas produciéndose un verdadero debate acerca de la proletarización de la clase media española. Economistas expertos, aficionados o simples internautas con más interés que el simple hecho de consumir porno en la Red, analizan los efectos que la crisis económica está produciendo en las familias de este país, que ya ha conseguido sus cuatro millones de parados.

Las cosas no están claras, y a un lado y otro políticamente se intenta llevar el ascua a su sardina. Sin embargo, varias conclusiones parecen que ya se dejan entrever. Y también a sus protagonistas. Las cosas no volverán a ser como antes en muchos años. Los tiempos donde el primo Rafael, que no sabía hacer la o con un canuto, se montaba una promotora inmobiliaria y se forraba, han pasado. Ahora Rafael lleva recogiendo amarras varios meses y con unos cuantos pufos agarrados a los tobillos. Se comenta por ahí que el otro día compró unas maletas mientras reservaba unos billetes para Costa Rica…

Por su parte, Winston Vladimir González, que llegó con su mujer de la ciudad de Esmeraldas (Ecuador), se pelea ahora con Antonio Jiménez Martínez, natural de Torruños del Guadalope, por encontrar trabajo como carretillero en una planta de gres. A Jonathan y Vanesa García, de Piedrarriba del Ginel, a quienes su padre los envió a Zaragoza a estudiar la carrera, las cosas no les van mejor y ahí siguen, encadenando un cursillo tras otro esperando que escampe la cosa.

Dimitri Vladivostock ha tenido que improvisar sobre la marcha. Adaptarse. Reciclarse, que se dice ahora. Tras haber estado currando de yesaire y fontanero en un bloque de pisos a destajo, ganó dinero a espuertas con los que se compró el BMW que tanta falta le hacía. Ahora, junto con un colega bielorruso y un par de gitanos rumanos, hace cada noche su ronda por las naves y pisos de las afueras recolectando material que llevan cada semana al rastro de la Plaza de toros.

Peor es lo de Paco Pérez, el pobre. Su mujer se empeñó en que tenían que meterse sí o sí en el unifamiliar de al lado de su cuñada la Pepi, faltaría más. Por 55 millones del ala le salió la hipoteca a Paco, pensando que los viajes hasta Alemania con el camión daban para eso y más. Ahora moquea todos los meses cuando le llega la carta del banco con la letra del MAN y escucha en la radio, que últimamente sólo da malas noticias, que el metro cuadrado ha bajado un 30 por ciento mientras piensa en quién le ha quitado el suelo bajo los pies durante estos años en que todo esto se parecía a Hollywood.


Ramón y Cajal en Motorland (27-10-09)


Los caprichos de la historia han querido que el nacimiento internacional de Motorland coincidiese con otra de las conmemoraciones históricas de Aragón, los 75 años de la muerte de su último gran genio: Santiago Ramón y Cajal. Estoy seguro de que a Ramón y Cajal, a quien en Aragón sólo llamamos Don Santiago, le hubiese gustado darse una vuelta por Motorland este fin de semana dada su pasión por la fotografía. Sin duda.

Además, como a Cajal, que junto a Albert Einstein fue la mente más privilegiada del pasado siglo, tampoco le gustaban los cenizos, los gafes ni los aguafiestas, también creo que hubiera disfrutado paseando por las gradas viendo algunas caras. Se conoce que a pesar de haber nacido navarro, el aragonés Cajal hizo suya su propia máxima: “mi historia es la historia de una voluntad resuelta a triunfar a toda costa”.

Aquí, pese a ello, seguimos sin creérnoslo; no queremos triunfar, sobre todo algunos. Casi 60.000 personas se han acercado este domingo a Alcañiz de propio. Vinieron a disfrutar del ambiente automovilístico y creo que se llevaron consigo una buena impresión. También han estado cientos de personas extranjeras, que aparte de las instalaciones deportivas, también han disfrutado de las noches otoñales de la capital bajoaragonesa, como comprobamos el sábado con los bares a rebosar.

Nunca en la historia de esta tierra se había producido una inversión económica semejante a través de una apuesta a una sola carta. Es normal que surjan dudas en el camino, pero lo raro es que se produzcan cuando el proyecto ya va tomando velocidad. Todos los expertos del mundo del motor con los que he hablado a lo largo de los últimos meses han destacado las excelencias del proyecto, su originalidad y el carácter multifuncional de un complejo que no se da en ninguna otra parte del mundo. Con muy pocas excepciones, todos ellos coinciden en que a medio y largo plazo puede ser la punta de lanza de la industria automovilística aragonesa a nivel internacional. No hay más que ver lo que ha pasado estos días en Figueruelas cuando los alemanes han dicho que querían desmotar parte del tenderete y trasladarlo a su país. Pero aquí seguimos sin creer.

Suele decir Biel, que sería capaz de competir en sorna con Cajal, que este negativismo crónico aragonés debe de ser culpa del cierzo. Puede ser, porque a veces hay que echar mano de los fenómenos meteorológicos para comprender ciertas aptitudes ante la vida. Este fin de semana lució un sol espléndido y no hizo cierzo. En parte, se cumplió su teoría, aunque yo me decanto más por pensar que a algunos les faltan ciertas neuronas. Aunque ahora que lo pienso, todo esto lo hubiese explicado mucho mejor Don Santiago sentado en cualquiera de las atalayas que rodean el circuito de velocidad.


Camina o revienta (20-10-09)


Como ya sabrán, las últimas investigaciones sitúan a Cristóbal Colon como natural del viejo Reino de Aragón, concretamente de Ibiza. Según los estudiosos, la lengua materna del descubridor de América fue el catalán, por lo que sus escritos en español adolecían de ciertos vicios y coletillas poco usados en el castellano de aquella época. Nada extraño, por cierto, porque cada vez más se cae por su propio peso que en todo el colosal esfuerzo que supuso la conquista de América y su posterior colonización estuviesen vetados los naturales del Reino de Aragón como hasta hace escasos años sostenían muchos historiadores.

Durante estos últimos días he andado enfrascado leyendo un magnifico libro sobre las andanzas de uno de aquellos descubridores españoles que se adentraban en un nuevo mundo con mas fe que preparación. Se trata de ‘Naufragios’ de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que aparte de relatar con majestuosidad un periplo de ocho años recorriendo a pie lo que hoy conocemos como Estados Unidos, es un impresionante documento etnográfico describiendo tribus ya desaparecidas.

Cabeza de Vaca anduvo ocho años de tribu en tribu recorriendo paso a paso los más de 8.000 kilómetros que separan Florida del Golfo de California, viendo tierras que nunca antes ningún otro hombre blanco había visto. Corría el año 1527 y aunque los escritos de Cabeza de Vaca hoy adolezcan de muchos pasajes fantasiosos, es una crónica periodística cautivadora sobre aquellas primeras expediciones a un continente virgen e inmenso que sigue atrayendo como un poderoso imán.

Caminar, o mas bien correr, también tuvo que hacerlo mucho El Lute, de quien he robado el titulo para estas líneas. Eleuterio Sánchez también fue un gran mito en nuestro país allá por los sesenta y setenta poniendo en jaque a media Benemérita con sus andanzas novelescas. Otro ladrón, Félix Millet, ha tenido que andar mucho menos. El ínclito ex director del Palau de la Música de Barcelona, al que ya saben el respeto que le profesamos desde esta columna, ha quedado libre con cargos tras prestar declaración ante el juez. Su señoría le ha retirado el pasaporte para que se porte bien y pueda reflexionar sobre si va a devolver alguno de los veinte millones de euros de los que se “apropió indebidamente”. Y es que ya se sabe: la Historia siempre reserva un sitio a los intrépidos. Y a los veloces, aunque viajen a pie.

 
Lenguas y orgullo (13-10-09)


Las Cortes de Aragón debaten estos días la Ley de Lenguas de nuestra comunidad, sin duda una patata caliente que todos los partidos quieren quitarse de en medio sin dejarse muchos pelos en la gatera. Este es un asunto difícil, delicado, que hay que analizar con sosiego porque se presta a muchas manipulaciones de todos los lados. Aquí hay mucha gente que quiere mojar pan en esta sopa y se están escuchando barbaridades a uno y otro lado del Mississippi, o del Matarraña, para ser más exactos.

En Aragón hay una inmensa mayoría que se la trae al fresco esta nueva ley porque sólo tiene una lengua. Sin embargo, una minoría de aragoneses lleva muchos años reivindicando lo que consideran un derecho natural. Mientras, los partidos han ido tomando posiciones y se han formado dos grandes bloques irreconciliables, que no es lo más interesante en un asunto tan sensible. Personalmente, soy de los que piensan que una nueva ley no solucionará absolutamente nada. Hay quienes hacen de su vida una constante lucha por echar leyes al saco de la Constitución; a mí, otra nueva ley me produce urticaria, porque considero que la verdadera libertad no se ajusta a una ley y la política sólo acaba por emponzoñarlo todo.

En este asunto del catalán, del chapurriau, y de la nueva ley, a uno le gustaría pasar de puntillas y que cada perro se lama su cipote, pero como una de las obligaciones del periodismo es suscitar, alentar o directamente provocar el debate, no me quedaré callado. Pienso que en el trasfondo de todo esto subyace sólo una cosa: orgullo; un orgullo que ambos bloques no quieren reconocerse. Además, como la política ha entrado por medio, o la han hecho entrar, miel sobre hojuelas. Así, si desde la parte catalanohablante de Aragón se esgrime una falta de reconocimiento al catalán que estas zonas limítrofes llevan hablando siglos; desde la parte más aragonesa se opta por descafeinarlo para no dar el mínimo resquicio al nacionalismo catalán.

En las últimas semanas he estado en el congreso de FACAO en Alcañiz y en la Trobada Cultural de Peñarroya de Tastavins. En ambos he hablado con sus principales responsables, escuchando con atención sus argumentos. He de decir que no vi a ninguna persona que participase en ambas. Muchos aragoneses piensan, no sin poca razón, que aprobar esta ley sería hacerle un favor al nacionalismo catalán -no confundir con los catalanes-, del que sólo hemos recibido puntapiés en los últimos años, convirtiendo a esta tierra en el patio trasero donde arrojar los escombros. Porque aquí pasa como cuando se juntan en la casa del pueblo los hermanos: el uno que se ha quedado en casa cuidando de las tierras, de los padres y malviviendo, y el otro que ha emigrado, ha hecho perras, y vuelve a refrotarle por el morro a su hermano el Mercedes que tiene aparcado en la puerta. Y claro, la cosa se lía.

Es una obviedad exponer ahora los beneficios del bilingüismo. El futuro será plurilingüe o no será. Sólo los más capaces sobrevivirán a las exigencias de un mercado global sin concesiones. Por eso, lo que debería hacerse desde Aragón no es sólo promover la enseñanza del catalán en las aulas, sino también la del chino y la del ruso, porque eso no nos debilitará un ápice como personas libres, sino que no hará infinitamente más fuertes.


Los lunes, Wilde y los excesos (6-10-09)

Cuando llegue a su final este mes, se cumplirán 99 años de la muerte de Sebastián Melmoth, el nombre bajo el que escondió su genialidad, en un pueblecito costero francés, Oscar Wilde los últimos años de su vida. Me acuerdo bastante de Wilde los lunes, que sin duda es el peor día de la semana. Aunque, ahora que lo pienso, los lunes se parecen más a Dorian Gray, la creación más bella del escritor irlandés.

Recuerdo haber visto la película ‘El retrato de Dorian Gray’ hace ya muchos años. Después lo leí. Todavía me sigue impactando. Antes en La2 solían rescatar de madrugada estas pelis, ahora ni eso, por lo que a los que hemos creído en la vigencia de este canal público nos asaltan las dudas.

Rodada completamente en blanco y negro en 1945, la película cuenta el proceso de degradación moral de Dorian Gray tras su pacto con el diablo. Ya saben, el mito de Fausto trasladado al Londres victoriano gracias al genio de Wilde.

Gray, un joven sumamente atractivo, manda que le realicen un cuadro en la cúspide de su belleza para que, aunque él envejezca, el mundo sepa cómo fue. Sin embargo, a partir de ese momento, será el cuadro el que recoja el paso de los años mientras él permanezca inmutable en la perfecta lozanía de su juventud.

Con el paso del tiempo, el rostro impreso en el cuadro va recogiendo todos los excesos que comete Gray, sometido a un proceso de decadencia absoluta, mientras él permanece siempre bello. La escena más terrorífica del filme muestra al final en vivos colores el demacrado retrato de Gray tras acumular años de excesos y todos los vicios a los que un hombre ha tenido acceso.

Oscar Wilde quizá predijo en uno de sus mejores libros el proceso de degradación y escarnio público al que años más tarde él mismo sería sometido tras ser acusado de sodomía y homosexualidad y que impidió que durante varias generaciones en Irlanda estuviese proscrito el nombre del hombre asociado al exceso: Oscar.

Perdonen que un lunes, aunque lean esto un martes, les vuelva a contar la vieja historia de Oscar Wilde, sus excesos y la genialidad de su alter ego Gray, pero escribir esta columna un lunes tiene estas contrariedades y está sometida a las leyes del vicio y a la penitencia de los excesos.


Misericordia (29-9-09)



Hay días que se lo ponen a uno tan fácil a la hora de darle a la manivela de la capoladora y hacer sangre, que te tienes que contener. Tentado como llevo todo el fin de semana de sacudirle a Zetapé por su gloriosa foto familiar, va y me sale la vena misericordiosa que me inculcaron mis padres. Y me freno. A veces, a uno le gustaría decir aquello tan genial de Groucho Marx de “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. En fin, piedad; todos hemos sido adolescentes y tenemos fotos de las que avergonzarnos.

En la España que nos ha tocado vivir, sin duda hay cosas bastante más graves que el nuevo estilo gótico-monclovita. Aparte del ya sabido nuevo leñazo impositivo del Gobierno -por cierto, ya predicho en estas líneas en anteriores entregas-, en las últimas semanas lo que está causando sensación es la aventura financiera-equinoccial de Fèlix Millet, una especie de Bernard Madoff a la catalana.

Se conoce que a nuestro primo Fèlix, hasta hace muy poco prohombre del catalanismo más exquisito, se le fue la mano en los últimos treinta años desde su puesto en el Palau de la Música y se ha “apropiado indebidamente” de 3,3 millones de euros. Las investigaciones más cercanas al caso elevan la cifra a los 20 millones, que nos parece a todos un número así como con más empaque, con más glamour, qué le vamos a hacer. O no, Fèlix, si ya te lo dijo tu padre: “hijo mío, si te pones, te pones, nada de medias tintas y cagar sólo con medio culo”.

El caso de Millet, como el de tantos otros que han saltado a las páginas de los periódicos en los últimos años en este país de sinvergüenzas, donde el que no corre, vuela, y el más tonto te hace un avión o se monta una promotora inmobiliaria, es realmente glorioso, y dice mucho de cómo funciona el ‘establishment’ del ‘oasis’ político-financiero-social de nuestros vecinos catalanes, donde lo mejorcito de las familias barcelonesas se codea con una casta política y cultural que da como resultado una sociedad corrupta hasta las cejas.

Aparte de sinvergüenzas, ladrones y otras hierbas, afortunadamente, este país también está lleno de personas misericordiosas, y el propio Millet ya se ha apresurado a pedir perdón y a expresar su “arrepentimiento desde la penitencia más profunda”. De devolver la pasta no ha dicho nada de momento Fèlix, y de que entre en el talego tampoco se tienen noticias. Ahora que pienso, misericordia también se les llamaba a los puñales con los que iban armados los caballeros en la Edad Media con los que dar el golpe de gracia a sus enemigos.


Tres vidas (22-9-09)


Dice Gabriel García Márquez en la biografía “tolerada” -que no autorizada- que ha conseguido sonsacarle el escritor inglés Gerald Martin tras 19 años de trabajo que todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Eso parece cosa muy cierta, sobre todo para un hombre como Gabo, que a lo largo de sus más de ocho décadas ha ido creando a su alrededor un sinfín de leyendas. Sin caer en la tentación del marketing, esperaremos con ansia a descubrir que tiene que ofrecer entre sus páginas el libro, alambicado de anécdotas y detalles hasta ahora desconocidos de la vida del Premio Nóbel “por la tenacidad para investigar ciertos aspectos que sólo tienen los perros rabiosos y los ingleses”.

Así, gracias a un inglés, o quizá a pesar de él, podamos desentrañar algunos de los secretos que todavía permanecen ocultos en ‘Cien años de soledad’ y su arranque demoledor relatando el éxodo de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán hasta encontrar un claro en la selva y fundar Macondo “a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.

Resulta cuando menos trágico que haya tenido que ser un inglés quien nos descubra que es de la mala niñez de Gabo de dónde bebe el origen de todos esos maravillosos sentimientos de desamor, abandono y traición que se desparraman sin freno en la obra maestra del colombiano. Según cuenta García Márquez, perdió su virginidad en un burdel a los catorce años, experiencia que le resultó “sórdida y humillante” y que luego plasmaría con saña en sus libros. Ahora recuerdo que Camilo José Cela, en ‘Memorias, entendimientos y voluntades’ -uno de los libros con los que más me he reído en mi vida- relata también su primera experiencia sexual con algo más de sorna y riéndose siempre de sí mismo: “en una casa de lenocinio con una pilingui ni muy joven ni demasiado vieja que se puso hacer calceta mientras yo hacía lo que podía”.

Tanto Gabo como Cela, con sus seis vidas plagadas de secretos públicos e inconfesables, plasmaron en sus páginas experiencia aterradoras, crueles y maravillosas que hace que cuando nos detengamos en sus historias y las comparemos con la realidad actual no podamos sentirnos sino defraudados al ver como se repiten vidas y errores como ya anunciaba la sabia y vieja Úrsula cuando decía que “la vida gira en redondo”.


Periodismo de mochila (15-9-09)


Mientras Alcañiz y medio Bajo Aragón celebraban sus fiestas patronales, la cadena Cuatro emitía el pasado viernes un reportaje sobre Afganistán que es lo mejor en reporterismo que se ha visto en televisión a lo largo del año. El país de los Talibanes visto desde dentro, sin concesiones, con las tripas al aire, llevando hasta los ojos del telespectador la realidad de uno de los países más pobres del mundo y uno de los más peligrosos.

Sin caer en la tentación de presentar a los Talibanes como el coco, pero mostrando las cartas sobre la mesa, el reportaje del navarro David Beriain ponía al desnudo las mentiras del Gobierno Español sobre qué están haciendo nuestras tropas allí, dejando agarrada a la brocha a nuestra Ministra de Defensa y sus sandeces edulcoradas de ‘Ejercito de paz’, ‘Peudomisiones humanitarias de la Señorita Pepis’ y ‘Tropas del buenrollito de meter margaritas en los cañones de los AK-47’.

No. Ya lo dijo uno de los mulás entrevistado. Se trata de una guerra. Unos contra otros. El invasor contra nosotros, y nosotros, contra ellos. Porque no hay nada que una más que un enemigo exterior. Porque son dos formas de entender la vida. Y porque, como también quedó dicho ante las cámaras: “los occidentales jamás podrán ganar esta guerra; porque tenéis miedo a morir, nosotros no”.

Si es que, en realidad, la misión del periodismo no es otra cosa: decirle a la sociedad qué está pasando y contar una historia. Sin más; el resto son cuentos. A la sociedad española, que en los últimos años duerme sus sueños ovejiles en la inopia sin enterarse de qué va la jugada en el contexto internacional, le vienen bien estos puñetazos directamente al estómago en forma de reportaje.

Lo significativo de este caso es que haya tenido que ser un 'Periodista mochila' quien lo fuese a buscar. Sí, un freelance; un periodista orquesta; un tío con una cámara de fotos y una videocámara de las de grabar comuniones. No es algo nuevo. Durante los últimos años el periodismo ha sufrido y sigue padeciendo unos cambios atroces en la forma que lo hemos entendido siempre. Nadie sabe muy bien hacia dónde se dirigirá, pero lo que sí que estamos seguros lo que nos dedicamos a este oficio es que su esencia no cambiará. Podrán modificarse los formatos; podrán cambiar las plataformas; quizá a los reporteros nos deba crecer un tercer brazo para llevar todos los bártulos, pero lo que está claro, es que su naturaleza sigue intacta, pese a quien le pese.


Motorland y el anarquismo (8-9-09)


Fin de semana de fiesta en el Bajo Aragón con la inauguración del circuito de velocidad de Motorland, la joya de la corona. Buen ambiente y grandes esperanzas de futuro para que un proyecto así, de una vez por todas, pueda sacar del letargo en el que vive esta tierra desde hace dos siglos.

Jornada para el recuerdo, para la emoción, para las lágrimas. También para el reconocimiento a quienes trabajaron en su puesta en marcha desde el primer día; para quienes idearon, pensaron, fueron de puerta en puerta, de despacho en despacho, hasta conseguir convencer a todos de que un proyecto de tan brutal ambición podía instalarse en una ciudad de apenas 16.000 habitantes enclavada al norte de la provincia más olvidada de España.

Todo esto y mucho más es y será Motorland en los próximos años si los aragoneses, en primer lugar, nos convencemos del potencial que alberga en sí misma esta tierra; del poder de atracción que genera a cualquier foráneo el alma y el corazón de cada una de sus gentes. Y cuando por fin, logremos desterrar de nuestro seno el mayor enemigo que llevamos dentro: nosotros mismos.

Sí, es cierto. Todos los aragoneses llevamos un anarquista, un loco y un individualista acérrimo dentro de nosotros, cosa que no deja de ser una mala combinación en según que momentos. Por eso, entiéndanme, me encanta saltarme el protocolo, y por supuesto, me encanta que se lo salten los demás. Me da cierto subidón, lo reconozco, ver como se ponen nerviosos los encargadillos en la sombra de que nadie mueva una ceja si no está programada.

Pero este domingo sucedió algo que pareció abrir un claro entre esos nubarrones. Se desató pasión, sinceridad y espontaneidad a la hora de celebrar esos momentos, y provocaron que un acto protocolario y soso se convirtiese en una jornada para poder decir algún día a nuestros nietos: yo estuve allí.

Por eso, este fin de semana, cuando Motorland cogió finalmente el acento aragonés del que carecía; cuando logró liberarse de los mierdecillas que sujetan constantemente sus riendas porque jamás han creído en ellos mismos ni en nada; cuando por fin supo adoptar esa forma y el fondo anárquico indispensable; supimos todos que esto no será nunca una sucursal automovilística de nada ni de nadie, faltaría más. Ahora es capaz de volar libre.


1984 – 2009 (1-9-09)


Desde que Estados Unidos lo situó en el centro de aquello tan cinematográfico de ‘El eje del Mal’ junto a otros países como Irán o Iraq, las noticias sobre Corea del Norte han empezado a tener alguna trascendencia en España, donde, en términos generales, la información de carácter internacional siempre ha carecido de seguidores.

Si uno se pone a bucear en la Red en busca de información del régimen norcoreano, a cada clic del ratón se le ponen los pelos de punta. El país más aislado del mundo, el Gran Hermano de Orwell, la fábula stalinista del siglo XXI, o el reinado del terror son algunos de los titulares más socorridos a la hora de bautizar la situación en la que viven desde hace más de medio siglo 23 millones de personas en este pequeño rincón de Asía fronterizo con Rusia o China.

Sin creérnoslo todo, pero sabiendo que la realidad casi siempre es peor que la ficción, asusta que los temores que asaltaban nuestras mentes adolescentes cuando devorábamos ‘Archipiélago Gulag’, de Solzhenitsyn, o ‘Rebelión en la granja’ y ‘1984’, de Orwell, estén plenamente vigentes en el año 2009. Las pocas organizaciones humanitarias que tienen acceso al país calculan que a mediados de los noventa murieron de hambre -sí, de hambre- más de dos millones de personas tras el colapso sufrido por los satélites mantenidos por la URSS.

Campos de concentración, gulag, ejecuciones masivas, trabajos forzados, cartillas de racionamiento, centros de reeducación, y la obediencia suprema al ‘Querido Líder’ Kim Jong-Il son algunas de las pequeñeces diarias que cuentan los pocos norcoreanos que han conseguido evadirse de ese reinado del terror.

Como en las fábulas de Orwell, también Corea del Norte necesita de propagandistas y colaboradores que demuestren que todo eso son sólo invenciones norteamericanas que buscan extender el capitalismo en el mundo. En España, nuestro hombre se llama Alejandro Cao de Benós de Les y Pérez, catalán de Reus, por más señas. De ascendencia aristocrática, este iluminado tiene la misión de ‘vender’ las bondades del país tras renegar a los 16 años “del mundo egoísta y superficial en el que vivimos”.

Alejandrito, de paso, también organiza sus viajes a Corea del Norte para periodistas -a 6.000 euros la semana- gracias a su pseudo cargo de Delegado Especial Honorario. Aquellos que publican algo que no le gusta, no vuelven, claro, porque ya se sabe que algunos nunca han leído a Orwell ni su máxima: “si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír”, ni tampoco el prólogo de Solzhenitsyn en el que se disculpa “por no haberlo visto todo, por no recordar todo, y por no poder decirlo todo”.

Basura blanca (25-8-09)


El reciente anuncio ministerial sociata de repartir 420 euros al mes a los parados que se hayan quedado sin ayudas ha levantado una polvareda de críticas desde diferentes ámbitos sociales sin precedentes. Lo que viene a demostrar dos cosas de este país: la primera es que no conoce el concepto de término medio, algo que ya sabíamos; y la segunda es algo que también intuíamos: que seguimos pensando en pesetas.

Sin poner ni quitar barro al tema -allá cada ministro con sus genialidades-, y como el asunto de la crisis económica me temo que aquí desgraciadamente va a ir para largo, quisiera incidir en una cuestión que considero clave sobre quién terminará finalmente pagando todas estas rondas: la clase media.

En Estados Unidos, país que nos lleva décadas de adelanto en la mayoría de aspectos y retraso en otra buena parte, consiguieron hace años definir muy gráficamente el concepto y adoptaron ‘basura blanca’ como el término más apropiado al efecto. A saber: varón de raza blanca, escasamente con estudios medios, que realiza la mayoría de sus compras a crédito, que posee un empleo pobremente remunerado y que está condenado a una espiral de fracasos en su vida por la construcción social sin salida en la que vive. Se calcula que son más de 50 millones de estadounidenses y, contrariamente a lo que podría pensarse, no votan al Partido Demócrata, al que consideran elitista y pijo, sino al Partido Republicano de nuestro otrora amiguete George W. Bush.

Aunque en España la clase media se ha multiplicado exponencialmente en las últimas décadas, hay determinados indicadores de este concepto de ‘basura blanca’, constituida en todo un cañonazo a la línea de flotación del sueño americano, fácilmente trasladables a nuestra clase media; o sea, a la mayoría de nosotros. Sin los recursos intelectuales y los escondrijos financieros y fiscales de las clases altas, y sin poder excusarse como las clases bajas, es en las clases medias donde los gobiernos de cualquier tipo encuentran el filón cuando se hace necesario tirar de cartera.

Esta vez no va a ser distinto y me apuesto un billete de 40 euros con ZP a que en los próximos meses esta cuadrilla nos van a subir -todo muy argumentado, eso sí- el tabaco, el alcohol, la luz, el agua, los desagües, el gasóleo, los condones o lo que haga falta y van a poner a ‘trabajar’ a municipales y picoletos hasta conseguir recolectar el dulce néctar con el que dulcificar el amargor que genera una política económica sin sentido, fabricada diariamente a salto de mata entre los Hermanos Marx, la Señorita Pepis y Chiquito de la Calzada, pero asombrosamente constituida de nuevo en el Non Plus Ultra de toda Europa Occidental.

 
Generación H (18-8-09)


Como en botica, también en la política hay de todo, de eso estamos completamente seguros. Sin embargo, en los últimos años ha dado en brotar en España una nueva raza de servidores de lo público que los historiadores y sociólogos analizarán con sumo detenimiento en las próximas décadas. Si no, al tiempo.

La mayoría rondan entre los 25 y los 45 años -año arriba, año abajo- y vienen definidos por características claramente diferenciadas de sus antecesores en tan noble arte y oficio. Se trata de una nueva generación -llamémosla H- que un lustro atrás empezó a copar los sillones y entresijos del poder y que está decidida a permanecer en ellos las próximas décadas. Así que, sintiéndolo mucho, que Dios nos pille confesados. A todos.

La elección de la letra H no es en vano. Quizás en una sutil forma de asemejarse a la novena letra, junto a la K la más inútil de nuestro abecedario, las cualidades de estos integrantes se identifican plenamente con las funciones de la susodicha.

Una vez denominados, procedamos a identificarlos. Rara vez con estudios elevados, dominan sin embargo el arte de la lengua, el hablar sin decir nada, el efímero talento de las sandeces y triunfan sin esfuerzo en el quehacer cotidiano de los despropósitos. Incapaces de subsistir en cualquier empresa privada, encuentran en el ejercicio de la política su destete en la ubre de la vida. Bien apadrinados por gerifaltes locales, absorben desde niños los conceptos esenciales que guiarán sus carreras; a saber: subordinación absoluta al aparato del partido, imposibilidad de un pensamiento propio, incuestionabilidad de las órdenes dadas y odio enfermizo a todo lo que identifique al oponente.

Todas estas técnicas de adoctrinamiento les han servido a los militares durante siglos para malear a la tropa y reclutar carne de cañón cuando se organizaba cualquier ensalada de tiros, pero desconocíamos hasta ahora los resultados que podrían dar de aplicarse a la política. Así, el dulce fruto de años de esforzado aprendizaje podemos tragádnoslo a diario en las decenas de informativos locales, regionales o nacionales de este puñetero país cuando los periodistas enfrentamos nuestros micrófonos y el espejo de la opinión pública a esta gavilla de anormales y chusma analfabeta que medra en cualquier portavocía, concejalía, alcaldía, consejería y demás pastizales públicos donde lleva enseñoreada lustros la desvergüenza.


El reportaje (11-8-09)


Si de algo puede estar orgullosa TVE, además de haberse convertido en el mayor sumidero de dinero de toda España, es el de conservar aún un buen puñado de programas convertidos en la esencia del origen para el que fue creada: informar. Por eso, el hecho de que no echemos abajo sus cimientos y quememos cualquier resquicio de lo que es, demuestra que seguimos siendo un país piadoso y pacífico, no como los cabrones de los franceses.

En fin, a lo que íbamos, que me pierdo en los laureles. Uno de esos últimos programas es Informe Semanal y el pasado fin de semana ofreció tres de los mejores reportajes que he visto últimamente. No recuerdo sus títulos, pero sí que hablaban del aniversario del conflicto de Osetia; de los efectos de la desecación de las Tablas de Daimiel; y del desalojo de la Cañada Real.

Este último en concreto recuperó el aroma y fue un buen ejemplo de cómo se construye la herramienta reina de este oficio de contar historias que es el periodismo.

Pese a que tuvo varios retazos de artificialidad y basculaba parcialmente, el reportaje desgranó todas las facetas de ese conflicto humano y social que se vive a diario en las afueras de Madrid. Ya saben, desde hace más de cuarenta años se han ido construyendo viviendas en terrenos públicos de una cañada real, tierras que desde la Edad Media han estado consideradas de inviolables a perpetuidad.

El tema es muy espinoso porque ejemplos como el madrileño hay desparramados cientos por España, aunque ninguno de sus dimensiones y, porque de producirse, el desalojo constituiría la migración de personas más importante de Europa Occidental desde la Segunda Guerra Mundial: alrededor de 50.000 personas, más que cualquier ciudad aragonesa a excepción de Zaragoza, tendrían que desaparecer de ahí y desparramarse por las diferentes ciudades dormitorio de Madrid.

Como se podrán imaginar, entre los personajes que surgieron en el reportaje había de todo un poco y en él pululaban los gitanos, los yonkies, las prostitutas, los inmigrantes y los simples ciudadanos que habían encontrado allí el único refugio que les ofrecía la especulación. Y así, mientras una gitana vieja y curtida enseñaba su enorme casa o un cura rojo y barbudo predicaba piedad, unos niños lloraban cuando su madre los lavaba con agua fría en un grifo callejero, convirtiendo esa imagen en la metáfora perfecta de que la Cañada Real no sólo será una limpieza urbanística de primer orden, sino también el espejo dónde al mirarnos en los próximos meses lloraran nuestras miserias hasta hacernos aflorar las entrañas más infectas de este país.

 
Gibraltar (4-8-09)


Resulta relativamente sencillo, para muchas personas que poseen amor propio, que cada vez que surjan en las noticias el tema de Gibraltar, aparezca al mismo tiempo un cierto ardor en el estómago parecido a una úlcera molesta y correosa. Estas molestias a algunos se les van convirtiendo en simple mala virgen a medida que oyes hablar a los gibraltareños, con esa mezcla de andaluz e inglés mal hablado, contestar que se consideran "llanitos" y que aquello es territorio aparte.

"Nozotroz zomoz británicoz, zabe uztez, aquí Ezpaña no tiene na que hazé", comentaba el otro día un gibraltareño cuando un periodista le preguntaba por la visita del ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos. Después de ver eso y de descojonarte ante la pantalla, lo único que te queda por hacer es resignarte, ponerte un whiskey largo, riéndote del país en que te ha tocado vivir. A los españoles no deberían dar un premio simplemente por aguantar cada día a nuestros políticos y sus sandeces.

Ese nido de piratas, que desde 1705 ha supuesto la bajada de pantalones permanente de España, es el grano en el culo que todo país lleva en su seno; qué le vamos a hacer. España, esa chacha en el contexto internacional que desde hace tres siglos se deja meter mano por todos, es así.

Estuve en Gibraltar el verano pasado y me pareció un sitio al que no merecía la pena volver. Aparte de los macacos de las montañas, que huelen que apestan, y de sus cuevas, que son preciosas, el resto de la roca no merece otra visita que darte el simple placer de mearte en la fachada de su ayuntamiento o comprar algo de tabaco. Aquello se ha convertido en una atracción de feria que ha sido tomada por las tiendas de los hindúes vendiendo su mercancía.

Santiago Segura, que aparte de ser un tío muy inteligente sabe cómo somos en este país y dónde tiene sus heridas, lo dejó bastante claro en uno de sus Torrentes cuando nuestro policía facha, corrupto y del Atleti volaba con un misil el peñón y aliviaba la vejiga de los sueños de muchas personas decentes.


Tierra quemada (28-7-09)


Nada como un buen fuego para poner a cada uno en su sitio. Estos días los hemos comprobado a base de bien, dejando a más de alguno ennegrecido. A efectos periodísticos, un incendio es lo más similar, junto con un atentado terrorista, a una situación de guerra. La información rebosa y llega de forma cruzada. Como en las guerras, la primera víctima son los árboles, pero la segunda es la verdad. Todo el mundo intenta arrimar el ascua a su sardina. Los gabinetes de comunicación se desbordan y la cosa se descontrola. En esos instantes, no hay nada más peligroso que un periodista con ganas de saltarse los controles a la torera y de hacer de su capa un sayo.

Este viernes lo pude comprobar. Resuelto a llegar donde estaba el tomate y con la carretera de Ejulve cortada, decido irme por la carretera de Castellote y de ahí por Bordón hasta Tronchón, donde el alcalde ha echado un bando y ha formado una cuadrilla de jóvenes armados con horcas y azadas. Me uno a los reclutas y les sigo por carreteras que no deberían llevar ese nombre. Tras un buen trecho llegamos, tras pasar Villarluengo, al cruce de Montoro de Mezquita que los picoletos tienen cortado y que ha sido evacuado. La cuadrilla se queda allí y decido seguir avanzando por la carretera. Un manto de ceniza cubre los pinares y su aspecto raquítico antecede a la desolación. A cada curva, masías deshabitadas pero todavía humeantes muestran un paisaje dantesco. Hay zonas donde el fuego ha pasado tan rápido que ni siquiera se han quemado los rastrojos de paja.

A la vuelta, con la patrulla de la Guardia Civil desaparecida, me salto un control y entro en Montoro. No hay nadie en sus calles. Tan sólo un perro deambula por allí convirtiéndose en su guardián temporal. Subo por una pista forestal para ver de cerca el fuego todavía activo. No avanza apenas. Es inaccesible y tan sólo los helicópteros pueden llegar allí y arrojar agua para controlarlo. Me fumo un cigarro mientras varios bomberos dormitan a la sombra de unas sabinas. En ese instante, me siento impotente por vivir en ‘terra incógnita’ entre Madrid y Cataluña que ya no merecerá siquiera un titular mañana.


La prensa local (21-07-09)


Algunas veces hemos analizado en estas líneas el papel de la prensa local. Hoy vamos a volver a hacerlo. Normalmente, la gente no está acostumbrada a hablar con periodistas. La mayoría desconoce cómo funciona el tinglado de los medios de comunicación y tan sólo recibe la información como le viene dada cada día, sin prestar demasiada atención a cómo se fabrica. Frente a un pavo con un micro o una libreta que hace preguntas se dan fundamentalmente dos posturas que ha ido adoptando la peña: el evidente desprecio (este cada día se va haciendo más evidente gracias a las zorras que se hacen pasar por periodistas en la prensa rosa y gracias también a nuestra propia culpa, por consentirlo); o el temblor más absoluto, como si tuviesen delante al mismo Satanás (esto suele pasar con la mayoría de políticos, que se saben vigilados). La prensa local tiene sus propias características y así pasamos del colegueo a la indeferencia generalizada de lo que se conoce demasiado.

Un simple ejemplo: hace unos días llamó un señor por teléfono a la redacción indignadísimo porque habíamos tomado una fotografía en la calle de un suceso sin su consentimiento. Dijo que nos iba a denunciar por todo aquello del derecho a su propia imagen y demás cuestiones que ahora cualquier mierdecilla esgrime como si fuese la Pantoja. No lo acabo de pillar, al pavo que le sisó la cartera no lo denuncia, pero a nosotros sí. Ahí lo tienes -me dije- culpando al mensajero, como siempre vamos. Qué le vamos a hacer, es lo que tiene esto, aquí nadie llama para felicitarte por tal o cual reportaje, pero si te confundes en una vocal del apellido del alcalde de turno o sacas cortado al niño de no sé quién se monta la de Dios. Como si esto fuera The New York Times y no un periódico comarcal.

Verán, si no hiciésemos lo que hacemos y no tomáramos las fotografías que consideramos convenientes, esto sería un panfleto infumable donde en todas las páginas saldrían sólo los alcaldes mirando al objetivo con cara de idiotas mientras cortan la cinta, como salen en otros periódicos, por cierto. Les cuento todo esto porque nosotros vamos a seguir a lo nuestro, faltaría más. Todas las semanas cometemos decenas de errores a pesar de que revisamos las páginas una docena de veces. Esos mismos errores volverán a salir. Y es que algunos no acaban de comprender el lujo que supone que en una zona rural como ésta coexistan y salgan todos los días a la calle dos televisiones, cuatro radios, dos periódicos gratuitos y dos de pago que, simplemente, intentan recoger cada uno a su manera, el acontecer diario de un puñado de personas y de pueblos, muchos de los cuales, estarían abandonados de la mano de Dios sin poder siquiera ser percibidos.


Supervivientes (14-07-09)


Seguramente habrán visto algunos de los capítulos de ‘El último superviviente’, la serie que lleva emitiendo Cuatro desde hace un par de meses los fines de semana a la hora de la comida, cosa que no todo el mundo agradece, la verdad. Personalmente, a mí me encanta la serie y soy de los que piensan que Bear Grylls, su presentador, es uno de los tíos más geniales que ha parido la caja tonta en los últimos años, al tiempo que uno de que mejor puestos los tiene del mundo.

Entiendo que a mucha gente no le agrade ver cómo Grylls se bebe su propia orina o cómo se come una serpiente cruda para desayunar, pero hay que reconocer el mérito de saber trasladarlo a la pantalla de forma justificada. De hecho, el formato de la serie ha conquistado a los telespectadores de medio mundo por su originalidad, espectacularidad y el carisma del presentador, volviendo a poner otra vez de moda el interés por las técnicas de supervivencia entre el gran público.

Todos los capítulos arrancan de una misma situación, lanzando desde un helicóptero al protagonista en una región inhóspita del planeta y teniendo una semana para salir de ella con vida. Desde los desiertos más mortíferos y calurosos hasta las selvas más lluviosas y peligrosas del mundo, Grylls sólo tiene la fuerza de su ingenio y un cuchillo para salir de allí con vida y encontrar el camino de vuelta a casa. Deberá alimentarse de lo que encuentre y conseguir agua mientras avance en su recorrido.

Como no podía ser de otro modo en estos tiempos, la serie también ha empezado a recibir sus críticas desde diferentes estamentos: ecologistas de salón que han visto a Grylls como el mayor depredador de seres vivos desde la aparición del hombre sobre la tierra; feminatas indignadísimas por su apología de macho en la pantalla; asociaciones de defensa de los negros porque sea un blanco el que salga indemne de las situaciones; o aventureros y rambos de andar por casa criticando el equipo de cámaras que acompaña al protagonista durante las grabaciones.

No sé, pero tal y como está el panorama televisivo todas estas críticas se puedan pasar por alto y disfrutar sin más de la televisión, de la que nunca hay que creérselo todo. Sin ir más lejos, un buen ejemplo de todo lo que intenta trasladarnos Grylls lo vivimos en Aragón cuando la Guardia Civil rescató con vida a la montañera francesa de 62 años Therese Bourdais tras aguantar once días perdida en un barranco del Pirineo aragonés. Sin proponérselo, la gala nos demostró que la seguridad en que vivimos todos los días no es tan real y que el instinto de supervivencia de cada uno de nosotros sigue siendo la fuerza más colosal del mundo.


Hemingway (7-07-09)


El dos de julio de mil novecientos sesenta y uno, cinco días antes de San Fermín, Ernest Hemingway se levantó decidido a morir. Y lo hizo. Atravesaba una profunda depresión que ya duraba dos años de la que le era imposible salir. Hacía tiempo que ya no era el mismo. Él lo sabía y mucha gente que lo conocía también, pero lo que no estaba dispuesto era a que el resto del mundo también lo supiese. Tras calentarse el gaznate con una botella de ron viejo de la que obtuvo los arrestos suficientes, Hemingway cogió la pesada escopeta de cazador y la sostuvo; probó el sabor de su frío caño y cerrando poco a poco los ojos observó como su dedo se deslizaba suavemente por el gatillo. Entonces sonó un disparo seco, y a partir de ahí todo se volvió negro.

Atrás quedaban las tardes de gloria y los viajes; la vida con mayúsculas, la bebida y las mujeres. Desde que a los veinte años juró que nadie le iba a contar cómo eran las cosas y salió de los Estados Unidos con un atillo rumbo a destetarse en París, habían pasado casi cinco décadas. Cincuenta años del siglo XX en los que creó y afianzó el personaje que le acompañaría durante la posteridad tras su muerte. El del hombre con mayúsculas. El misógino, homófobo, luchador, pescador y cazador. El mujeriego; el gran bebedor. El hombre que lo había visto todo con sus propios ojos. El que dejaba atrás habitaciones de hotel, hijos y mujeres para lanzarse a la aventura tras un reportaje o las nuevas guerras que nunca faltaban por aquellos años.

Me acordé de Hemingway y de mi querida Pamplona este fin de semana al volver a ver ‘Casablanca’, que es una de las mejores cosas que se pueden hacer en las sofocantes noches de julio. En uno de sus momentos más memorables unos nazis le preguntan a Rick cuál es su nacionalidad. Bogart, sin inmutarse, contesta con ese labio casi paralítico pero magistral: “Soy borracho”. En los Sanfermines, que el viejo Ernest ayudó a convertir en la fiesta más grande del mundo, se escuchan estos días muchos idiomas, pero sólo existe esa nacionalidad. Desde hace décadas es la Meca adonde acuden generaciones enteras de jóvenes españoles y anglosajones a iniciarse. La mayoría de ellos jamás han leído ni leerán una sola página del escritor norteamericano, pero saben que en una pequeña ciudad del norte de España, una ciudad de provincias anodina el resto del año, arranca para casi todos el primer escalón de su carrera hacia la vida adulta.



Radio Perestroika (30-06-09)


Existe una tendencia muy extendida en la política española de meterse siempre en camisas de once varas. El último ejemplo lo tenemos en Alcañiz, donde el Ayuntamiento está decidido a poner en marcha una radio municipal. Ahora que Televisión Española va a dejar de hacer la competencia -con dinero público- al resto de televisiones privadas y va a eliminar la publicidad, aquí nos inventamos la pólvora y nos sacamos de la chistera una nueva ñapa por donde dejar que se esfumen los dineros del erario público.

El proyecto, que no es nada nuevo ya que arranca desde principios de los noventa, ha empezado a recibir las críticas de los distintos grupos políticos, que empiezan a definir por donde pueden ir los tiros del nuevo instrumento. Desde la derecha, eso sí, con la boca pequeña, como casi siempre, han empezado a alertar del cariz que podría tomar el asunto de colocar a un funcionario público al frente de un medio informativo para la ciudad. “La voz de la alcaldía”, ha venido a definirla el portavoz del PAR. Desde el PP también ven en la distancia la jugada y a pesar de ser contrarios a poner dineros para hacer funcionar el tenderete no les importaría que en un futuro la herramienta estuviese disponible, para uso propio claro.

Desde la izquierda, que tras el pacto, parto y demás partes que vivimos por San Valentín parece tener un solo portavoz, han venido a justificar -como no- la nueva radio como una imperiosa necesidad para todos. “A llenar un hueco no cubierto en las ondas”, dicen. Consideran que la publicidad puede rentabilizar la inversión y autofinanciarse. No se lo creen ni ellos; sería la primera empresa pública en la historia en hacerlo. Ya estoy viendo hacer cola a los empresarios locales para contratar las tarifas.

Con el sectarismo que siempre le ha caracterizado, ese que le impide ver más allá de sus propias narices esgrimiendo siempre el “o conmigo o contra mí”, no les importa -disparando claro está con pólvora del rey- crear un nuevo sumidero de gasto si con ello se consigue mitigar las críticas a la acción de gobierno que lleva innato todo cargo. Como parece que la cosa va para adelante sin vuelta atrás -ya saben: de victoria en victoria hasta la derrota final-, desde aquí vamos a desearles grandes éxitos en las ondas a los nuevos pinchadiscos DJ. Lacueva y DJ. Pascual y a iniciar una colecta con la que comprar unos cedes para las pausas musicales. También queremos proponer un concurso para bautizar a la nueva radio. Ahí van unas ideas: Radio Melocotón, Onda Oliva, Cadena Membrillo o Antena Gulag, que tantas olas de libertad de expresión llevó a la URSS hace décadas o siguen ofreciendo actualmente en Venezuela, Cuba o Corea del Norte.


La administración (23-06-09)


Soy de los que piensan que en el futuro seremos menos libres. A los hechos me remito. Nuestros amigos del gobierno tienen cada vez más datos de nosotros y la información es una de las cosas más valiosas en nuestro tiempo. Y una de las más caras. Poseen nuestros informes médicos, nuestras nóminas, nuestros seguros, estados civiles, cuentas bancarias... Saben si nos han puesto una multa, si tenemos antecedentes penales y, si mi apuran nuestras relaciones personales. A través de los correos electrónicos y las redes sociales, donde se almacena nuestra información más íntima, saben lo que pensamos de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Saben quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos. Si es usted tan insensato de pagar todo con tarjeta de crédito, saben cuánto se gasta en comida, qué ropa compra, qué libros le gusta leer y hasta cuál es el papel higiénico que gasta. En las administraciones, aunque ellas lo nieguen, hay informes completos de todos y cada uno de nosotros desde el día que nacemos. La administración, como ya predijo Orwell en ‘1984’ “se interesa por nosotros”.

Ya ven, le gusta saber cómo somos, que comemos, con quien estamos, qué sabemos, y por supuesto qué pensamos. Ven en todos y cada uno de nosotros dos cosas: un enemigo potencial y una fuente de suministro económico constante. Que levante la mano aquél a quien no le hayan puesto una multa o haya tenido una infracción de cualquier tipo. Ahora, han puesto anuncios para pagar incluso las multas de tráfico a través de Internet. Para facilitar los trámites dicen. “Introduzca usted su número de tarjeta de crédito”, anuncian los cabrones. Como comprenderán, les deseo mucho éxito en su iniciativa.

Ahora que saben qué pienso de nuestra administración me imagino que habré sumado algunos puntos más en mi informe personal. Me imagino allí al chupatintas de turno viendo como llega el nivel a “díscolo”, “disconforme”, “outsider”, “potencialmente peligroso” o directamente “eliminar a la menor ocasión”. Es muy alentador y dice mucho del país en que vivimos saber cómo se financia todo el tinglado que tenemos montado; donde el sombrajo político cada vez es más tupido y la sombra que ofrece más oscura.

Todas estas cosas las venía pensando hace ya tiempo pero me han venido esta semana a la cabeza cuando nuestros coleguis del gobierno han subido los carburantes y de paso el tabaco. “Por su salud”, dicen, como si no fuésemos lo suficientemente adultos para beber o fumar lo que nos de la real gana sin que el gobierno nos de más por el saco. Resulta muy clarificadora ahora esta subida porque dice mucho del gobierno y de lo poco que le importa apretar y dar otra vuelta más de tuerca a la gente en momentos como éste; de exprimir tanto la naranja hasta la última gota que al final en vez de ofrecer zumo sólo alcance a dar amargor.


El hombre tranquilo (16-06-09)


Cuando en el verano de 1952 John Ford se tomó un descanso, cogió de la mano a sus amigos del cine y regresó a su verde Irlanda para filmar ‘El hombre tranquilo’ no se imaginaba que la película se convertiría al instante en una de las favoritas de todos los tiempos para los aficionados al cine y a las historias románticas. Si existe el paraíso en la tierra, muchos pensamos que rondará cerca de la escondida aldea de Inisfree, donde la gente ríe y canta e invita a pintas de cerveza negra en las numerosas tabernas que salpican sus callejuelas; donde los ríos son limpios, las peleas acaban en borrachera y los curas pescan salmones mientras maldicen a los peces.

Todos los mitos de Irlanda y los irlandeses quedaron plasmados de forma genial por Ford en esta cinta que resucita el ánimo por exprimir la vida y disfrutar y admirar la enorme maestría del mejor director de cine de la historia. Es difícil expresar de forma más sencilla y admirable un mundo y unos personajes legendarios. Nunca Maureen O’ Hara tuvo el pelo más rojo y brillante ni John Wayne estuvo más soberbio y comedido.

Cuando se estrenó la película, Ford alzó su cuarto Oscar y se convirtió en el tuerto más grande de la historia. En Irlanda la cinta fue acusada de pintar los estereotipos más rancios de su paisaje humano, sin darse cuenta que son esas mismas identidades las que han hecho grande a la isla y que cuando uno escucha las gaitas irlandesas en cualquier parte de mundo tenga una legión de seguidores que añoran su tierra natal. Clint Eastvood, uno de los pocos que han podido acercarse a Ford en esto del cine, lo supo muy bien cuando convirtió en irlandesa a la boxeadora desarraigada de ‘Million Dollar Baby’ mientras permanecía subida en el ring. Otro grande, Morgan Freeman, explicó todo esto en una sola frase: “Siempre hay irlandeses por todo el mundo o gente que le gustaría serlo”.

Me acordé de Irlanda, de ‘El hombre tranquilo’ y de John Ford este fin de semana cuando regresaba de Castellote, donde han celebrado una feria ganadera a la que les recomiendo acudir. Al caer la tarde del sábado hubo un campeonato de forzudos en la plaza de toros donde se arrastraron camiones y se levantaron piedras de más de cien kilos. Durante una de las pruebas, un mocetón de 1,90 de altura y más de cien kilos lloró sobre el hombro de un compañero al no poder alzar un coche. Me recordó la sencilla brutalidad con que se puede disfrutar de la vida. Felicidades por tu cumpleaños, mamá.


Kung Fu (8-06-09)


Llevamos unas semanas en las cuales se nos están muriendo todos los mitos. Primero fue Antonio Vega, el gran poeta de la movida autodestructivo pero genial, el que se nos marchó carcomido por todos sus vicios y demonios interiores. Hace unos días, también David Carradine apareció muerto en una habitación de un hotel tailandés en circunstancias en las que casi es mejor no entrar.

El diario sensacionalista ‘Thai Rath’ publicó unas fotografías de lo que parece ser el cuerpo del actor que lo muestran realizando algún tipo de juego sexual que se le fue de las manos. También del pobre Antonio Vega determinadas televisiones quisieron hacer carnaza mostrándole demacrado en sus últimos años en los que aparecía con un aspecto físico terrible con la muerte rondándole muy de cerca.

No sé que es, pero hay algo en la muerte que sigue fascinando a nuestra sociedad. Consigue sacar lo más miserable de nosotros mismos y que nos manchemos mientras nos arrojamos a la cara el barro putrefacto y pastoso de las desgracias. Personalmente, prefiero recordarles a los dos en sus días felices. A Vega empuñando su guitarra y entonando ‘El sitio de mi recreo’ o ‘Lucha de gigantes’, y a Carradine andando descalzo por los lejanos caminos polvorientos del Oeste americano con pétalos en sus bolsillos vacíos de vagabundo.

Aunque no se conocían, yo creo que ambos tenían mucho en común. Si aquella serie causó sensación a mediados de los setenta y dejó una legión de seguidores de las filosofías orientales y las artes marciales, Antonio Vega también fue un referente para muchas personas, que veían en sus ojos tristes y su voz rota la mejor muestra de los demonios interiores que esconde nuestra soledad.

Antonio Vega y David Carradine vagaron siempre solos en la vida, andando descalzos por los renglones torcidos que dibujan las sendas de los años. Ambos vivieron mucho, pero no creo que jamás hallasen lo que buscaban; simplemente eran buscadores eternos de uno mismo, porque nunca supieron quienes eran. Todo esto lo explicó mucho mejor y de forma más sencilla el Maestro Po en uno de aquellos magníficos episodios de ‘Kung Fu’ cuando le daba una lección a Kwai Chang Caine valiéndose de Confucio: “Mi Pequeño Saltamontes, ¿me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir”.


El silencio (2-06-09)


Estando como estamos en plena campaña electoral asistimos impávidos cada día a través de los medios de comunicación a nuestra ración diaria mitinera en la que cada cual lanza sus mejores pullas. Estos días hay muy buenos ejemplos en los telediarios de cuán soez puede llegar a ser la política española. También desde los medios de comunicación empezamos a observar la gresca en la que caemos, aposta o no, los propios mensajeros. Digo todo esto pensando en las líneas de hace siete días en este mismo espacio y las derivaciones que han podido tener.

Si es cierto aquello de que ser es ser percibido, los periodistas somos lo que decimos o escribimos. Les cuento todo esto porque hoy, intentando volver a la senda de anteriores semanas, no quiero que se lleven una impresión de que aquí vale todo. En aquella columna, de la que no quiero disculparme porque creo que ya lo hice antes de escribirla, estaba escrito lo que quise decir. Lo asumo. Los periodistas, como les decía antes, somos las palabras que arrojamos, pero también lo que callamos. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Así que, por mí, prefería entrar en otros temas que considero más interesantes. Pero estoy viendo que me estoy quedando sin espacio antes de empezar, así que, para no distraer más la atención y malgastar palabras, hablaré del silencio, del que se han escrito auténticas filosofías existenciales y de los que tenemos muy buenos ejemplos en esta tierra a diario.

Uno de los libros sobre el tema que más me gustan se titula ‘El arte del silencio’ y es un pequeño manual que escribió el abate Joseph Antoine Toussaint Dinouart en el siglo XVIII. Dinouart, al que le tengo un especial aprecio pese a ser francés porque además de escribir como los ángeles fue excomulgado, dejó escrito para la posteridad algunas perlas sobre este difícil arte: “Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio” o esta otra: “El silencio siempre precede al escrito y es el instante de la reflexión; no se puede escribir sin antes estar en silencio” o ésta: “Escribir es entregarse a los demás, dejar de pertenecerse a sí mismo, desnudar los sentimientos y las intenciones”.

Escribo todo esto valiéndome del pobre abate Dinouart porque, aunque quizá pude estar callado, no lo hice; y aunque bien pude escribirlo de otra forma, no quise hacerlo. Y porque una de las grandes reglas y valores de una democracia no es leer o escribirlo todo, sino tener la posibilidad de hacerlo.


El imbécil (26-05-09)


Normalmente ya saben que aquí mantenemos las formas. Les aviso de todo esto porque hoy la columna va a cojear de otra pata y estilo, así que no quiero que se me asusten a partir del segundo párrafo. Si lo prefieren, dejen de leer y nos veremos la próxima semana con algo -espero- más interesante.

Vamos a ver, tontodelculo, si supieses como me ha estado sangrando el colmillo el fin de semana esperando este momento no nos hubieras insultado a todos los periodistas que estábamos allí cubriendo la recreación de la Batalla de Alcañiz. En su momento no te dijimos nada porque tenemos más educación que tú, no era cuestión de ir llamando la atención y la gente estaba a lo suyo; pero ahora, coleguita, después de las habituales horas de sosiego que nunca respeto, te van a caer las del pulpo, para que veas que las cosillas esas del respeto y lo de poner la otra mejilla me las paso por el forro.

No sé si serás de Alcañiz ni me importa. Tu, analfabeto funcional, puedes ser de cualquier lado, porque seguramente te parirían en marcha. Así saliste. De las más de mil personas que disfrutaban este domingo en la ribera del Guadalupe del espectáculo, el único que protestabas eras tú, no sé si eso te dirá algo, inútil. El resto de la peña se sentó donde pudo y dejó hacer a los cientos de voluntarios que llevaban meses organizando esto por la cara para que subnormales como tú tengan algo que hacer los domingos.

Te escribo todo esto porque no sé que tienen estas cosas que siempre hay tontos del culo como tú que consiguen aguar la fiesta al más pintado. No debería explicarlo porque me da lo mismo, pero igual te vas enterando para la próxima vez. Resulta que cuando se organizan estas cosas, no se hacen sólo para que mientras tú comas pipas tu pava se esté rascando el chichi como estabais este domingo; se organizan para que cientos de personas puedan disfrutar del evento, y las que no puedan acudir, como por ejemplo tu madre, que bastante tiene con aguantarte, puedan enterarse luego de lo que pasó por la tele o leyendo un periódico.

Es por eso por lo que los pavos que estábamos allí, como Ángel, del Diario de Teruel; Alberto, del Canal Bajo Aragón, o los de La COMARCA, necesitamos estar cerca de donde pasan las cosas; para sacar unas cosillas que se llaman fotografías y unas imágenes que luego se ven por la televisión. ¿Me captas? Igual voy un poco aprisa para ti. Por eso, tontodelculo, aunque intentamos pasar desapercibidos y no llamar la atención, tenemos que andar inevitablemente por allí. Te cuento todo esto porque, aunque no sé como te llamas ni mi importa y seguramente no leerás esto, igual te apetece denunciarme a la Asociación de la Prensa de Aragón, de la que soy socio, por chulo (que ya nos dijiste que teníamos mucha jeta), por racista o por lenguaje malsonante. Elige.


Águila Roja (19-05-09)


Esta semana acaba la serie ‘Águila Roja’ que viene emitiendo TVE desde comienzos de año. Tras un éxito de audiencia millonario que ni los propios directivos de la televisión pública acaban de creerse, la serie se despide hasta el otoño mientras ya se están grabando una nueva tanda de capítulos para la segunda temporada.

Ambientada en el fascinante siglo XVII español, que parió a figuras como Velázquez, Lope de Vega, Cervantes, Quevedo o Baltasar Gracián, la serie ha conseguido volver a poner de moda en España a los héroes de capa y espada y a que la gente aprenda algo de su propia historia mientras nos quedamos atontados frente al televisor.

Quizá los guiones sean algo ingenuos y algunos personajes estén forzados; quizá fuese demasiado que un simple maestro de escuela viniese convertido en un experto ninja cuando tan sólo el navarro San Francisco Javier y cuatro locos monjes se atrevían por aquel entonces a entrar en el oculto Japón, pero precisamente para eso están las historias de aventuras y los viejos relatos, para hacernos volar la imaginación y abstraernos de la realidad. Ha sido siempre así, ‘Águila Roja’ ha tenido el acierto -aparte de poner de cuñada a Margarita- de seguir la línea de míticas series televisivas como El conde de Montecristo o el Fugitivo en las que la lucha por una venganza final sostienen su propia estructura.

En esto de los héroes, Gracián, al que siempre hay que volver porque en él reside prácticamente todo, ya dejó escrito un bosquejo de cualidades a las que todo hombre debía aspirar para convertirse en uno. Con su prosa alambicada y sutil, el sabio aragonés echó mano en el prólogo de su primer libro de los grandes y plasmó todo lo que ya había leído: “Formáronle prudente Séneca; sagaz, Ésopo; belicoso, Homero; Aristóteles, filósofo; Tácito, político; y cortesano, el Conde. Yo, copiando algunos primores de tan grandes maestros, intento bosquejarle héroe y universalmente prodigio. Para esto forjé este espejo, manual de cristales ajenos y de yerros míos. Tal vez te lisonjeará y te avisará, tal vez en él verás o lo que ya eres o lo que deberías ser (...)”.

Como para no seguir leyendo a Gracián. Puede que ‘Águila Roja’ sea un héroe menos literario, puede que tampoco sea una gran serie y que se note mucho el cartón piedra, pero sólo por poder disfrutar del devenir de un amor prohibido y por despertar en todos nosotros la curiosidad por la historia de este país de genios y demonios merece seguir convocándonos todos los jueves por la noche frente al televisor.


La vieja gabarra (12-05-09)


Desde hace unos días, contamos con el primer lehendakari no nacionalista en siete décadas. Aunque sólo sea por razones higiénicas en el cenagal político, uno se alegra. Para ello, han tenido que dejarse de dar hostias PSOE y PP durante un tiempo y actuar con algo de responsabilidad.

Hace unos años, cuando yo vivía por allí, triunfaba en ETB2 un programa fantástico de humor que se llamaba ‘Vaya semanita’. El espacio era líder de audiencia y por las mañanas toda la gente comentaba en los corrillos éste y el otro sketch y lo buenos que eran los actores. Los guionistas se metían con todo bicho viviente y no había resquicio de la sociedad vasca y de sus mitos y miserias que quedase a salvo; nadie era intocable: el nacionalismo, la política, España, la historia, la iglesia, la comida, Arzalluz, el Athletic, La Real, y por supuesto, el sexo.

Por aquel entonces -y creo que ahora seguirá siendo igual- había una teoría muy extendida con su punto de realidad que decía que todos los problemas que asolaban las tierras vascas venían derivados de una sola cuestión: que allí se follaba poco; que los encuentros carnales estaban limitados a la noche en que ganaba el partido el Athletic o la Real y que el resto de días las vizcaínas y las guiputxis se quedaban con las ganas. Como se podrán imaginar, con los leones luchando cada año por eludir el descenso y La Real en segunda división aquello no pintaba nada bien y todos los lunes se escuchaban por las redacciones los comentarios de los viejos periodistas añorando los tiempos de Telmo Zarraonandía y sus golazos -ya saben lo que decían nuestros abuelos: la mejor cabeza de Europa después de la de Churchill-.

‘Vaya semanita’ alegró mucho las noches de quienes por entonces vivíamos allí. Luego desapareció y los actores se desperdigaron por el resto de televisiones por donde ahora cada uno triunfa por su cuenta. Mañana el Athletic tendrá la oportunidad de quitarle el tarquín a la gabarra y de montar una buena se gana al Barcelona la final de la Copa del Rey. La Real puede que también suba a primera. Y Patxi, de aportar algo de luz a la enfangada política de aquellas tierras. Me alegro sinceramente por esta conjunción, pero ninguno lo tendrá nada fácil. López se enfrentará a un sistema en el que miles de personas llevan abrevando décadas; un régimen sectario y clientelar de funcionarios, empresarios, comisarios políticos y demás prendas que ha pasado de generación en generación desde que Franco era cabo. Pasa lo mismo en los ministerios, diputaciones, comarcas y demás abrevaderos políticos de Madrid, Barcelona, Zaragoza o Lepe, no se vayan a pensar.

En el perro mundo de la pelotica, a la Real Sociedad y al Athletic también les queda lo suyo por delante, pero por todos los amigos -y amigas- que allí dejé, cada día rezo por que este año la vieja gabarra aguante y salga de nuevo a surcar las limpias aguas de la ría de Bilbao; que esa noche corra por las barras el kalimotxo y el whisky y que, aunque sólo sea por una noche, las desatendidas vascas reciban su ración de cariño y pasión que tantos años llevan añorando.


Voluntarios (5-05-09)


Este fin de semana tuve ocasión de acercarme al Calvario de Torrecilla de Alcañiz donde se les entregó un merecido reconocimiento a los tres hombres (no les gusta que les llame ancianos) que han trabajado de forma voluntaria en este monte a lo largo de los últimos diez años. Carmelo Foz, Víctor Velilla y Antonio Beguer, con 76, 74 y 69 primaveras respectivamente, han seguido los pasos de su paisano Don José Pardo Sastrón, plantando, abonando, regando y limpiando un lugar que tienen como un pincel. El trío, junto a ‘Canela’ la perrita inseparable de Beguer, han embellecido durante una década este recoleto rincón bajoaragonés sin que nadie les obligase a nada.

Los conocí hace más de un año, cuando el alcalde me contó su historia. Fui a los pocos días y estuve con ellos durante media mañana. Este viernes los volvía a ver. Carmelo seguía tan sordo como siempre; Víctor estaba más flaco y había dejado de fumar seguramente obligado por el médico, pero tenía la misma cara de pícaro de siempre; y Antonio era ahora quien llevaba la voz cantante del grupo. Tras los discursos, les entregaron unas placas preciosas y al final, Antonio les dirigió unas sencillas palabras a los cientos de torrecillanos que le rodeaban: “sólo espero que disfrutéis de este lugar tanto como nosotros hemos disfrutado trabajando”. Nada más sencillo ni más profundo y una pequeña muestra de lo que supone el trabajo voluntario de quien no esperaba nada a cambio.

Si es cierto aquello que recordó José María Pascual Burgués minutos antes del homenaje de que hay tres formas de no morir: tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro, tres acciones que explican cómo trascendemos en nuestras vidas y de la semilla que dejamos cuando el tiempo nos entierra, este fin de semana tuvo lugar una de estas condiciones cósmicas, planetarias o como se llamen que consiguen repetirse muy de vez en cuando y que le hacen volver a confiar a uno en el ser humano: se reconoce en Aragón a gente de la tierra; se desempolvan y se vuelven a leer los viejos diarios del farmacéutico bajoaragonés enterrados en el olvido; y, lo mejor de todo y más trascendente, una buena amiga va a tener un hijo. Un hijo que quizá algún día pueda correr y jugar bajo las carrascas, pinos y acacias que verdean en este rincón perdido del mundo pero colmado de gentes con buena voluntad.


De excursión (28-04-09)


Acertaba de pleno el otro día Joaquín Macipe, nuestro excelente dibujante, cuando trazaba con buenas dosis de sorna la oleada de robos que vienen sufriendo muchas localidades del Bajo Aragón. No es difícil imaginártelos allí, planeando el próximo palo, y disfrutando de las comodidades que ofrece esta tierra para los amigos de lo ajeno:

“Si, colegas, se lo comentaba el otro día Vladimir a Dimitri, un macedonio que huyo de su país por un asunto de drogas y recaló en España. Aquí tío, la policía no se entera y hay barra libre en casi todos los sitios. Además, hay unos tíos que van de negro y verde con una especie de sombrero como el de los toreros que lo mismo dan. Es fácil, y ya le vamos cogiendo el punto. Mira, nosotros a lo nuestro en el chalet de Vinaroz, disfrutando del sol y de la playita, por la tarde, cogemos la furgoneta y nos vamos a Teruel de excursión. Ya sabéis, un trabajo fino, como somos nosotros: la puerta abajo y a robar lo que pillemos. Por cierto, no me traigáis más corderos que los últimos casi no los coloco; prefiero el mercado de los martilletes, taladros y generadores, que eso siempre se vende fácil en los rastros a cualquier codicioso.

Por cierto, le tenéis que decir a Mijail que no se pase con lo de la comida. Me tiene hasta los cojones. Mientras se trabaja no se come. Si no llega a ser por los periódicos no me entero de que se puso a asar patatas el otro día mientras Valery despellejaba los corderos. Será cabrón. Dile que ya se hartará cuando acabé, que luego todos son huellas por todos lados.

Oye, me han dicho que por aquella zona la competencia en el gremio está aumentando y que el otro día un sudaca le pegó un palo a la caja de Valdeltormo. Voy a hacer unas llamadas a ver si me entero de quien es y ya os mandaré un sms. Cuando pilléis al panchito, ya sabéis, trabajo fino. Que se sepa quien manda aquí. Con un tiro en la rodilla bastará. No se lo dejéis al ruso que se calienta enseguida y la última vez le reventó la cabeza al colombiano y tuvimos que enterrarlo en la escombrera de noche y de malas maneras.

Ah, otra cosa, vamos a estar unos meses trabajando por la zona mientras los de las urbanizaciones no empiecen a llegar, así que no me pongáis nervioso al personal. Si un día se puede robar, se roba, pero nada de palizas porque sí. Oye, que se me olvidaba, no le dejéis que elija al rumano que sólo sabe coger zarrios y ya no sé dónde dejarlos. El otro día me echó una bronca Karina cuando les tuvo que quitar el polvo a todas las tinajas...”


Atila y compañía (21-04-09)


Estarán conmigo en que en los últimos años ha surgido una nueva especie en el panorama callejero carpetovetónico. Esta nueva raza tiene unas características muy diferenciadas y se les conoce como Atilas, por eso de que por donde pasan ya nada vuelve a ser lo mismo. En efecto, querido Watson, hablamos de los zanjeros, ese género que con tanto éxito ha agarrado en el suelo ibérico. Algo normal, de todas formas, aquí hay poca mala hierba que no tenga su asiento.

Chaleco fluorescente al viento, pantalones a medio caer, cigarro en la boca y un rastro de destrucción a su paso, ya saben. En los últimos diez o quince años no habrá habido calle en los ocho mil y pico pueblos que hay en España que no los hayan sufrido. Daba igual si era para meter los desagües, las tuberías del agua, del gas o enterrar un puñado de confetis: había -hay- que hacer una zanja, faltaría más. Daba igual si esa calle había sido asfaltada dos semanas antes y el alquitrán aún estaba caliente: mis primos tenían que abrir una zanja para meter su tubo.

El ciudadano sensato se pregunta con razonable duda que si ya que se abre una zanja no hubiera sido razonable aprovechar e instalar todos los servicios al mismo tiempo para dar por saco a la gente una sola vez. Pero no, eso en España es pedir demasiado. Aquí lo que cuenta es el cortoplacismo; aquí cada perro se lame su cipote, faltaría más. Si la empresa Pepegoterayotilio, S. L. gana el contrato de instalar el gas en tal pueblo abre la zanja por donde le sale del alma al chapucero de turno. Y si al cabo de diez días la empresa Benitoymanolo S. C. se lleva el de sanear los desagües se espera a que termine de trabajar Gotera y su cuñado el Otilio para levantar de nuevo la calle. No te jode, a ver si vamos a hacer nosotros la zanja y se aprovechan ellos.

Los romanos, que eran bastante más inteligentes y prácticos que nosotros, sabían que era mejor trabajar en una vez que en dos. Las cosas, cuando se hacían, se hacían en condiciones. Si se planteaba una calle, se instalaba todo lo necesario para que durase, con accesos de mantenimiento para limpieza y demás. De esta manera, los ciudadanos, ese bien sagrado de una sociedad, sufrían una sola vez las obras y sus inconvenientes. Pero en este bebedero de patos que llamamos España todo eso nos suena a chino. El largo plazo ha desaparecido y es una realidad que disfrutan sólo los países civilizados. Aquí, triunfa el que venga detrás que arree y si la empresa Gotelé, S. A. le da un sobre al concejal de turno y se lleva las obras, lo único que puede hacer el ciudadano es santiguarse y rezar y para que a Atila no le de por fumar mientras busca el empalme de la tubería del gas.


Cofrades (14-04-09)


Ha terminado una semana, Santa para muchos y ordinaria para otros, en la que hemos visto desfilar a miles de cofrades por todo nuestro Bajo Aragón Histórico movidos siempre por una misma pasión y devoción en sus sentimientos religiosos. Nuestra tierra ha mostrado su versión más elegante y vistosa ante las cámaras y ojos de media España, demostrando la fuerza de sus convicciones, el arraigado tesón de sus tradiciones y la vitalidad que augura en su propio futuro.

Viajando a vista de pájaro por la Tierra Baja, hemos podido vivir el estallido atronador a orillas del río Martín, cuando miles de cofrades rompieron en Híjar la noche; hemos asistido a la impresionante visión de ver colmada la Plaza de España en Calanda con el solo objetivo de reventar los tambores y bombos al mediodía; también hemos sentido que la unión es la gran fuerza de este territorio.

Agradecidos por haber podido asistir y ser partícipes de la genuina elegancia de la procesión de las Antorchas en Andorra bajo el marco incomparable de la silueta de San Macario, también hemos sido testigos mudos del solemne silencio desatado en Alcañiz con su procesión más esperada. Hemos visto cómo Urrea, Samper o La Puebla multiplicaban sus habitantes por unos días y el viajero llenaba sus calles de vida, colorido y asombro; o cómo Caspe componía una mezcla de religión e inquietud por el inicio de una campaña de recogida agrícola pasada por agua.

La lluvia y la nieve no solamente han mojado las pieles de los tambores y los bombos, sino también han manchado de lágrimas transparentes muchos ojos y rostros en Alcorisa, cuando hubo que suspender por primera vez en treinta años el Drama de la Cruz con el que se vuelca toda su población. También hemos sentido la rabia de las gentes de Belmonte, donde hubo que esconder los trajes medievales y volver a sacar las botas de nieve y el trineo de los armarios.

Los que pertenecemos a otra cofradía distinta -la Cofradía de la columna la llamaba el maestro Jaime Campmany-, y purgamos nuestros pecados con la constante actualidad del periodismo, también hemos sufrido y vivido en nuestras carnes todas estas sensaciones y momentos, tristes algunos y felices otros, pero de los que estamos seguros, al fin y al cabo, de que volveremos a ser partícipes el próximo año con la misma ilusión como la que derrochaban estos días sus propios protagonistas.


El caminante (6-04-09)


Le vi a la salida de una cerrada curva. Me había parado a beber un trago de agua y a tomar unas fotografías del paisaje junto a la cuneta y andaba a lo mío, algo despistado. Caía el atardecer y su alargada sombra le precedía unos metros. Silencioso, flaco, no muy alto, con barba de varias semanas y pelo enmarañado. Se detuvo a la altura del coche y para romper el hielo me preguntó cuánto quedaba para Molinos. Un par de kilómetros -le dije- ofreciéndole un cigarrillo. Me contó su historia.

Llevaba andando desde primeros de enero. Había salido de Tarifa, donde aguantó trabajando y surfeando los últimos años de su vida. Según calculó, en casi cien días sus botas habían recorrido cerca de 2.000 kilómetros. Prefería las carreteras secundarias a las nacionales y las sendas y la tierra de los caminos al asfalto. Dormía donde le alcanzaba la noche y todo su equipaje era una mochila con 20 kilos de peso donde guardaba todo lo que necesitaba. Me explicó que no había pasado mucho frío, a pesar de que una gran nevada le atrapó subiendo a Sierra Morena. Tras atravesar el Guadiana a nado, una semana le había costado alcanzar y descender Los Montes de Toledo. De ahí, huyendo de Madrid como de la peste, tomó el cauce del Tajo, por donde llegó a la Serranía de Cuenca y pisó por primera vez la provincia de Teruel.

La pregunta era obligada, pero no se la hice; preferí que la soltase él y contase su porqué. Así fue. La crisis del ladrillo le había dejado en la calle. Había trabajado como yesaire los últimos tres años ganando bastante dinero, me dijo. “Pasta efímera, tío” -me soltó- “porque a medida que entraba salía”. Así pues, de la noche a la mañana, se encontró metido en una hipoteca hasta las cejas porque a su novia le había apetecido dormir en un unifamiliar. Cuando llegó la crisis, no solo el bolsillo se resintió. También la relación. A ella dejó de gustarle pasear cogidos de la mano por las calles gaditanas y a él los problemas le empezaron a quitar el sueño por las noches. Poco a poco, habían dejado de acostarse y de dormir juntos. Con los días todo estalló. Se repartieron las cosas y deshicieron la hipoteca. Cada uno tiró por su lado. Ella se fue unos días con su hermana a Bilbao, desde donde tomó el ferry para Portsmouth y se perdió en los garitos de Londres. A él, le dio por andar. No tenía rumbo fijo y sabía que esta primavera algunas de sus noches tendrían como techo las estrellas del cielo.


MacGyver (31-03-09)

Me contaba el otro día una compañera periodista que le encantaba la serie MacGyver, que una cadena autonómica ha empezado a reemitir en Aragón. Lo confieso: a mí también. Recuerdo muy bien cuando a principios de los noventa veníamos de la escuela y merendábamos por las tardes frente al televisor viendo como el protagonista fabricaba un cañón con una cáscara de naranja y dos tubos de bicicleta.

La serie era fantástica, de ahí su enorme éxito. Un agente secreto que viajaba por todo el mundo, desechaba la fuerza física y su mejor arma era la inteligencia, como Sherlock Holmes o Colombo. Hasta entonces, los héroes arquetípicos que vendía la televisión habían estado dominados por tipos a lo James Bond, con un gatillo caliente y a los que no les importaba destrozar todo lo que pillaban a su paso. Para todos los niños de entonces, MacGyver era nuestro ídolo. Todos queríamos tener la navaja suiza multiusos y fabricar cachivaches con el equipo de quimicefa que nos regalaban por Navidad. Mi hermano y yo, sin ir más lejos, intentamos una vez hacer un helicóptero con la mula mecánica del abuelo. Menos mal que nuestro padre nos convenció de que no era una buena idea y no nos dejó probarlo cuando ya habíamos buscado una rampa de lanzamiento.

Creo que todos los que por entonces crecimos viendo a MacGyver o al Equipo A la televisión nos dejó algo más que neuronas muertas en el cerebro. Aquellas series despertaban la imaginación y nos presentaban patrones de comportamiento donde estaban claramente diferenciados los buenos de los malos, donde al final, el protagonista se salía con la suya y se quedaba con la chica. Después, MacGyver dejó de aparecer en la tele. Nosotros fuimos creciendo y nos olvidamos del protagonista, que sólo volvía de vez en cuando a las pantallas en películas o series de segunda división. También la tele se volvió más golfa. Escupía héroes menos inocentes; los platós de televisión se llenaron con un montón de tertulianos políticos y zorras haciéndose pasar por periodistas. Y crecimos.

Ahora MacGyver ha vuelto. La estética de los ochenta regresa a las pantallas y a las pasarelas con mucha gente dispuesta a volver a exprimirla. A mí todo eso me da igual. Sólo espero que cualquier chaval de ahora pueda dejar por un rato la pleyesteision y disfrutar la décima parte de lo que nos hizo gozar y volar la imaginación a los de mi generación.


Leaving La Muela (24-03-09)


Llevamos una semana en la que las detenciones se han sucedido sin parar. Este domingo, sin ir más lejos, declaró la alcaldesa de La Muela, María Victoria Pinilla, acusada una decena de ilegalidades cometidas desde su ayuntamiento, en el que lleva haciendo y deshaciendo a su antojo desde hace más de 20 años. Tras declarar, fue enviada directamente a la cárcel. Sigue la senda que hace un par de días tomaron varios alcaldes del extrarradio de Madrid y la costa andaluza.

Su hijo, su primo, su marido y otras hierbas, de momento, siguen libres bajo fianza. Serán los jueces y la Justicia quienes deberán dilucidar su gestión y si son ciertas las graves acusaciones que les imputan a todos, ahí no entro. Desde el momento en que se produjeron las primeras detenciones y la Policía acudió en tromba al pueblo para registrar el ayuntamiento, se han estado escuchando voces en uno y otro sentido. Internet tiene esa capacidad enorme para recoger todas las opiniones en torno a un suceso y a la alcaldesa le han dado y le han defendido; le han elevado a la categoría de mártir y le han tachado de poco menos de mafiosa chanchullera a lo Gil en Marbella.

Seguramente, todos tengan algo de razón en esta película. Pinilla tiene eso que tenía Gil: que no deja indiferente a nadie; o lo amas o lo detestas. Al igual que pasó en la Marbella de mediados de los noventa, cuando veíamos a Gil presentar programas en Telecinco desde la piscina rodeado de tías en bikini, La Muela también ha tenido lo suyo durante estos años. Mucha gente ha callado durante este tiempo porque veían que las cosas se movían. Así, han brotado bajo la larga sombra de cada ayuntamiento un nuevo género de plaga bíblica: analfabetos metidos a políticos que se hubiesen muerto de hambre en la empresa privada; notarios a tantasmil la firma; abogados enterradores de chanchullos; banqueros y agentes inmobiliarios dispuestos a recibir lo suyo; concejales de ida y vuelta; empresarios del ladrillo, buscavidas y demás gavillas.

En Aragón estamos tan acostumbrados a que no se haga nada en ningún sitio que hay mucha gente que da por buenas muchas cosas mientras sienta que la economía se mueva. Es algo así como lo que pasa en Italia, en Argentina o en la Conchinchina, que se hacen concesiones con el personal. Todo el mundo sabe como funciona el percal político-económico-mafioso de turno, así que para que ir contra eso. ¿Verdad? No es nada extraño que cuando se haya desinflado la burbuja inmobiliaria y el dinero -ese gran lubrificante- ya no fluya como antes cuando aparezca todo esto.


Responsabilidad (17-03-09)


Cuando usted se deja de pagar una multa o se olvida de declarar una factura a Hacienda, la Administración, actuando en consecuencia, le somete a una infracción por irresponsabilidad, cosa que parece ciertamente lógica que lo haga, porque si no, este bebedero de patos que llamamos España se convertiría en la casa de tokame roke. Sin embargo, la Administración también tiene una responsabilidad con los ciudadanos. Lo que pasa es que la mayoría de las veces se la pasa por el arco del triunfo, con perdón. Hace unos días tuve que ir a Huesca por motivos laborales desde Alcañiz. Infeliz de mi, cogí un mapa y le eché un vistazo: ya saben, “la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta”, salvo en Aragón, colegas. Aquí las normas matemáticas y aristotélicas básicas no se cumplen, somos así de chulos, ¿pasa algo?

Carretera de La Almolda, mañana despejada y pisándole al coche un poco que llevo prisa. Pese a que la calzada es estrecha, se conduce relativamente bien porque hay poco tráfico. De repente, un cartel anuncia el cambio de límite provincial: “entra usted en la provincia de Huesca”. Vale pues. A un metro del cartel, la carretera sufre un adelgazamiento instantáneo y se estrecha como un churro. Vaya -me digo- me parece que nos hemos topado con la maravillosa interconexión entre diputaciones provinciales. En efecto querido Watson, mi trozo de carretera y el tuyo no tienen porqué ser compatibles; no tienen porqué tener la misma anchura ni siquiera el mismo asfaltado, faltaría más. Aquí, cada vecino se pinta su casa como le sale de dentro. Por lo menos, sigue estando asfaltada y, pese a unos baches, que hacen saltar al coche como si fuera un rally, se puede seguir avanzando. Podía ser peor -me digo-, y que el trozo hasta Huesca se hubiese convertido en un camino o en una senda montañesa por obra y gracia de la diputación provincial. Sonrojante, vamos.

No estamos hablando aquí de un problema de índole internacional entre México y Vietnam. No. Es una puñetera carretera autonómica entre dos provincias hermanas que deberían ponerse de acuerdo para no dar por saco al ciudadano. Esto me recuerda a un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme en el que hace dos décadas hicieron la concentración parcelaria. Los ingenieros -esos grandes profetas de nuestro tiempo junto a cocineros y arquitectos- decidieron que los caminos se cortaban en el límite municipal porque los vecinos de Villarriba irían a su pueblo y los de Villabajo al suyo. Luego, claro, veías saltar a los coches de ribazo en ribazo los sábados por la noche cuando algún parroquiano se ponía a festejar con las chavalas del pueblo vecino.


Walden (10-03-09)


Movido por su juventud e impulsado por su coraje, en la primavera de 1992 el joven Christopher McCandless se adentró en las frías tierras de Alaska con el ánimo de emular a Walden y vivir embutido en la naturaleza. No salió de allí con vida. Unos cazadores le encontraron momificado en el viejo autobús abandonado que había sido su hogar durante los últimos meses. En su diario contaba que aquel tiempo fue el más feliz de su vida porque había vivido libre y solo, rehuyendo todo contacto humano, pero que, a sus 24 años, había descubierto que la felicidad no era plena si no era compartida.

Jon Krakauer recogió estos retazos, los salpicó con citas del diario de MacCandless y parió un reportaje apasionante que tituló ‘Hacia rutas salvajes’. Ese libro triunfó entre muchos de los chavales que a finales de los noventa soñábamos con emular al norteamericano en algún rincón perdido de los Pirineos. Hace apenas un año Sean Penn dirigió una magnífica película sobre el libro que -algo habitual- estuvo un par de semanas en las carteleras.

Me acordé de todo aquello este fin de semana cuando, un amigo mío, un director de banco que gana miles de euros todos los meses, me contaba sus tribulaciones con los impagos. Le conté la historia de un hombre que conocí en un rincón perdido del Maestrazgo. Vive en pleno monte, aislado, sin más compañía que media docena de perros que revolotean siempre a su vera. Cuando nos encontramos por primera vez me contó que había sufrido en sus carnes la peste de las drogas que se llevó a unos cuantos de sus amigos en los ochenta.

Hace unos días volví a visitarle. Me enseñó su casa, poco más que una cabaña medio en ruinas y dimos un paseo por sus dominios. Me explicó que su perra había parido esa mañana, que esas eran las primeras patatas que criaba y que todos los días desayunaba un huevo crudo, recién puesto por las gallinas. Había superado dos inviernos en el Maestrazgo y encontrado entre aquellos riscos su lugar en el mundo.

Deseaba vivir solo, feliz y libre y que le rozase el frío, la lluvia y el sol en la piel por las mañanas. Ahora está roturando tierras que han estado baldías más de cuarenta años y los olivos secos le han reverdecido. Mientras fumábamos unos cigarros en la orilla del río donde se baña me dijo que nunca hasta entonces había sido tan rico, porque nada más necesitaba, y que, ahora sí, estaba preparado para que no le cogieran vivo ni los gobiernos, ni los políticos, ni los jueces ni los banqueros de turno.


Con un par (3-03-09)

Seguramente a estas horas usted ya conocerá de sobras la gesta de Emilio Gutiérrez el otro día en Lazkao. Emilio, después de que unos abertzales subnormales le rompiesen la casa que acababan de reformar él y su padre con una bomba, hizo algo que nos ha gustado a muchos. Ajustar a su manera las cuentas. Cogió el mazo con el que había echado abajo los tabiques en su piso y se abrió paso a golpes en la herriko taberna donde mis primos se estaban echando un culín de sidra.

Me los imaginó allí como diciendo: “apúntame esta ronda Patxi, que ahora no llevo suelto”… y de repente ves entrar allí a Emilio diciendo: “cabrones, esto me lo vais a pagar…” y empieza el festival de ira y destrucción. Después de la cristalera cae la televisión, luego la máquina de cerveza, la cafetera y hasta los vasos de los chatos de vino…

Hace poco hablábamos aquí de ‘Sin Perdón’, la obra con la que Clint Eastwood culminó la andadura del western en el siglo XX y lo elevó a su máxima categoría. En el clímax de la película, William Munny entra en el tugurio donde hay una veintena de hombre y les dice: “¿Quién es el dueño de esta pocilga…?” Supongo que ya conocen el resto, tiros y un festival de venganza. Al final, Munny desaparece entre la lluvia tras haberse llevado por delante a unos cuantos y decirles: “Como volváis a tocara una puta volveré y os mataré a todos, malditos hijos de perra”.

Yo creo que es muy lícito lo de Emilio. Lo que él hizo es una innovación, una acción de valiente que no lo había osado hacer nadie en los últimos años en el País Vasco. Hasta ahora, la cuadrilla de aberzales que cada noche les daba por quemar cajeros, batzokis y asustar a las viejas en los autobuses habían tenido barra libre, siempre muy comprendidos siempre por políticos de uno y otro bando que les llamaban “los chicos de la gasolina” o la “juventud rebelde de Euskalherria”.

Más de tres años viví en el País Vasco. Trabajé y estudié allí y fui muy feliz. Jamás tuve un problema de esta índole, a pesar de que me metí con la cámara de fotos en algún que otro fregado callejero. Sin embargo, sí tengo que decir que se percibía en el ambiente siempre esa sensación: de que muchos callaban mientras otros se aprovechaban de esa situación.

Eastwood, que en esto de los ajustes de cuentas es quien manda, puso en ‘Infierno de cobardes’ una buena muestra de lo que estamos hablando, retomando su viejo papel de vaquero sin nombre que le hizo famoso en la trilogía de Sergio Leone. En la peli llega al poblacho de Lago un extranjero, que empieza a ajustar cuentas con el pueblo y con unos bandidos que tienen atemorizados a los ciudadanos. Tras acabar el trabajo y destrozar medio pueblo, cuando se marcha, un enano al que nombra alcalde descubre su secreto: es el hermano del sheriff al que esos bandidos mataron a latigazos tiempo atrás y ante lo que el pueblo no hizo nada. Emilio Gutiérrez es hijo de un ex concejal del PSOE en Lazkao. Muchas similitudes, la verdad.


Pignatelli o nada (23-02-09)


Cuando desde todo Aragón reclamamos la agilización de las infraestructuras, cosa muy justa y necesaria como se gritó este sábado en Teruel y Alcañiz, me llega siempre a la mente las obras emprendidas durante la Ilustración aragonesa. De aquel período cabalgante entre dos siglos, surgieron políticos y mentes cabales como ya nunca han vuelto a brotar en esta tierra: el Conde de Aranda, Josefa Amar y Borbón, Ignacio Jordán Asso, los hermanos Félix y José Nicolás de Azara, José Latassa Ortín, Juan Martín de Goicoechea o Manuel Roda y Arrieta entre muchos otros, sin olvidar, por supuesto, a Francisco de Goya.

Quizá de todos ellos, el que con más fuerza persiste es Ramón de Pignatelli de Aragón y Moncayo, más conocido como Pignatelli a secas. Don Ramón, que podía haber vivido muy despreocupado en su faceta de clérigo y noble, empeñó su vida en ver realizado un antiguo sueño aragonés: regar las abrasadas estepas del Ebro y tener salida directa al mar a través de un canal que permitiese exportar los productos.

Las obras del Canal Imperial de Aragón, un viejo proyecto que ya se remontaba a los tiempos de Fernando el Católico, pudieron realizarse en tan sólo 14 años (1776-1790) desde que Pignatelli tomó las riendas. Vistas con la perspectiva de hoy, fueron de una ambición y una visión asombrosas en su tiempo. Su puesta en marcha supuso un hito europeo en las infraestructuras hidráulicas y tan sólo siglos después, ya con muchos más medios y recursos, otras construcciones han podido acercase al impacto que este tuvo.

Como siempre que se emprende algo ambicioso en Aragón, no faltaron entonces los cenizos, agoreros, fatídicos y demás hornadas de aguafiestas que jamás han creído ni en ellos mismos ni en nada. Pignatelli lucho contra todos ellos y salió vencedor, enfrentándose a bancarrotas, sequías, riadas, hambres y condiciones de trabajo que harían palidecer hoy a más de uno. Don Ramón, que aparte de ganas de trabajar también debía andar sobrado de sorna, se acordó de todos estos cabrones dedicándoles la Fuente de los Incrédulos, que aún hoy -de aquellas maneras- aguanta en pie en Zaragoza.

Así que ahora, más de doscientos años después de aquello, cuando algún chupatintas del Ministerio viene con problemas administrativos de índole gamusiniense cuelliforme en cualquier autovía, carretera, pantano, canal, acequia, camino o caseta de patos que haya que hacer en Aragón, a alguno que yo me sé le gustaría desenterrar los huesos de Pignatelli y emprenderlos con el húmero hasta ablandarles las seseras.


Amedrentar (16-02-09)


Como seguramente usted ya conocerá, el alcalde de Zaragoza, el excelentísimo Señor Juan Antonio Belloch, ha decidido suprimir toda la publicidad institucional en HERALDO DE ARAGÓN. El alcalde alega razones de “austeridad” a la hora de reafirmar su decisión, que por supuesto no ha hecho extensible a todos los medios de comunicación. Esto, traducido al idioma cristiano significa algo así como lo que se les dice a los perros: “si te portas bien te trataré bien; si me muerdes la mano te quitaré la comida”. Es decir, no conforme con la línea informativa del diario aragonés, que lleva meses destapando los escándalos y despilfarros producidos en el ayuntamiento de Zaragoza, entiende que retirándole los ingresos publicitarios en una época de vacas flacas puede ‘redirigir’ la línea editorial.

Juan Alberto, como buen juez, está más que acostumbrado a salirse siempre con la suya y a que nadie le levante la voz aunque se mee fuera del tiesto. Es lo que tiene llevar más de treinta años pisando moquetas: que se pierden las formas y se cogen malos hábitos. Lo que antes se hacía necesario negociar con la oposición e informar como símbolo de higiene y de transparencia informativa, con los años ya no lo va siendo tanto. Es lo que pasa, Juan Alberto, tío, cuando se cogen vicios caros y te acostumbras a los correveidiles: que piensas que todo el monte es orégano.

La última cacicada del alcalde de Zaragoza, que en esto tiene gran experiencia desde sus tiempos del GAL, no es ni siquiera original, todos los medios de comunicación recibe n amenazas de este tipo con el fin de reconducir, tutelar, o directamente mangonear su línea informativa. El bebedero de patos en que han convertido a España los políticos y las cuadrillas de sinvergüenzas que suelen medrar en cada uno de estos corrales municipales está dando mucho de sí, y los poderes públicos tienden a confundir la temporalidad de sus cargos con su propia casa. Y así pasa.

Si un político, un ciudadano anónimo, el canario Piolín o el pato Lucas no están conformes con la línea editorial de un medio de comunicación tienen dos opciones: o denunciarlo si creen que han publicado una falsedad, que para eso la ley de prensa y los jueces; o aguantarse, cosa que pocos suelen hacer. Los periódicos, entre otras cosas, están para eso: para vigilar de cerca qué hace la peña pública con los dineros, exponerlo a la sociedad y que ésta saque sus consecuencias. A algunos se les olvida constantemente.


La perseverancia (10-02-09)


La perseverancia siempre ha sido una de las más nobles cualidades que podía tener una persona. Lo que ocurre es que muchas veces ha sido confundida con la espera inútil. Hermann Hesse, que sabía mucho de perseverancia, escribió en ‘Siddhartha’ -uno de sus mejores libros antes de ‘El lobo estepario’- una de las frases más certeras que sobre ella he leído. La puso en boca de Siddhartha inspirándose en la vida de quien luego fue conocido como Buda: “Yo sólo se hace tres cosas: Sé pensar, sé ayunar y sé esperar”. “Entonces -le contesta su maestro- ya conoces cuál es el camino: has de perseverar”.

Este fin de semana tuve la oportunidad de asistir en Valderrobres a unas charlas sobre lo que ha sido llamado ‘memoria histórica’. En una de ellas, los historiadores andaluces Ángel del Río y José Luis Gutiérrez también hablaron de la perseverancia. Expusieron de forma magistral el estudio que habían llevado a cabo sobre el trabajo esclavo de los presos franquistas en la construcción del Canal del Guadalquivir.

A grandes rasgos, más de 10.000 personas trabajaron, o fueron invitadas sutilmente a hacerlo, en la construcción del canal. El sistema de redención de penas de la posguerra española (3 días de condena por uno trabajado), se mantuvo hasta los años sesenta, cuando el régimen lo consideró incompatible con su nueva imagen, más chachi y “aperturista” de lo que fue conocido como “el milagro español”.

El canal se convirtió en una obra faraónica (en la que, por cierto también trabajaron aragoneses) que se prolongó nada más que 22 largos años hasta que Franco cortó la cinta en 1962. Lo que resultaba curioso sobre la lentitud de los trabajos -aparte de que fuese en Sevilla y allí ya se sabe que el ritmo “tiene un color especial”- es el nivel de corrupción que había a todos los niveles.

Allí, desde el primer general hasta el último cabo corneta debía poner la mano a lo maricón el último, lo que explica que entrasen -un suponer- cien toneladas de cemento al día para encofrar las márgenes y a los dos días un ratón a dentelladas pudiese comerse las paredes. Luego te encontrabas que los chales de los militares tenían forrada de hormigón hasta la caseta del perro.

Ahora que recuerdo, hace un par de años pasó algo parecido en el túnel del Carmel en Barcelona. La cosa entonces fue de políticos, que en las últimas décadas han sido los que han cogido el testigo de los militronchos en esto de darle meneos al erario público.


Eastwood y Perdiguer (3-02-09)


Llegar a viejo es difícil; lograrlo en plenitud de condiciones todavía más. La mayoría de las veces la vida es tan hija de perra que te va dejando para el arrastre conforme caen los años, esos pellizcos de vida que se escapan en el tiempo como la lluvia se lleva las lágrimas.

A nivel mundial, Clint Eastwood se lleva últimamente los mayores halagos de lo que un viejo puede llegar a crear. A sus 78 primaveras, lleva dando varios años lo mejor de sí dirigiendo películas. Una de mis favoritas es ‘Sin perdón’, una verdadera obra maestra que arrasó en los Oscars de 1992 y que supuso la culminación del western en el siglo XX.

Eastwood la interpretó y dirigió cuando ya brincaba de los sesenta. Tras deambular el guión por medio Hollywood durante veinte años, esperó a tener las suficientes arrugas. Con ellas y con la experiencia que llevaba en el morral de quien lo ha visto todo en la vida, Eastwood logró meterse en el pellejo de William Munny, “ese hombre de carácter notoriamente inmoral y violento”, y forjó un personaje antológico que era la suma de todos los vaqueros que había interpretado en su carrera durante años.

Cuando un soplapollas de crítico cinematográfico -esos que durante décadas le llamaron facha y ahora le bailan el agua- le preguntó cómo había conseguido plasmar de forma tan magistral el personaje de Munny, el grande de Eastwood respondió con una sencillez abrumadora: “es fácil; sólo he tenido que aguantar y llegar a viejo”.

A un nivel más local, también en el Bajo Aragón tenemos grandes modelos de viejos que han conseguido alcanzar las nueve décadas y siguen estando pletóricos. El otro día se nos fue uno de ellos a los 89 años, Vicente Pueyo, tras una vida ejemplar en Alcañiz. Nos quedan otros. Uno de ellos es Miguel Perdiguer. El pediatra alcañizano, al que La COMARCA le entregó el año pasado el galardón de ‘Bajoaragonés de honor’, pasea sus noventa tacos de forma extraordinaria después de medio siglo dedicado a los niños y a la medicina. La última vez que nos vimos fue hace un par de domingos. Armado con su cámara fotográfica como un reportero de veinte años, subía al trote junto al desfile de calatravos rumbo al Castillo de Alcañiz. Nos saludamos y cruzamos media docena de palabras; después, ambos seguimos con los reportajes. En ese instante me sentí orgulloso de estar a su lado y de poder disparar la máquina junto a uno de los grandes.


La emboscada (27-01-09)


Antes de que descubriesen la fuerza del sol y llenasen de placas fotovoltaicas todos los rincones del Bajo Martín, las dos cosas que más pasta dejaban en la zona eran el puticlub ‘Shangai’ de la Venta del Barro y la señal de 50Km/h de la entrada de Híjar. De las lumis y su garito hablaremos otro día; hoy nos vamos a centrar en otro negocio: el que tienen montado los picoletos y el Ministerio de Interior en plena carretera.

Que levante la mano aquél que haya podido frenar a tiempo entre la señal de 80 y la de 50 en sentido Zaragoza. La verdad -eso sí que hay que reconocerlo- es que el sitio es inmejorable para poner lazos. No hay escapatoria. Si en vez de coches pasasen jabalís se podrían hacer batidas y tendríamos todos los días mondongo. Un aplauso y una copa gratis en ‘Shangai’ para el colega que pone las señales del Ministerio. Te lo has ganado, tío.

Vamos a jugar a los supuestos. Resulta que vienes desde Alcañiz con la mala virgen de no haber podido adelantar al puñetero camión desde La Estanca ni saliéndote por los sembrados y te encuentras una bajada pronunciada en la que sueltas el coche por la N-232. Y pum, ahí la tienes, báilala, como dicen mis primos de Zaragoza: la chapa de 80 Km/h. A diez metros, pam, resulta que al colega de las señales se le cayó la de 50. Y poco más abajo, mis primos de la benemérita han montado el chiringuito de recaudación portátil.

“Buenas…, la documentación…” y demás. “Sabe usted que esto es una travesía local a la que en la que no”… “Hombre, no, si ya… pero…”, ya saben: receta en euros. Que sitio…, ya le hubiese gustado a Liberty Balance para sus emboscadas… No le hace falta ni la publicidad que tienen contratada las lumis; los clientes vienen solicos. Estaría bien que el Ministerio de Economía publicase lo que recauda allí. Me apuesto mi huevo derecho a que lo que sacaron el año pasado con esa tragaperras en forma de señal vertical supera la partida que los Presupuestos Generales del Estado han destinado al proyecto de la variante de Híjar.

Una variante de la que llevan vendiendo humo los coleguis del Pepe y del Pesoe más de una docena de años y a la que, hablando de todo un poco, por cierto, el Pesoe consiguió vía enmienda que el Ministerio de Fomento le cambiase el nombre y figurase en el proyecto del desdoblamiento, aunque eso sí, sin dotación económica. Faltaba más, aquí no estamos para gastos.


Junto al fuego (20-01-09)



Tras la nieve de hace siete días, que enfrió y blanqueó durante unas horas esta tierra, va y se presenta un duro fin de semana pasado por fuego en el que desde La COMARCA hemos ido de hoguera en hoguera, acabando todos los redactores y cámaras con más mascarones por la cara que ceniza en las suelas de los zapatos. Hemos saltando tan de pueblo en pueblo, como de fuego en fuego y de corrillo en corrillo, que si no llega a ser por los reconstituyentes les aseguro que un poco más y no lo contamos.

Menos mal que aquí da gusto. La hospitalidad de la gente en nuestra tierra no tiene precio y así, después de volver de los Tederos de Caspe, escuchar la Mochiganga en Mas de las Matas, comer con los Calatravos junto a las aguas del Guadalope, acercarte hasta la Encamisada de Estercuel y de dejarte caer por La Ginebrosa en el mismo día, te dan ganas, ya puestos, de unirte a la Legión, invadir Portugal y Andorra esa misma noche y acabar meando sobre la bandera inglesa y los monos del Peñón de Gibraltar. En fin.

Sí, se hace agradable sentir el efecto que produce el fuego entre la gente. Deberíamos acostumbrarnos y hacerlo más a menudo. Daba gusto callejear estos días por decenas de pueblos oliendo a humo y carne asada. Parando en cada portal y entrando hasta la cocina a por un trago de vino o un trozo de morcilla. Debe de ser por la televisión, que en los últimos tiempos ha ido quitándole al fuego de reunión el sitio que durante siglos había tenido. Este sábado, como les decía, terminé el día por Caspe, buscando algunos tederos y cuadrillas de amigos.

En una de ellas, un grupo de jóvenes gitanos de alrededor de veinte años me pararon y me pidieron que les sacase una foto. Acepté encantado. Por cierto, no me preguntaron mi nombre ni qué hostias hacía por allí, simplemente sacaron una silla más, me pusieron un plato

y me dieron un vaso de vino. Sin más explicaciones. Qué quieren que les diga, eso, a las doce de la noche, después de andar como puta por rastrojo durante todo el día, se agradece bastante. Por eso, hoy, cuando ya se disipan los fuegos y la ropa no nos huele a humo, me estaba acordando de ellos. Me imagino que no leerán esta columna, pero quizá algunos les pasen el recado y les llegue el agradecimiento. Uno de ellos, por cierto, quedó en convidarme al bautizo de su hijo. Ya te lo dije entonces, colega, que aceptaba encantado. En la próxima hoguera, las peladillas las pondrá un servidor.


Días de nieves (13-01-09)


Con el ánimo de dar otra ración sobre el cernícalo gamusino cuelliforme del coplero, ahora que sabemos que algunos no les ha hecho demasiada gracia, me dispuse de nuevo a emborronar estas líneas, estimado y paciente lector. En esto que tú, de improviso, te presentas en nuestras vidas y lo cambias todo de repente, alterando nuestras previsiones y agendas y haciéndonos reaccionar.

Como cada vez que caen cuatro gotas o dos copos de nieve, en este país, que dice ser la octava potencia económica del mundo, se produce nuevamente el caos y nos quedamos agarrados a la brocha mientras nos
quitan la escalera. Se cortan las carreteras, el hielo aparece a cada curva y las quitanieves y las brigadas pululan de un lado a otro sin dejar de lanzar sal. Los aeropuertos se colapsan, dejan de despejar los aviones y el sufrido viajero dormita, apiñado como en un sitiaje, por los rincones de las terminales y las estaciones.

Mientras, la ministra y la oposición se enzarzan en piropearse y en aclarar quién lo ha hecho peor. Nada nuevo, la verdad. Lo de siempre. Así que, mientras medio país ve convertidas estas horas en un continuo infierno, el otro, acostumbrado a sacarse las castañas del fuego y a no fiarse del gobierno ni de la madre que lo parió echa un nuevo tarugo al fogón y se acomoda en el sillón disfrutando de la fiesta y del paisaje.

Aquí, en nuestro Bajo Aragón Histórico, donde moran gentes acostumbradas a todo esto y mucho más, somos más de los segundos y algunos hemos disfrutamos en la distancia de este efímero caos en que se convertía media España. Confieso que durante todo el fin de semana deseaba que cayese un metro de
nieve que cubriese hasta donde se pierde la vista en el horizonte. Pero no ha sido así y ya casi te has ido.

Y es que no te recordábamos así, vestida con tu traje blanco impoluto. Fría, virginal y purificadora. Llegaste, y en unos instantes, cubriste nuestras calles con tu manto de confeti esponjoso. Cómo te echábamos de menos, ¿lo sabes, verdad? Eres tan difícil que cuando aún no has llegado ya te estás yendo y tan sólo nos has dejado tu frío recuerdo. Por eso queríamos recordarte. Tenerte con nosotros unos días más, pero eres tan fugaz que te escapas del paisaje como el agua entre las manos.

En esto que hacemos un llamamiento desde La COMARCA y, al momento, un ejército de lectores
responde y se alza en pie. Armados con sus cámaras fotográficas, empieza a remitirnos a la redacción decenas de fotografías de nuestros pueblos. Por eso, este martes, los lectores y tú, tan sólo un par de días desde que nos abandonaras, sois de nuevo nuestros protagonistas.


Pagar o no pagar (6-01-09)


He ahí la cuestión. Como usted ya sabrá, este domingo fue liberado el fotoperiodista español José Cendón, que junto con el periodista británico Colin Freeman estuvo secuestrado 38 días por los piratas somalíes mientras realizaba un reportaje. La noticia corrió como la pólvora en Internet y, minuto a minuto, los principales periódicos del país iban informando de todos los detalles.

También al tiempo, fueron surgiendo las primeras opiniones de los lectores respecto a su liberación y al supuesto pago del rescate por parte del Gobierno español. A grandes rasgos, se establecieron dos grupos encontrados: los que comprendían que el Estado o la empresa para la que trabajaban Cendón y Freeman hubiese pagado el rescate, y los que deseaban que hubiese permanecido seis meses más a manos de sus captores sin tener que gastar el dinero de los contribuyentes. A decir verdad, estos últimos eran bastante más numerosos y criticaban duramente al fotoperiodista gallego tachándole de “pijoprogre”, “tontolculo”, “perdonavidas” o “chulo y cabrón”.

Personalmente, estoy con los primeros y considero que es una buena noticia que alguien haya recobrado su libertad. A pesar de que sea pagando. No es el primero ni será el último secuestrado. Para mí, el dinero en sí no tiene valor; la vida sí. Los gobiernos gastan miles de millones en chorradas y los 200.000 dólares o más que seguramente habrá tenido que soltar la diplomacia española se los gastan en canapés en cualquier recepción.

Otra cosa es que no lo reconozcan. Resulta difícil para los gobiernos democráticos admitir a la opinión pública que el propio Estado no juega limpio. En España eso es todavía más difícil de vender, más que nada porque en los últimos veinte años la sociedad se ha acostumbrado a pensar que las guerras sólo pasaban en otros países y que aquí todo era blanco e inmaculado.

A Cendón nadie le obligó a viajar a Somalia. Eso es cierto. Sabía los riesgos que corría y los asumió. Como tantos otros, quiso ir allí para ver lo que pasaba, contar una historia y, de paso, hacerse un nombre. Todo eso es verdad, como también lo es que sin ellos, sin tantos fotógrafos y periodistas que se juegan el culo por los andurriales del mundo, no sabríamos muchas de las cosas que ocurren en él. Todos estaríamos más expuestos a las mentiras de los gobiernos y políticos de turno, y el mundo y nuestras vidas serían un poco menos libres y más ignorantes y oscuras.


Sectarios (30-12-08)

Una de las cosas que más repugnancia me producen son las sectas. Esa fue una de las razones por las que, entre otras cosas, me hice periodista. Este es un oficio en el que, afortunadamente, jamás nos ponemos de acuerdo. Como mucho, para quedar una vez al año y tomarnos unas cañas. Aquí cada perro se lame sus heridas en su casa y Dios en la de todos. Seguramente, es también una de las razones por las que el periodismo sigue funcionando relativamente bien en España. Porque el corporativismo no le ha ofrecido agarres.

Si dejamos fuera a los políticos de este corral, las tres profesiones más sectarias son (no tengan en cuenta el orden): los médicos, los policías y los jueces. Sí, yo también pienso lo mismo: vaya tres patas para un banco. De los dos primeros hablaremos otro día, porque estos últimos, mis primos los de la Justicia, están últimamente en el candelero (o en el candelabro, que diría la filósofa). Resulta que al juez que dejó libre al hijo de perra que asesinó a la niña Mari Luz le han puesto una multa de 1.500 euros el Consejo General del Poder Judicial. Sus señorías consideran una falta leve que, durante más de dos años, este malnacido, que había sido condenado por violar a su propia hija, no cumpliese ninguna pena y campase por sus anchas en la calle. En una enmarañada resolución donde cualquier fleco seudojudicial y atenuante ha tenido su asiento, los del mazo no consideran que su primo obrase mal, como cree cualquier bien nacido, sino que las circunstancias y el clima de tensión social provocado por los cabrones de los periodistas, que sacaron todo a la luz, han sido los culpables de que todo el país opine ahora de un suceso, que de otra forma, habría sido olvidado de inmediato.

Y es que claro, mis primos los jueces, tras décadas de hacer de su capa un sayo y de que nadie osara mojarles la punta del cipote aunque les diese por mearse en el estrado, están mal acostumbrados. Los pobres. Antes, en los buenos tiempos, había barra libre, tío. Aquí no protestaba ni Dios. Al pobre desgraciado que le tocaba en suerte algún cabrón de estos con toga no le quedaba otra: resignarse y apechugar con la que le había caído encima. Pero ahora, ya ves tú, con esto de internet y la sociedad de la información, levantas cualquier piedra y te encuentras un picapleitos. Aquí todo el personal sabe de leyes y recursos de amparo, como si esto fuera hacer la primitiva. Y claro, así no hay

Dios que se concentre. En cuanto metes la pata tienes un vagón de titulares encima o a una docena de padres recogiendo firmas por todo el país pidiendo Justicia, como si cada uno de ellos fuese el Conde de Montecristo. Por cierto, hablando de Edmond Dantès y de injusticias, ahora recuerdo que cita había en la celda del abate Faría: “Dejad la venganza a Dios”.


Vida y destino (23-12-08)


Este fin de semana me fui de compras. Como casi siempre, me cansé enseguida de mirar escaparates y trastear colgadores y no encontré el jersey que me hacía falta. Sí me quedó tiempo de dejarme caer por una librería y pasarme más de dos horas curioseando. También como casi siempre, entre buscando un libro y me llevé tres. Me habían hablado mucho de uno en concreto y fui en su búsqueda.

No me fío nada de los eslóganes que suelen poner las editoriales en las portadas de los libros, que defraudan constantemente a los lectores anunciando “la novela del siglo”, “la obra maestra de fulano” o “la cumbre literaria de su primo mengano". No suelen ser más que mandangas para vender más libros a gente que sólo se fija en la portada. Sin embargo, muy raras veces, aparece un libro que hace bueno el dicho y alivia los despropósitos anteriores.

Confieso que todavía sólo acabo de empezar ‘Vida y destino’, de Vasili Grossman, pero lo que he podido ver hasta ahora me está dejando asombrado. Desde hace meses, los principales diarios españoles han sucumbido a su monumentalidad al ser traducida del ruso, y los críticos agasajan a la obra maestra de Grossman con titulares como: “la más grande novela rusa del Siglo XX” o “la Guerra y Paz del Siglo XX”. En mi opinión, no van mal encaminados.

Como Tolstoi o Pasternak, Grossman es uno de los grandes. Describe la historia a través de personajes pequeños; de gentes corrientes a las que el destino empuja de un lado para otro en los años que les ha tocado vivir. Mitad crónica periodística mitad novela, en ‘Vida y destino’ Grossman hizo su particular confesión y volcó, veinte años después, sus recuerdos de periodista de guerra con el diario comunista ‘Estrella Roja’ cuando cubrió los meses de asedio de Stalingrado o los estragos humanos del estalinismo o de los nazis.

Concebida en plena Guerra Fría (1959), los comisarios políticos del régimen político de la URSS vieron enseguida lo que podría suponer la monumental novela del periodista ruso y 'Vida y destino' fue prohibida. Incluso las cuartillas y la misma cinta de la máquina de escribir en la que fue concebida fueron requisadas por la KGB. Grossman murió en 1964 sin saber que quince años después su obra conseguiría ser publicada en Suiza por una editorial y alcanzar poco a poco la categoría de obra maestra de la literatura contemporánea. La URSS cayó, el Muro de Berlín fue desmoronado y el mundo ha asistido al fracaso y los estragos del Comunismo. Creo que Grossman sonreirá en su tumba al saber que ha terminado venciendo a todos.


Los quietistas (16-12-09)


Uno de los mayores genios que ha dado esta tierra en los últimos siglos estableció el quietismo como la mejor forma de ganarse el paraíso. Miguel de Molinos, elevado a la categoría de místico heterodoxo y repudiado por los jesuitas en El Vaticano, dejó escrita para la eterna posteridad su ‘Guía espiritual’ con un subtítulo que dejaba poco margen a la divagación: “Que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz”. Según el de Muniesa, para alcanzar el amor de Dios el alma no ha de hacer nada: ha de estar pura y sin pecado, aligerada de toda preocupación o meditación, quieta. Dios hará lo demás. Pese a ser publicada en italiano y poco publicitada en las Españas de la época, las doctrinas de Molinos han dejado mucho poso en nuestra tierra, cuna en los últimos años de grandes quietistas.

Sin todavía llegar -que sepamos- a levitar, nuestros diputados y senadores en Madrid son grandes exponentes de esta nueva oleada de misticismo que se ha extendido como la peste. Inactivos hasta decir basta en la presentación de propuestas en ambas cámaras; sin levantar siquiera una ceja ante la vergüenza ministerial de la N-232; pasivos hasta el extremo de no saber qué decir ante la bofetada socialista a la A-40; mansos y domesticados bajo el silencio cómplice partidista, han reflejado a la perfección cómo se puede adaptar una teoría de hace 400 años a la actualidad.

En la Real Academia Española definen este nuevo quietismo aragonés con certera puntería y lo asocian a la perfección que alcanza el alma humana en el anonadamiento de la voluntad, en la reducción a la nada, en la contemplación pasiva y en la indiferencia de cuanto pueda sucederle a uno en tal estado. O sea, en el atontamiento generalizado. No obstante, otra gran sabia de Paniza, María Moliner, otorgaba al quietismo en su diccionario, mucho más rico y preciso que el de la Real Academia, varios significados más: inacción, indiferencia, contemplación, pero también pasmo. Debe ser este último uno de los sinónimos escondidos de la doctrina del de Muniesa que más han arraigado en este terreno. El pasmo de asistir a la presentación de los Presupuestos Generales del Estado para Aragón; la inacción ante ello; la indiferencia al respecto, y la “sosegada contemplación que desembaraza el alma” y la conduce por el camino de la ductilidad y la mansedumbre para alcanzar una perfecta paz interior de la poca vergüenza.


Entre rejas (9-12-09)

Este sábado se cumplieron 450 años de la muerte de Baltasar Gracián. Un frío seis de diciembre de 1658 cerró para siempre sus ojos aquél que consiguió asombrar al mundo con tan esclarecida mente. No cuesta imaginarlo allí, enjuto y rendido durante sus últimos días, pero levantando con delicadeza su pluma corrigiendo algún párrafo de El comulgatorio recién salido de la imprenta.

Resignado de sus semejantes pero satisfecho, sabiendo que aunque él en ese instante moría, su obra empezaba entonces a vivir. Admirado por gigantes como Nietzsche, que dijo que “Europa no ha producido nada más fino ni más complicado en materia de sutileza moral”, y venerado por Azorín, Schopenhauer, Borges o Voltaire, Gracián siempre fue más valorado fuera que dentro. En los últimos años, su Oráculo manual se vendió como rosquillas entre los yuppies de Nueva York, que organizaron viajes hasta su pueblo natal para rendirle honores.

Como tantos otros, nuestro genio experimentó una gran evolución a lo largo de su vida y su obra. El potente entusiasmo juvenil que volcó en El héroe buscando el triunfo y la gloria se tornó a la resignación y al desengaño vital que palpita en su descomunal Criticón. Encarcelado a pan y agua y sin disponer siquiera de pluma, tinta o papel, Tarazona vio morir a la mente más potente y lúcida que ha dado Aragón en su historia.

Otro que ha muerto resignado entre rejas ha sido el Túnel del Equinoccio de Valdealgorfa, a quien el Ministerio de Medio Ambiente ha puesto una verja en cada boca y ha tirado la llave al río del olvido. Como casi siempre que se actúa en Teruel -y por extensión en Aragón- se opta siempre por lo más fácil; en vez de buscar soluciones a los problemas, estos se borran el mapa.

Lo sucedido en Valdealgorfa es parte de la clave. Siendo grave, es la metáfora perfecta de cómo se trata siempre a esta tierra: a coces. Lo que ocurre es que en esta ocasión el Ministerio ni siquiera ha rebuznado, se ha limitado a la acción. El que sí que dijo algo fue Víctor Morlán, nuestro Secretario de Estado de Planificación y Relaciones Institucionales, cuando anunció el rechazo medioambiental a la A-40, aunque ahora que lo pienso, igual hubiese estado mejor en silencio, porque como ya dejó escrito nuestro insurgente genio: “Fueron algunos dignos del mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre. Y si éste no es tu siglo muchos otros lo serán”.


Reserva india (2-12-08)


A eso vamos, macho. A que el resto del país nos considere poco menos que una ‘terra incógnita’ donde se sabe -por los documentales de animales de la tele- que viven unos escasos ejemplares del hommo turolensis en varias tribus desperdigadas a los que convendría conservar. Sí, macho, según me cuentan resulta que los poco más de 130.000 almas que allí habitan ha degenerado en una especie humana un tanto encabronada que le ha dado por querer quedarse a vivir allí, ya ves tú, si es que hay gustos para todo. Sí, como te digo macho, a mi eso de Teruel me suena siempre a guerra. A fin de cuentas, cuando a mis primos les da por liarse la manta a la cabeza, echarse al monte y emprenderse a garrotazos, por allí acaba cociéndose todo en los últimos tiempos. El resto del tiempo la gente vive en sitios normales, al calorcito o en la costa. Ya hubo hostias en las guerras carlistas, y el último tomate se montó con la guerra civil, con un frío del copón que reventó a los caballos de frío mientras la gente se emprendía a tiros. Y digo yo, con lo que aquí nos van las escabechinas no hubiese sido mejor montarlo en Benidorm…

La última ha venido desde el Gobierno -quien si no-, que después de cinco años en los que los papeles han corrido de despacho en despacho cuando no se han perdido por el camino ha venido a decir: “Verán ustedes, la A-40 entre Teruel y Cuenca no se puede construir porque tiene un impacto ambiental del carajo. El asfaltado afecta al cernícalo gamusino cuelliforme del coplero, que es muy delicado y le molesta el ruido del tráfico cuando está copulando con su señora, y claro, no es plan. Además, si es que no hace falta, los cuatro camiones pueden seguir yendo por donde van, si no entran de dos en dos que pasen de canto, y si -un suponer-, a algún chófer le da ese día por pasarse con el pimple y lanzarse a tumba abierta con el camión hasta las trancas de ladrillos por las cuestas de los Altos de Mariamezquita, Los Pinarejos o la Muela Cascante ya pondremos donde caigan unos reductores de velocidad en la media docena de pueblos por los que pasa que les vamos a partir hasta los ejes como pasen a más de 25 por hora”.

En fin, tengo un amigo en Oklahoma City que sabe bien de lo que hablo. Greg es como mi hermano y vive, por decirlo en fino, en el culo de América, el único estado de la Unión declarado como territorio indio. Allí, -me cuenta Greg- resulta que fueron confinadas la mayor parte de las tribus que dejaron vivos los ingleses cuando decidieron quedarse con todo. En Okieland sólo hay una cosa más famosa que Chuck Norris: los 'Cow Chips', una competición en la que los vaqueros, vestidos a lo John Wayne con teléfono móvil en la cintura, lanzan galletas de estiércol seco como si fueran un disco. Luego se emborrachan y la emprenden a tiros contra algún coche de desguace. Vistas las cosas, ya saben, vayamos preparando el molde de las pellas.

 
Regalos aéreos (25-11-08)


Acostumbro a leer unos minutos al sol nada más comer. Acababa de disfrutar del pasaje en el que Leon Tolstoi, rememorando sus años jóvenes en ‘Infancia, adolescencia, juventud’, se declara a la preciosa Sónechka cuando me llegó del cielo. No la vi venir y, de pronto, me encontré aquella sustancia blancuzca resbalando por la manga. Elemental querido Watson, una paloma se te acaba de cagar encima. Tiro a Tolstoi al suelo y busco a la culpable. La veo alejarse buscando otra víctima. Me desquito con alrededor de treinta segundos de gritos al cielo e insultos a todos los animales sobre la faz de la tierra. Entonces fue cuando me acordé del chiste de Arévalo. Ya saben: “Final del mundial de 1982. Italia-Alemania. 95.000 espectadores, 22 jugadores de campo, 2 liniers, 1 árbitro y la puta de la paloma se fue a cagar en mi cabeza”.

La mancha era considerable. Me pregunto qué animal es éste que no necesita pararse a defecar y se alivia en pleno vuelo. Vuelta para arriba a cambiarme. Salgo por la puerta dos minutos después. Entonces fue cuando la volvía a ver. Estaba claro, había regresado al lugar del crimen. Ahí la tienes, revoloteando en un saliente. Blanca con algunas pintitas marrones. Buen porte. Cosecha del 2007, calculo. Me quedo fijo mirándola y ella también a mi. La observo y calculo las posibilidades de tirarle algo. No sé, una moneda de 2 euros –según tengo entendido para los árbitros no hay nada mejor-. Uhm, muy limitadas. Lo descarto. Ojalá tuviera conmigo la escopeta de perdigones que manejaba de crío, pienso. Seguro que revolotearías menos cariño…

Después de repasar mi escaso arsenal sin éxito, derrotado, bajo la mirada al suelo. Ha ganado el duelo. Lo sabe. Al cabo de unos segundos levanta el vuelo y enfila hacia la torre de Santa María. Yo también levanto amarras y camino a la redacción. Antes de volver la esquina me vuelvo y la miro por última vez mientras me digo entre dientes: nos volveremos a ver, preciosa, y esta vez no llevaré una camiseta negra.


Mis normas (18-11-09)

Domingo, partido de liga juvenil: Alcañiz contra el Ebro. Pensaba estar poco rato. Unas fotos, algo de ambiente y me piro. No me pregunten el porqué, decidí quedarme. Primeros 45 minutos bastante sosos. Empieza el segundo tiempo. Los chavales del Alcañiz hilvanan jugadas y se animan. Minuto 87: un penalti claro adelanta a los de aquí. Abrazos, risas, besos. Les sigo al córner donde lo celebran. Ya tengo foto para la crónica, pienso. En esto que el señor árbitro –un tal Carretero-, lleva todo el partido bastante jotero, sacando a diestro y siniestro tarjetas. El público parece que se lo vaya a comer. “Ya verás como antes de que acabe el partido éste prepara algo”, oigo entre las gradas. Dicho y hecho. En una jugada tonta se saca un libre indirecto de la manga y el Ebro empata. Veinte segundos después pita el final del partido. Ya está liada. La gente salta por las nubes. En ese momento, todos, incluido yo, vamos a por el árbitro. Yo a lo mío claro, a hacer fotos, que es mi obligación.

El camino hasta el vestuario es eterno. Al de negro le agarran, le insultan, le intentan agredir. La Guardia Civil intenta poner orden. Me uno al grupo sin parar de disparar la cámara. Al entrar a los vestuarios un aficionado le intenta pegar de nuevo. Entre todos lo sujetan y lo sacan de ahí. Ahora todos me miran a mí. Un “¡Eh tú, cámara, deja de hacer fotos!", salta desde la gradas. Luego, un par de frases vienen dedicadas: “Que a ti te tengo visto”, “como la publiques te capo…” La fiesta en la puerta de los vestuarios sigue, pero decido irme. A fin de cuentas, a mí como si se emprenden a tiros. De repente, una señora desde la grada me grita: “cuenta lo que has visto, hijo”. Me vuelvo, le miro pero no le sonrío porque yo también voy algo alterado, sin embargo, me quedo con su rostro.

Ah, me olvidaba de una cosa. Para el que se quiera dar por aludido: no acepto amenazas de nadie. Si tengo que publicar una foto dándose de hostias a María Santísima y San Pedro lo haré. Y si en el próximo partido del Alcañiz, de La Codoñera Fútbol Club o de su puta madre se monta un cirio y al delegado de campo le da por sodomizar al linier con el banderín de córner, no duden que me aseguraré de que ese día salga en la portada de LA COMARCA.
















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